La c¨¢rcel de Tarragona echa el cierre
Los internos son trasladados desde el veterano centro penitenciario urbano a la moderna c¨¢rcel de Mas d'Enric
La c¨¢rcel de Tarragona baja la persiana. Lleg¨® la hora de preparar maletas y empaquetar b¨¢rtulos para los internos, unos 200, que cumplen condena en la veterana prisi¨®n de la Avenida de la Rep¨²blica Argentina. Los reclusos apuraban este lunes las ¨²ltimas horas de sol en el desvencijado patio del presidio. Dejan Tarragona y se van al pueblo de al lado, El Catllar, al moderno centro penitenciario Mas d'Enric. Desde hace ya d¨ªas un traj¨ªn de furgonetas va trasladando los expedientes, los archivos, el material de oficina y las pertinencias de los reclusos. El trasvase de los internos se efectuar¨¢ ma?ana bajo unas estrictas medidas de seguridad. Una vez concluida la operaci¨®n, la c¨¢rcel de Tarragona quedar¨¢ habilitada como un centro abierto, un presidio menor donde solo acuden a dormir aquellos condenados que cumplen penas m¨¢s blandas.
La apertura de la nueva c¨¢rcel, una puesta en marcha que inicialmente se hab¨ªa previsto para principios de 2012, supondr¨¢ tambi¨¦n la activaci¨®n de una l¨ªnea regular de autob¨²s para conectar con Tarragona el nuevo presidio, situado en medio de una zona boscosa. El recinto penitenciario consta de 65.000 metros cuadrados y tiene capacidad para 1.020 presos.
La jubilaci¨®n le llega a la c¨¢rcel de Tarragona justo cuando cumple 65 a?os. Inaugurada en 1950, era el presidio m¨¢s antiguo de Catalu?a, solo superado por la c¨¢rcel Modelo que, de hecho, por sus caracter¨ªsticas y peculiaridades juega en una liga a parte.
Integrada hoy en el entramado urbano de la ciudad (su fachada principal se da de bruces con El Corte Ingl¨¦s), la c¨¢rcel de Tarragona se edific¨® en lo que eran las afueras de la ciudad. Donde ahora hay centenares de pisos de lo que se conoce como Nou Eixample Nord y una bonita avenida bautizada como Rambla President Maci¨¤, antes hab¨ªa algarrobos y una charca. "Sal¨ªamos a la ventana y cog¨ªamos los mosquitos a pu?ados", cuenta el matrimonio Mallent-Alegret. Llevan 51 a?os siendo vecinos de la c¨¢rcel. Fueron los primeros de los 106 inquilinos de su bloque en instalarse en los pisos que se asoman al patio de la prisi¨®n y desde su ventana han sido testigos de la evoluci¨®n del recinto.
Las sucesivas obras para reforzar la seguridad fueron levantando cada vez muros m¨¢s altos pero Ester, peluquera jubilada, tiene frescos los d¨ªas en que tend¨ªa la ropa y desde las celdas los internos le ped¨ªan cosas o le chillaban mensajes. "Callaos ya, pesados", les respond¨ªa ella. Se sonroja cuando, con gesto travieso, recuerda los cortes de mangas que le dedicaban los presos. A ella, tarragonesa de pura cepa, no le convenc¨ªa irse a vivir all¨ª pero no por la c¨¢rcel sino porque quedaba "demasiado lejos del mercado. Cada vez que ten¨ªa que ir a comprar era un suplicio". El marido, Lloren?, cuenta que se puso tozudo con el piso porque era una buena oportunidad. Dio 5.000 pesetas de dep¨®sito cuando la vivienda solo era un dibujo en un plano y, m¨¢s tarde, abon¨® las 250.000 pesetas que le cost¨® el que ha sido su hogar familiar. Ah¨ª acuden ahora a verles sus nueve nietos.
M¨¢s arriba, en la novena planta, vive Dioslinda. M¨¢s de cuarenta a?os teniendo a los presos por vecinos le sirven para asegurar que prefiere "tener a la c¨¢rcel delante de casa que un parque donde vengan cada tarde los ni?atos a pegar esc¨¢ndalo con las motos y a hacer botell¨®n".
En el bloque todos los vecinos conocen al dedillo la rutina penitenciaria. Se saben los horarios de salida al patio y los turnos para las comidas. Quiz¨¢s los guarden en la memoria durante un tiempo pero a partir de este martes los altavoces ya no se los recordar¨¢n a diario.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.