Condenas de s¨¢bado
Quiz¨¢ con alg¨²n cursillo, ¡ª¡°como los etarras¡±, dice¡ª quiz¨¢ refundiendo alguna de las penas¡ Quiz¨¢ as¨ª en unos a?os le den alg¨²n permiso


La carretera solitaria atraviesa unos campos yermos. Al final, un cartel da a elegir: Brians 1 o Brians 2. El Seat Ibiza granate de 2004 (¡°color de viejo¡±, dicen algunos) sigue hasta el aparcamiento, donde solo destaca un BMW reluciente. Es un s¨¢bado de octubre, d¨ªa de visitas en prisi¨®n.
Falta a¨²n una hora y una joven con un vestido ce?ido negro muy corto inaugura ya la cola para entrar a las cabinas del m¨®dulo 2. Tres hombres con gorra, collares dorados y pantalones anchos se cuentan de pie la semana. El m¨®vil est¨¢ prohibido all¨ª, pero uno de ellos navega frente al vigilante, que finge no verlo. Una rubia de media melena, sentada sola, les mira con las manos sobre las rodillas. Otra adolescente deja ya el bolso (no se podr¨¢ entrar casi nada) en una taquilla met¨¢lica que cuesta un euro, estira el brazo y se apoya de lado en la pared.
En la sala donde desesperan las visitas, un lugar con cristaleras, semivac¨ªo, con un suelo gris mate y vigilado por funcionarios, corren varios ni?os. En la cola equivocada, la de paqueter¨ªa, una anciana pregunta si ella tiene un vis a vis o una comunicaci¨®n normal. Entre confidencias, dos amigas se detallan la ¨²ltima carta de amor que han recibido.
Al final se abre la puerta de seguridad. Es el tercer control. Una de las visitantes explica que su marido llega tarde a veces a las comunicaciones. Trabaja en la panader¨ªa y tienen que ir a buscarle para que suba, y se presenta manchado de harina. Al menos ahora contribuye con 300 euros a la econom¨ªa familiar, dice. Ella solo va el s¨¢bado porque coger el bus para estar all¨ª a las tres de la tarde es mucho jaleo. ¡°?Ves el n¨²mero del papel que te han dado? Es tu n¨²mero de cabina. Tendr¨¢s 20 minutos. Si el funcionario est¨¢ de buen humor, 25¡±, le dice a la conductora del Seat Ibiza, y la coge del brazo para que no se pierda en esa especie cubo de Rubik de color blanco donde pueden ver y hablar con los presos.
La acompa?a y la suelta delante de la cabina n¨²mero 12. La conductora y periodista se palpa el bolsillo de atr¨¢s del pantal¨®n, donde lleva una hoja arrancada de una libreta, y comprueba que tiene un boli, es todo lo que ha entrado. Cuando levanta la cabeza, delante de ella, al otro lado del cristal, la mira atentamente un hombre de m¨¢s de 40 a?os con la cabeza rapada, una chaqueta gris y los ojos muy abiertos. Se sientan cada uno en su silla de pl¨¢stico. No hay tel¨¦fonos, s¨®lo una especie de rejilla en el cristal, que permite o¨ªrse a la perfecci¨®n.
De costado, con los brazos y el cuerpo hacia adelante, muy cerca del cristal, ¨¦l empieza primero el interrogatorio a la ¡°se?orita¡± que ha mostrado inter¨¦s en su historia. Pero enseguida pasa a defenderse: ¡°Yo viv¨ªa bien, no estaba tirado en la calle¡±. ¡°?Para qu¨¦? ?Para qu¨¦ me iba a meter en aquel l¨ªo?¡±, repite.
De una cartera negra saca un papel con tres tel¨¦fonos: el del que fue su abogado al principio. ¡°Pero me qued¨¦ sin dinero¡±. Tambi¨¦n consta el del letrado de oficio que le cogi¨® luego y que le lleva el resto de causas que a¨²n tiene pendientes. Total, en poco o nada va a cambiar su situaci¨®n. Tiene que cumplir el tiempo m¨¢ximo. Si vuelve a salir de la c¨¢rcel, ser¨¢ solo para ir a otro juicio. Quiz¨¢ con alg¨²n cursillo, ¡ª¡°como los etarras¡±, dice¡ª quiz¨¢ refundiendo alguna de las penas¡ Quiz¨¢ as¨ª en unos a?os le den alg¨²n permiso. Escrito en azul tambi¨¦n tiene el tel¨¦fono de aquel detective privado con el que intent¨® demostrar su inocencia. De poco le vali¨®.
¡°Por lo otro [una condena antigua por la que hab¨ªa huido para no ser encarcelado], asum¨ª que tendr¨ªa que acabar entrando¡ ?Pero por esto? Yo nunca pens¨¦ que tendr¨ªa que cumplir pena por esto¡±, repite en referencia a los dos asesinatos que dice que no cometi¨®. ¡°Estaba comiendo y lo vi por la tele¡±. Luego, explica, supo que era el principal sospechoso. ¡°Me lo encolomaron¡±. ?Qui¨¦n? ¡°Ellos, porque decid¨ª apartarme. Una cosa era hacer mis cosas y eso, y otra hacer que metiesen a la gente en la c¨¢rcel¡±. Pero no da tiempo a m¨¢s.
Un funcionario abre su puerta. Han pasado los 20 minutos... Ella se levanta de golpe. ?l sigue sentado. Tiene que pensarse la oferta. No sabe si quiere contar su historia. Ella le propone volver en dos semanas. ?l prefiere responderle por carta.
Todo el mundo est¨¢ ya fuera. El corrillo de hombres con los collares se r¨ªe de las bambas de su amigo preso. ¡°Si le ven fuera...¡± La mujer del panadero busca a la conductora. ¡°Salimos en el mismo orden que hemos entrado¡±, le avisa. En 15 minutos ha vuelto al aparcamiento donde est¨¢ su Seat Ibiza. Justo en ese momento llega un bus. Son otras visitas, otras condenas.
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