Ciudad inteligente, ciudad compartida
En el modelo actual de 'smart city' predomina una l¨®gica tecnocr¨¢tica y corporativa, centrada m¨¢s en resultados que en procesos
Crece el inter¨¦s por las ciudades como espacios de innovaci¨®n tecnol¨®gica y de experimentaci¨®n, en momentos en que hay que repensar los formatos tradicionales de actividad econ¨®mica. El mundo es cada vez m¨¢s urbano. En el 2030 ser¨¢n dos terceras partes de la humanidad los que vivir¨¢n en ciudades. Las megaurbes ya no crecen como antes, pero ahora incrementan su poblaci¨®n las ciudades de tama?o grande y medio. En este contexto de alta densidad y de fuerte presencia simult¨¢nea de problemas y oportunidades, las posibilidades de implementar los avances tecnol¨®gicos son innegables. Adem¨¢s, la gran ventaja es que lo local es lo m¨¢s global. Si piensas en temas, por ejemplo, de seguridad urbana, de residuos o de movilidad, f¨¢cilmente lo que apliques o vendas en una ciudad lo puedes acabar usando en muchas otras ciudades. Se abren muchas puertas para repensar procesos y estructuras. Cambios que dejar¨¢n obsoletas ciertas empresas y actividades que no encuentren su lugar en esos nuevos escenarios, pero que abren much¨ªsimas oportunidades para otros.
El concepto de smart city ha sido, en este sentido, capaz de recoger e incorporar esas potencialidades y promesas. Sugiere cambio y superaci¨®n del modelo fordista. Promete nuevas soluciones a viejos problemas de las ciudades, pero al mismo tiempo (como otros conceptos de moda) es suficientemente ambiguo para servir de almohada a lo que cada uno pretenda. Lo que va quedando claro es que en los ¨²ltimos a?os, el liderazgo y la inversi¨®n vienen del lado de la oferta, del lado de las grandes corporaciones que han apostado por sistemas avanzados de informaci¨®n y tecnolog¨ªas de la comunicaci¨®n y que ahora invierten en el Internet de las cosas. Muchas ciudades han acogido con entusiasmo esa perspectiva, al entender que este ¡°solucionismo tecnol¨®gico¡± les permit¨ªa salir o prometer salir de situaciones de bloqueo o enfrentarse de manera aparentemente innovadora a problemas enquistados. Esta semana empieza en Barcelona un nuevo y gran congreso sobre el tema. Un congreso que cada a?o aumenta el n¨²mero de empresas, expertos y ciudades presentes e interesadas.
Hoy por hoy, el modelo de smart city ha cuajado en una imagen de liderazgo tecnol¨®gico en la que predomina una l¨®gica que calificar¨ªa de notablemente jer¨¢rquica, centralizada, tecnocr¨¢tica y corporativa. M¨¢s centrada en resultados que en procesos. La perspectiva dominante apunta a una nueva gesti¨®n urbana con tres valores clave: m¨¢s eficiencia, m¨¢s seguridad y m¨¢s sostenibilidad. Esto se concreta en programas que buscan reducir el gasto energ¨¦tico, mejorar la gesti¨®n de residuos, favorecer la reducci¨®n de consumo de agua, facilitar mejoras en la movilidad urbana y ayudar a una mayor prevenci¨®n de los delitos en el espacio p¨²blico. Todo muy prometedor y al mismo tiempo muy pol¨ªticamente neutral. Aparentemente todos ganan, nadie pierde. Lo cierto es que no ha habido, m¨¢s all¨¢ de la ret¨®rica y de experiencias limitadas, demasiado espacio para que los ciudadanos expresen lo que quieren, c¨®mo usan o c¨®mo pueden utilizar esta tecnolog¨ªa de forma aut¨®noma y transformadora, o c¨®mo evitar los riesgos sobre privacidad y libertad que estas innovaciones generan. Y en cambio, voces m¨¢s cr¨ªticas apuntan a que de momento esas novedades aumentan el consumismo y la dependencia de las instituciones hacia las empresas proveedoras.
Pero, ?hay alternativa? Lo que parece aconsejable es buscar propuestas y explorar nuevos caminos desde l¨®gicas de sistema abierto, con participaci¨®n directa de la gente, buscando que la tecnolog¨ªa sirva para reforzar la democratizaci¨®n de la ciudad y de los propios recursos tecnol¨®gicos. No se trata de prescindir del entorno empresarial. De lo que se trata es de apostar por propuestas tecnol¨®gicas valientes, yendo m¨¢s all¨¢ de las alternativas que no cambian las l¨®gicas de fondo de los temas que afirman querer resolver y que tampoco facilitan la apropiaci¨®n ciudadana de estas nuevas oportunidades. ?Podemos implicar a la gente en los procesos de dise?o y creaci¨®n, relacionando mejor necesidades y herramientas? ?Es posible que la gran cantidad de datos e informaci¨®n que la ciudad y sus gentes generan, puedan ser aprovechadas por todos para mejorar la vida del conjunto? Internet permite ciudades inteligentes que partan de la inteligencia compartida por sus habitantes. Nadie mejor que ellos para innovar y mejorar. Ciudadanos inteligentes en una ciudad compartida. Democr¨¢tica.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la UAB
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