Flotats, estrella (amarilla)
El actor se mete en el bolsillo al p¨²blico del Lliure con su interpretaci¨®n de un jud¨ªo en ¡®Ser-ho o no¡¯
Largos aplausos para Josep Maria Flotats y su partenaire en escena Arnau Puig anoche en el estreno de Ser-ho o no, per acabar amb la q¨¹esti¨® jueva, montaje de la obra de Jean-Claude Grumberg que el propio Flotats ha adaptado y dirigido (en cartel hasta el 6 de diciembre). El actor, que regresaba al Lliure de Gr¨¤cia por primera vez en un papel (previamente hab¨ªa hecho una lectura de cartas con N¨²ria Espert) desde el recordado Eduard II de 1977 (o tempora!), se meti¨® al p¨²blico en el bolsillo con su divertido personaje del maduro jud¨ªo interpelado acerca de su judeidad ¨Cque no su juda¨ªsmo: se declara ateo- por su obtuso pero no menos entra?able vecino. A este lo encarna con tambi¨¦n gran vis c¨®mica Arnau Puig, en un dificil¨ªsimo mano a mano con el maestro, del que sale m¨¢s que airoso. A ratos, la funci¨®n recuerda aquel ¨¢gil y divertido Per un si o per un no de Nathalie Sarraute que Flotats interpret¨® a recordado d¨²o en 1986 con Juanjo Puigcorb¨¦, que, a la saz¨®n convertido en regidor del Ayuntamiento de Barcelona por ERC ¨Ccurioso avatar para un Lorenzaccio-, anoche no se perdi¨® la representaci¨®n.
El montaje (una hora y veinte, sin pausa) es aparentemente muy sencillito, como lo es la obra de Grumberg (escrita en 2013 y estrenada a principios de este a?o en Par¨ªs en medio de la oleada de atentados antisemitas), en realidad una reflexi¨®n llena de iron¨ªa y mala leche, pero tambi¨¦n amasada con mucha sabidur¨ªa y humanidad. Una mirada c¨®mplice sobre la tribu (bien, las 12 tribus) hecha desde dentro con una perspicacia y un sentido del humor que superan largamente los de un Woody Allen.
La historia se articula de manera que inicialmente parece muy inocente y did¨¢ctica, incluso tontina. Consiste en una serie de encuentros, siempre en la escalera, de los dos vecinos en la que el m¨¢s joven, un individuo primario, ignorante y bobalic¨®n, un franc¨¦s muy t¨®pico (hasta en la baguette) y gallito, que incluso se identifica como cintur¨®n negro, por si acaso, se dedica a plantear una serie de preguntas al mayor sobre la esencia de lo que es ser jud¨ªo, preguntas, adem¨¢s, que, explica, en realidad le dicta su mujer.
Lo que al principio parece pura broma, con el personaje de Flotats respondiendo con mucha sorna a las preguntas b¨¢sicas que le hace el vecino (identifica a su familia, para hacerse entender de su primario interlocutor, como jud¨ªos del ¡°Brest del Este¡± ¨CBrest-Litovsk-) va derivando hacia cuestiones m¨¢s complejas y peliagudas (el antisemitismo, los Territorios Ocupados, la deportaci¨®n, la relaci¨®n entre las tres religiones del Libro) mientras, y he aqu¨ª la sorpresa de la pieza, el vecino pregunt¨®n ?se va trasformando en jud¨ªo! -a trav¨¦s de la lectura del Talmud y de la fascinaci¨®n que ejerce sobre su esposa v¨ªa skype un rabino estadounidense-. Ese elemento surrealista, aparte de ser muy divertido, introduce la reflexi¨®n especular, porque el vecino converso (pese a su temor a la circuncisi¨®n) no deja de criticar entonces, en un rasgo muy propio, la manera de ser jud¨ªo del otro, para estupefacci¨®n de ¨¦ste.
El juego de r¨¦plicas entre Flotats y Puig funciona muy bien y arranca frecuentes risas al p¨²blico
El juego de r¨¦plicas entre Flotats y Puig funciona muy bien y arranca frecuentes risas al p¨²blico: desde risotadas a risas c¨®mplices con determinadas bromas muy finas. El joven actor resuelve la dif¨ªcil papeleta de su improbable transici¨®n con verdadera gracia y su aparici¨®n trasmutado en jud¨ªo ortodoxo es antol¨®gica. Por su parte, Flotats est¨¢ muy c¨®modo en el registro humor¨ªstico y sus maneras algo untuosas, su retranca, su falsa zalamer¨ªa y su majestuosa piller¨ªa convienen al personaje, un encantador jud¨ªo franc¨¦s mayor, sensible, socarr¨®n y culto.
Resulta tentador comparar ¨Csin abandonar el tono humor¨ªstico de Grumberg- algunas de las vicisitudes de Flotats bajo el prisma de su identificaci¨®n jud¨ªa: helo aqu¨ª de nuevo en parus¨ªa, segunda venida, tras el destierro en la Babilonia madrile?a; como un profeta ha visto caer estrepitosamente la casa del Jeroboam local; es verdad, en cambio, que a ¨¦l se li va abraonar un conseller y no un SA y que en la gran Kristallnacht de su vida, aquel sonado 11 de septiembre que le envi¨® a la di¨¢spora, las grandes vidrieras del TNC permanecieron intactas.
La obra de Grumberg va mucho m¨¢s all¨¢ de lo anecd¨®tico y oportunista para adentrarse en algunas de las grandes cuestiones y paradojas que implica ser jud¨ªo. Todo ello lo hace pasar Grumberg, un autor realmente importante de esta Europa nuestra, de manera aparentemente ligera e intrascendente. M¨¢s cuestionable parece el ep¨ªlogo del espect¨¢culo, una coda en la que Flotats, identific¨¢ndose directamente como Grumberg, detalla su vida y la de su familia devastada por el Holocausto. Cambiando muy peligrosamente el registro, Flotats, ya solo en el escenario, se pone al borde de las l¨¢grimas -y m¨¢s all¨¢- para narrar un episodio relacionado con la memoria de los deportados. La verdad no parece que haga falta adentrarse por esos territorios y cualquiera, por muy grande que sea, lo tiene dif¨ªcil para poner rostro a la Shoah. Eso ya lo hizo de manera insuperable Lanzmann.
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