Cort¨¢zar, el ping¨¹ino rosa de mam¨¢
Una biograf¨ªa apunta la asfixiante relaci¨®n con su progenitora, relaciones incestuosas con la hermana y obsesiones sexuales del autor de 'Rayuela'
¡°No puedo ser lo que todav¨ªa ve en esta cara. Y no puedo ser otra cosa en libertad, porque en tu espejo de sonrisa blanda est¨¢ la imagen que me aplasta, el hijo verdadero y a medida de la madre, el buen ping¨¹ino rosa yendo y viniendo y tan valiente hasta el final, la forma que me diste en tu deseo: honrado, cari?oso, jubilable, desplomado¡±. Lo escribi¨® un Julio Cort¨¢zar ya adulto en una carta-poema que nunca se atrevi¨® a enviar a su progenitora, con la que en cambio mantuvo correspondencia ininterrumpida 30 a?os. El peso de ese matriarcado como punta de iceberg de una asfixia familiar insoportable, una probable relaci¨®n incestuosa con su hermana, el menor peso en la vida y la obra de su viuda Aurora Bern¨¢rdez, un tratamiento hormonal para su gigantismo que en efectos secundarios lo convirti¨® a sus casi 60 a?os en un notable depredador sexual y la muerte por leucemia, s¨ª, pero apuntillado por el SIDA contra¨ªdo por una transfusi¨®n de sangre son los aspectos mayormente de regusto freudiano del gran escritor argentino que Miguel Dalmau hace aflorar en Julio Cort¨¢zar. El cronopio fugitivo (Edhasa), voluminoso (640 p¨¢ginas) y a buen seguro pol¨¦mico retrato del autor de Rayuela.
Buscaba Cort¨¢zar en su obra (y, por extensi¨®n, en su vida) abandonar una realidad que le parec¨ªa incompleta, saltarla, cruzar la puerta, lo que explicaba sus desconexiones, su tendencia a mostrarse distra¨ªdo, ¡°estados de pasaje: cuando estoy distra¨ªdo, por ah¨ª me escapo¡±, dec¨ªa. ¡°Yo me he limitado a poner una linterna en el otro lado de esa puerta, siguiendo pistas que los dem¨¢s bi¨®grafos han abandonado¡±, apunta Dalmau en Barcelona, donde un Cort¨¢zar ni?o afincado con su familia en junio de 1917 aprendi¨® lo que eran los traumas (un gallo le despert¨® en medio de la noche y le estren¨® en las pesadillas) y donde un trencad¨ªs (mosaico) del drag¨®n multicolor del Park G¨¹ell gaudiniano marc¨®, sin saberlo, sus de por vida im¨¢genes inconexas de baldosas de colores y su fascinaci¨®n por los caleidoscopios reales y literarios.
Miquel Dalmau, autor de un pol¨¦mico retrato sobre Gil de Biedma, apunta un grado de incesto de Cort¨¢zar con Ofelia, hermana del escritor, un tab¨² cuya obesi¨®n reflej¨® en 'Bestiario'
Para Dalmau (Barcelona, 1957), autor de la controvertida biograf¨ªa de Gil de Biedma (2004) y de la completa Los Goytisolo (1999) y que ha invertido tres a?os de trabajo y la disecci¨®n de medio centenar de obras sobre el autor de Historias de cronopios y de famas, el peso del gineceo argentino marc¨® toda la vida del escritor. ¡°La madre, do?a Herm¨ªnia, era hija ileg¨ªtima y tanto ella como la hermana de Cort¨¢zar, Ofelia, vivir¨¢n de ¨¦l toda su vida porque el padre les abandon¨® pronto: hasta un mes antes de su muerte les enviar¨¢ cheques desde Europa, pero resulta que quien ha de ejercer desde bien joven de pater familias era un chico introvertido , con problemas de gigantismo y que ten¨ªan medio escondido en un altillo leyendo todo el d¨ªa¡±, fija el bi¨®grafo, que no duda en calificar al escritor de ¡°hombre bloqueado por los tab¨²s y puto esclavo de su madre¡±.
