Es Munch, es Madrid
Madrid hierve. El arte y la cultura de primer orden viven lejos del Mediterr¨¢neo. ?Estamos en la misma Espa?a que la depauperada Barcelona?
El trabajo me llev¨® en volandas una vez m¨¢s el d¨ªa de los Santos Inocentes a Madrid. Temperatura g¨¦lida en la estaci¨®n de Atocha, llena de topmanteros con camisetas del Bar?a y zapatillas Nike. ?Ser¨¢n los mismos negros de la primavera eterna de Barcelona? ?Son estos trajinantes un problema de Ada Colau, como nos quieren hacer creer, o de la aldea global? No veo por las esquinas a los dominguillos de la Guardia Urbana de Barcelona; sin embargo, la capital parece tomada por la Polic¨ªa Nacional, que tiene blindada la rotonda con furgones, tanquetas y aguerridos seres tapados de arriba abajo y con los subfusiles de asalto preparados. En la plaza del Emperador Carlos V las marquesinas anuncian una monogr¨¢fica de Dominique Ingres en el Prado, una retrospectiva de Vassili Kandinsky en el centro Cibeles y una muestra de Edvard Munch en el Thyssen. Solo tengo tiempo para una: ?too Munch! ?Cu¨¢les son las de Barcelona, llena de banderolas de un tal MNAC y de un tal Xavier Gos¨¦?
Tengo una reuni¨®n en el Palace. Curioseo por los pasillos y los ascensores, mientras huelo los ¨¢caros de las moquetas y no me llega ning¨²n rastro de s¨¢ndalo de las cremas capilares de Duran Lleida. Fijo la mirada en una pared decorada con un mont¨®n de botellas de champ¨¢n de Dom Ruinart colgadas boca abajo y, como buen pesetero catal¨¢n, pienso cu¨¢nto dinero suman todas estas malogradas burbujas que nadie se beber¨¢. En la rotonda del Palace hago sobremesa con antiguos altos cargos del PP y del PSOE. Inevitablemente, la conversaci¨®n comienza por su parte con un ¡°Chico, ?qu¨¦ tal todo por all¨ª?¡±. Me pregunto por qu¨¦ alargan las palabras chico, todo y all¨ª.
Como he estado leyendo una novela negra de Maj Sj?wall y Per Whal??, no me cuesta mucho hacerme el sueco. ?Qu¨¦ ser¨¢ todo? ?D¨®nde estar¨¢ all¨ª? Se ponen a especular con excitaci¨®n sobre el resultado de la votaci¨®n o pen¨²ltimo aquelarre de la CUP: los doblemente famosos 1.515 votos. El hombre del PSOE lo considera imposible y habla de ¨¢nforas (urnas sospechosas) y pucherazos. El del PP sostiene que s¨ª, que esta probabilidad exist¨ªa y que puede y debe ser cierta, como la loter¨ªa. Dicen no s¨¦ qu¨¦ de la aritm¨¦tica. Me preguntan qu¨¦ pienso, y yo, que lo tengo en la cabeza y en el buche desde el domingo, lo suelto: queridos, yo soy de letras, y eso no es matem¨¢tica, es enigm¨ªstica. Intento llevar el toma y daca hacia el territorio verb¨ªvoro, hacia el concepto de ludoling¨¹¨ªstica y otros juegos relacionados con el 15: 2015, votaci¨®n a las 15:15 horas, 5 veces la sant¨ªsima trinidad, etc¨¦tera, pero estos viejos amigos del Palace son animales pol¨ªticos, aunque retirados, y son de Madrid, as¨ª que fracaso en mi intento de salir esperp¨¦nticamente del esperpento catal¨¢n. Les digo que yo soy votante desencantado de la CUP y que hace unas horas que he abandonado el independentismo. Se tronchan de risa en mis narices: lo consideran una ocurrencia propia del d¨ªa de las bromas. Hacemos el negocio amistosamente y me largo en pos de un delirio que desembrolle mis fr¨¢giles neuronas de la miasm¨¢tica pol¨ªtica catalana.
Cambio la m¨ªtica merluza rebozada con salsa de chipirones de La Ancha por la exposici¨®n de Edvard Munch (1863-1944). Madrid hierve. El arte y la cultura de primer orden viven lejos del Mediterr¨¢neo. ?Estamos en la misma Espa?a que la depauperada Barcelona? ?Nos separa o nos une un billete de tren? Munch es incre¨ªble, mucho m¨¢s si vas con hambre. La muestra es amplia, generosa, completa, est¨¢ a reventar de gente (hay que hacer turno) local y extranjera. La selecci¨®n es tem¨¢tica. Las paredes son psiquiatr¨ªa pura y dura. ?Qu¨¦ pensar¨ªa mi querido Carlos Castilla del Pino? El coraz¨®n oscuro y el alma viscosa. Miedo y temblor (de Kierkegaard). La representaci¨®n de la falta de voluntad (de Schopenhauer). La curvatura imperfecta de la carne humana. Los abismos insondables de ti, de ti y de ti. Gritos entre el grito y los silencios. Autorretratos flagelados, deformes, castigados por el viento inclemente, espl¨¦ndidos. La pintura y el trazo son exuberantes, intimidantes, locos. Munch es un iluminado, y mucha luz (directa y matizada, refulgente siempre) es precisamente lo que tienen todas las figuras y todos los paisajes, centrales y secundarios, que el pintor ha legado a la humanidad. El cuerpo vestido y desnudo del desmadejado pelo rojo azuza los recuerdos y las experiencias compartidos de hombres y mujeres de hoy y de ayer. La imagen transporta los ojos y el pensamiento a mil pasos del presente y del pasado, alcanzando la feliz inhibici¨®n del entorno.
Soberbio. Inolvidable. Es el deseo de vivir en Oslo. Es el desvar¨ªo humano del arte superior, no el ensimismamiento de la pol¨ªtica y la cultura patizamba y piernicorta catalana. Es Munch, es Madrid.
Manel Martos es doctor en Humanidades y editor de RBA
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