Emborronar el mito
Sergio Dias defiende con orgullo el repertorio cl¨¢sico, pero la f¨®rmula no estuvo a la altura
No hay una banda de rock brasile?a que haya merecido entradas tan prolijas en las enciclopedias anglosajonas como Os Mutantes, pero parece evidente que la formulaci¨®n actual de los de S?o Paulo no va a contribuir a agrandar el mito, sino en todo caso a emborronarlo. A S¨¦rgio Dias le avalan casi cinco d¨¦cadas de trayectoria, un recopilatorio en el sello de David Byrne y las famosas s¨²plicas de Kurt Cobain en 1993 para que su grupo retornase a la carretera.
De todo ello hoy queda el maravilloso repertorio cl¨¢sico, s¨ª, pero el material reciente es de una endeblez dolorosa y las imprecisiones del directo se corresponden casi con el rango amateur. En serio, ese momento en que Esmeria Bulgari sopla cuatro notas torpes con la flauta dulce (Le Premier Bonheur du Jour) nos retrotrajo a los a?os de la EGB.
Poco m¨¢s de media entrada salud¨® este mi¨¦rcoles al ahora quinteto en la Sala But, un s¨ªntoma de escepticismo ante un espect¨¢culo que no aporta muchos argumentos para la veneraci¨®n hist¨®rica. Las gargantas de Dias y Bulgari arrancan destempladas y fuera de tono en Tecnicolor, pero la alternativa vocal del teclista Henrique Peters resulta anodina, insulsa. E incluso la vieja Jardim El¨¦trico, aun conservando la acidez blues-rock, ve desdibujada su dimensi¨®n m¨¢s psicod¨¦lica.
La reconciliaci¨®n se produce, gozosa, con esa primera descarga de tropicalismo alborozado (A Minha Menina) y con el desparrame latino, tan homologable al mejor Santana, en Cantor de Mambo. Nada mejor para comprender la dimensi¨®n primigenia de Os Mutantes que la maravillosa Balada do Louco y su aire inmortal a Beatles en portugu¨¦s: tan m¨¢gico es el instante como para que no nos importe el falsete dubitativo de Dias. Lo ins¨®lito es que un referente de tal brillantez rubrique ahora median¨ªas como las recientes Picadilly Willie (inquietante que nos venga a la memoria Billy Idol) o, a¨²n peor, Time and Space, remedo inane y con pronunciaci¨®n regulera de los peores Yes. Los tiempos (y espacios) m¨ªticos quedan definitivamente muy lejos.
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