A todo ello une Dalmau (que no ha podido usar fotos ni citas de los libros del escritor y que vio como Circe renunciaba a publicar la biograf¨ªa) un factor delicado: el 15 de octubre de 1951 Cort¨¢zar se instala en Par¨ªs. Oficialmente, es porque no puede soportar la asfixia de la dictadura, pero Per¨®n estaba en el poder desde 1946 y hab¨ªa acabado de salir ese mismo mes su primer libro de cuentos, Bestiario, del que, eso s¨ª, s¨®lo vendi¨® 65 ejemplares al principio. En buena parte de los relatos, la figura del incesto aparece como leit motiv: es una de las pesadillas m¨¢s recurrentes del Cort¨¢zar de entonces, vinculadas, seg¨²n Dalmau, a su hermana Ofelia, de fuerte car¨¢cter, esquizofr¨¦nica como se sabr¨¢ despu¨¦s y poco amante de su obra. A ello atribuye el estudioso el ser el ¡°motor freudiano¡± de la verdadera causa de la salida precipitada del pa¨ªs del escritor y propiciar su ¡°pulsi¨®n centr¨ªfuga¡± por el mundo,si bien ¡°no debi¨® ser una relaci¨®n desaforada¡±.
Afirma tambi¨¦n el bi¨®grafo que el peso vital y literario de Aurora Bern¨¢rdez, primera esposa y futura albacea del escritor y con la que Dalmau no habl¨® nunca porque ¡°no quer¨ªa que me secuestrara intelectualmente la biograf¨ªa¡±, fue siempre menor del que se sostiene. Y, por supuesto, que no fue la fuente de inspiraci¨®n de La Maga, la entra?able mujer-ni?a que coprotagoniza la m¨ªtica Rayuela. ¡°Ni fue ella, que le dio constantes calabazas durante a?os, ni fue la poetisa Alejandra Pizarnik: fue Edith Aron y la novela refleja la explosiva relaci¨®n entre el que era un becario argentino hipersensible, racional y apocado con una joven jud¨ªa dependiente de grandes almacenes exc¨¦ntrica, alegre y bastante liberada¡±.
Un tratamiento hormonal para acotar el crecimiento descontrolado de su cuerpo cambiar¨ªa su actitud vital y sexual a finales de los 60
La vida afectiva y sexual de Cort¨¢zar va aflorando --intercalado con interpretaciones de su vida partir de su obra, tambi¨¦n diseccionada-- a lo largo del libro, alcanzando un protagonismo notable a partir de un tratamiento hormonal al que se somete Cort¨¢zar a finales de los a?os 60 para abordar una tumoraci¨®n fruto del crecimiento desordenado de su cuerpo. Esa es la excusa, seg¨²n Dalmau, del cambio radical en lo f¨ªsico y en lo sexual del autor argentino, que pasa de ser un hombre de 1,92 de altura pero barbilampi?o y con cara de beb¨¦ a un personaje barbudo, de pelo largo, muy acorde con la est¨¦tica beatnik del momento. ¡°Ah¨ª se acaba el intelectual retra¨ªdo y mon¨®gamo¡±, escribe el estudioso. La cura, con testosterona, le estimular¨¢ el apetito sexual, ya suficientemente excitado por su relaci¨®n con la lituana Ugn¨¦ Karvelis, de fuerte car¨¢cter, culta, vital y alcoh¨®lica, que trabajaba como editora en Gallimard.
