?Es esto una revoluci¨®n?
El bloque independentista subraya el car¨¢cter rupturista de su apuesta para poder competir con Catalunya S¨ª que es Pot
El domingo hay elecciones en Catalu?a, adelantadas dos a?os, y en circunstancias pol¨ªticas tan excepcionales que la convocatoria parece m¨¢s bien una cita con la revoluci¨®n. Quien as¨ª lo ve no es solo una parte de los partidos y coaliciones que concurren a ellas. Es una visi¨®n compartida por dos partes, por lo menos, y contrapuestas. En un extremo, el independentismo de izquierdas pugna expl¨ªcitamente por la ruptura pol¨ªtica con el Estado espa?ol. Por el otro, la derecha gobernante en Espa?a llama a frenar a los que ¡°quieren romperlo todo¡±. Todo es todo, claman los defensores del statu quo constitucional. Romper el Estado espa?ol, romper Catalu?a y romper con la Uni¨®n Europea.
Una parte del bloque independentista, la agrupada en Converg¨¨ncia y ERC, defiende en cambio que su objetivo es librarse solo del Estado espa?ol pero mantener a Catalu?a en el marco de las instituciones europeas y todo lo que esto implica. Este planteamiento choca sin embargo con el de sus previsibles aliados, los independentistas de izquierdas representados por las CUP, que persiguen crear una republica catalana y, ya puestos, no librarse solo del Estado espa?ol sino tambi¨¦n de la Europa de los mercados, la OTAN, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
Aunque estos brotes de expresi¨®n radical puedan parecer un calent¨®n electoral, o reminiscencias de la extrema izquierda de las d¨¦cadas de 1960 y 1970, lo cierto es que, tras el primer momento de la estupefacci¨®n provocada en Catalu?a por la sentencia de 2010 del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Autonom¨ªa, una parte del independentismo ha concebido como una revoluci¨®n lo que, finalmente, ha quedado bautizado como el ¡°proceso soberanista¡±. Como una revoluci¨®n democr¨¢tica, siempre, conviene precisarlo, porque en el lado de los contrarrevolucionarios hay un sector, precisamente el m¨¢s identificado con la herencia franquista, que tiende a calificar al independentismo catal¨¢n como un totalitarismo. No lo es. Se trata de un movimiento anclado en el principio democr¨¢tico, es decir, en la idea de que lo que debe imperar es la voluntad mayoritaria del electorado libremente expresada.
Quienes proponen que Catalu?a cree ahora su propio Estado independiente sostienen que el Estado espa?ol ha sido y es el instrumento de dominaci¨®n de unos poderes pol¨ªticos, econ¨®micos y sociales contrarios a los intereses de los catalanes o, por lo menos, a los de la mayor¨ªa de la sociedad catalana. Y que las contradicciones entre este Estado y la demanda de autogobierno mayoritaria en Catalu?a han alcanzado tal grado de incompatibilidad que la mejor soluci¨®n es librarse de ese Estado y crear uno nuevo. Por sorprendente que pueda parecer, este razonamiento se est¨¢ convirtiendo en mayoritario en Catalu?a. Los sondeos del pasado fin de semana sit¨²an a las dos candidaturas que lo suscriben a solo unas d¨¦cimas del 50% de los votantes del d¨ªa 27.
Los que? proponen que Catalu?a cree ahora su propio Estado independiente sostienen que el Estado espa?ol ha sido y es el instrumento de dominaci¨®n de unos poderes pol¨ªticos, econ¨®micos y sociales contrarios a los intereses de los catalanes
Uno de los objetivos de este planteamiento rupturista es atraer al campo del independentismo a los partidos y los electores de izquierdas que siempre han apostado por el autogobierno y que ahora propugnan una reforma federal del Estado espa?ol. Se trata sobre todo de sectores sociales que en anteriores elecciones optaban por el partido socialista y por Iniciativa Verds. En los ¨²ltimos a?os de fuerte agitaci¨®n independentista y en la presente campa?a electoral se han producido algunas tomas de posici¨®n a favor de la independencia de exvotantes, e incluso exmilitantes y exdiputados del PSC y de ICV hacia las candidaturas de Junts pel S¨ª, formadas por Converg¨¨ncia y Esquerra, y de la CUP.
Pero el bloque independentista necesita que haya m¨¢s. Su c¨¢lculo era hace una semana que le faltaban unos 150.000 votos para superar el pr¨®ximo domingo el list¨®n del 50% de los sufragios. Uno de los argumentos para atraerlos es destacar, precisamente, el car¨¢cter revolucionario de su apuesta. Este planteamiento entra en competencia directa, sobre todo, con la candidatura de Catalunya S¨ª que es Pot y no es por azar que Pablo Iglesias, el l¨ªder de uno de los partidos que la forman, Podemos, se haya convertido en las ¨²ltimas semanas en la bestia negra de la propaganda independentista, ocupando en esta ocasi¨®n el puesto de honor que los nacionalistas destinaban anteriormente a los sucesivos l¨ªderes del PSOE. Ofrecer la independencia como una revoluci¨®n puede atraer quiz¨¢ a algunos electores, pero al mismo tiempo ahuyenta a otros. Aunque sea cierto que el inmobilismo del PP de Rajoy convierte en rupturismo incluso el reformismo suave de los socialistas.
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