La delicuescencia socialista
Su alineaci¨®n con el bipartidismo y su contribuci¨®n a bunquerizarlo sit¨²an al PSOE como representante genuino del r¨¦gimen agotado, al mismo nivel que el PP. Es dif¨ªcil ganar desde la oposici¨®n sin un proyecto vigoroso
Las pol¨ªticas de austeridad expansiva han dejado fracturas profundas en la sociedad; Rajoy lleg¨® con una catarata populista de promesas de las que no ha cumplido ninguna; se ha confirmado que la corrupci¨®n era estructural en el PP, con el caso B¨¢rcenas afectando directamente el presidente; el independentismo ha alcanzado en Catalu?a cotas jam¨¢s so?adas; la quiebra de la cultura de la indiferencia a partir de las movilizaciones de 2011 y su traducci¨®n pol¨ªtica ha abierto una brecha en las murallas de la partitocracia bipartidista; el PP, con un candidato que lleva d¨¦cadas en los salones del poder, es el m¨¢s genuino representante de la llamada vieja pol¨ªtica, y ha visto pasar el relevo en la Corona y en la direcci¨®n del PSOE y la irrupci¨®n de los nuevos liderazgos sin inmutarse, y, por si fuera poco, Rajoy ha perdido la m¨¢s preciada herencia que le dej¨® Aznar: el monopolio del voto de la derecha. Con este panorama, el PSOE deber¨ªa tener las elecciones ganadas. Y, sin embargo, los sondeos le sit¨²an en camino hacia los peores resultados de su historia.
?Por qu¨¦? El mal del PSOE no es pasajero. La socialdemocracia va a la deriva en toda Europa, incapaz de encontrar una posici¨®n propia a la vez cre¨ªble y diferenciada de la derecha. Es la consecuencia de los cambios habidos en la estructura de clases de la sociedad, en el peso de la industria en el capitalismo y en las hegemon¨ªas ideol¨®gicas. La socialdemocracia era fuerte cuando la clase obrera estaba unificada y ten¨ªa capacidad de generar una identidad. La industria era la base principal del capitalismo y la empresa su lugar de expresi¨®n: los partidos socialdem¨®cratas con la alianza de los sindicatos negociaron con la derecha y el mundo empresarial, condicionados por el fantasma de los reg¨ªmenes de tipo sovi¨¦tico, un capitalismo domesticado. Gracias a los derechos adquiridos en aquellos a?os, parte de la clase obrera mut¨® en clase media y el sistema de intereses se complic¨®, generando conflictos entre grupos que antes operaban unitariamente, y abriendo brechas entre empleados, parados y precarios.
Se entr¨® en una fase de debilitaci¨®n y desprestigio del Estado y de lo p¨²blico y se construy¨® una hegemon¨ªa ideol¨®gica sobre la competitividad como modo de estar en el mundo, la cuenta de resultados (personal o empresarial) como medida de todas las cosas, la ineficiencia de lo p¨²blico, y la meritocracia y el individualismo radical como horizontes morales de nuestro tiempo. La socialdemocracia perdi¨® pie y se puso a rebufo de la derecha. Ahora lo paga. El PSOE es un ejemplo: carece de un discurso para responder a las grandes cuestiones del momento: el crecimiento exponencial de la desigualdad, la crisis del trabajo, las amenazas sobre el Estado del bienestar y la cuesti¨®n de la inmigraci¨®n. Cuando el trabajo es escaso y tenerlo no garantiza unas condiciones de vida digna, el propio sistema pierde legitimidad. Ni siquiera sobre eso tiene la socialdemocracia algo que decir. O es capaz de construir a nivel europeo una alternativa real o su tiempo se acaba.
El PSOE es un ejemplo: carece de un discurso para responder a las grandes cuestiones del momento
Pero el PSOE sufre tambi¨¦n problemas espec¨ªficos del caso espa?ol. Su alineaci¨®n con el bipartidismo y su contribuci¨®n a bunquerizarlo sit¨²an al PSOE como representante genuino del r¨¦gimen agotado, al mismo nivel que el PP, y no contabiliza como factor de cambio. En vez de hacer del pluripartidismo naciente virtud, el PSOE se empe?a en destacar su posici¨®n de partido de orden, para diferenciarse de los nuevos. Y as¨ª no sale de la sombra del PP, que es lo que m¨¢s da?o le hace.
La inseguridad paraliza al PSOE. La ¨²ltima fase de la campa?a viene marcada por dos cuestiones clave: el soberanismo catal¨¢n y la cuesti¨®n yihadista. En ambos casos, el PSOE ha preferido no tener posici¨®n propia, parapetarse al lado del Gobierno, con la vana ilusi¨®n de evitar el debate. Puede que no se hable de la guerra de Hollande, porque a Rajoy no le interesa, pero el presidente usar¨¢ la cuesti¨®n catalana a tope para dar m¨²sculo a su imagen flem¨¢tica. Y, en este tema, a remolque de Rajoy y Rivera, S¨¢nchez queda planchado, convertido en actor menor, sin voz propia. Es dif¨ªcil ganar desde la oposici¨®n sin un proyecto pol¨ªtico vigoroso y el del PSOE es delicuescente.
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