La imagen de atractivo Robinson de Cort¨¢zar la fijar¨¢ en unas instant¨¢neas muy conocidas la fot¨®grafo holandesa Manja Offerhaus, que tambi¨¦n fue amante del escritor. Las mujeres como objeto de deseo entran en su vida, aunque ni as¨ª se arreglar¨ªan las cosas con Aurora en ese campo: al parecer, Cort¨¢zar no pod¨ªa tener hijos y habr¨ªa pasado un matrimonio en blanco desde lo sexual, tesis que Dalmau sostiene veladamente. ¡°Aurora no hizo m¨¢s que perpetuar el matriarcado argentino en el que vivi¨® siempre el escritor, que por ello casi nunca se comport¨® como macho alfa sino que mostr¨® una sensibilidad muy desarrollada, lo que explica que fuera un escritor de tanto ¨¦xito entre las f¨¦minas¡±, ratifica el bi¨®grafo.
En una vuelta de tuerca m¨¢s, Dalmau atribuye a Cort¨¢zar un safari sexual durante una estancia en Kenia con motivo de una conferencia de la Unesco. All¨ª, am¨¦n de perseguir a algunas nativas, habr¨ªa tenido un accidentado romance con C.C., a la que habr¨ªa forzado, algo que dej¨® veladamente fijado en unos poemas publicados p¨®stumamente; la violaci¨®n, como en su momento el incesto, rezuma obsesivamente en la producci¨®n cortaziana de mediados de los 70, seg¨²n Dalmau. ¡°El tratamiento le cambia la actitud y su comportamiento sexual: le pasa a los 60 a?os lo que suele ocurrir en los 20 pero con la ventaja de que ¨¦l tiene un coto de carne fresca muy grande porque es un conocido y, en todos los aspectos, atractivo escritor¡±. Es ese Cort¨¢zar que deja anonadado a su amigo Mario Vargas Llosa cuando le va a visitar a Londres porque no hace m¨¢s que hablar distendidamente de sexo, drogas y no se reprime a la hora de comprar revistas er¨®ticas¡
El virus de la SIDA, que contrajo por una transfusi¨®n contaminada, apuntill¨® su enfermedad por leucemia, seg¨²n el bi¨®grafo
Pero algo no funcionar¨¢ en Cort¨¢zar: no se siente c¨®modo con esa especial poligamia. Quedar¨¢ reflejado por escrito en dos niveles: en su obra, como en novelas como el Libro de Manuel, o en cartas destinadas a sus m¨¢s ¨ªntimos: ¡°Vivo solo en una multitud de amores¡±, les confesar¨¢ m¨¢s de una vez, en especial tras la ruptura con Karvelis por los celos inevitables en toda pareja abierta.
De ese frenes¨ª sexual le sosegar¨¢ Carol Dunlop, cuya muerte en 1982 deja ya a un Cort¨¢zar muy enfermo del c¨®ctel leucemia-SIDA por una transfusi¨®n sangu¨ªnea en 1981 con sangre contaminada de ?frica en un ser totalmente melanc¨®lico y hundido. ¡°Carol le hab¨ªa devuelto al terreno l¨²dico, al ni?o grande que siempre fue Cort¨¢zar¡±, cree su bi¨®grafo. El escritor va solo, muy a menudo, al cementerio de Montparnasse a la tumba de su compa?era y hace, incluso, poner vaso y plato para ella como si estuviera viva cuando va a comer a casa de antiguos amigos comunes. Aflora ternura y hasta cierta l¨¢stima, incluso, la figura del escritor a pesar de que Cort¨¢zar no fue nunca desvalido ni ingenuo, especialmente en lo pol¨ªtico, como apunta Dalmau. ¡°No tiene nada de miope pol¨ªtico: no se vendi¨® a Mosc¨² porque siempre estuvo por la libertad individual y por la vida, s¨®lo hay que leer relatos como Apocalipsis de Solentiname¡±.
Juan Carlos Onetti, tras leer el relato cortaziano El perseguidor, parece que se encerr¨® en el cuarto de ba?o y rompi¨® el espejo de un pu?etazo. Por las mismas razones, y quiz¨¢ por otras totalmente opuestas, algunos lectores de la desmitificadora Julio Cort¨¢zar. El cronopio fugitivo hagan lo propio.
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