Castigo a la creaci¨®n: ?Pensi¨®n o derechos de autor?
Los artistas tienen que elegir ahora a los 65 a?os entre una de las dos opciones
Seguimos inmersos en una crisis econ¨®mica que corre el peligro de cronificarse. Oxfam Interm¨®n alerta que 20 personas en Espa?a poseen la misma riqueza que el 30% de la poblaci¨®n; una poblaci¨®n que ve c¨®mo su precariedad aumenta, y su esperanza de alcanzar una vida digna y aut¨®noma se reduce hasta convertirse en una meta imposible. Mientras la desigualdad crece, la avalancha de noticias sobre corrupciones y corruptelas no cesa.
Hay que modificar la cultura imperante y el paradigma econ¨®mico, adoptar nuevos valores sociales, establecer nuevas prioridades y apostar con firmeza por la creaci¨®n y el conocimiento como bases estables de una sociedad que aspira a ser m¨¢s solidaria, justa y sabia, y tambi¨¦n m¨¢s respetuosa con la naturaleza.
Sin embargo, cuesta ser optimista cuando las medidas legislativas van en la direcci¨®n contraria. Durante los ¨²ltimos a?os hemos visto c¨®mo los recortes m¨¢s dr¨¢sticos, los mayores desprecios, los impuestos m¨¢s abusivos, como el IVA cultural, se dirig¨ªan de manera empecinada contra el colectivo de creadores y artistas.
Ahora se hacen patentes los efectos de una nueva medida, herencia de la reforma de la Ley de Pensiones que entr¨® en vigor en 2013, que condena a los creadores mayores de 65 a?os a elegir entre cobrar la pensi¨®n por la que han cotizado o seguir ejerciendo su actividad literaria, art¨ªstica o cient¨ªfica, y percibir los derechos de autor.
Se manda a la jubilaci¨®n a los escritores, m¨²sicos, cineastas y artistas m¨¢s veteranos, que en muchos casos se encuentran en la plenitud de su capacidad intelectual o expresiva.
Las medidas aplicadas atentan contra los derechos individuales, y contra la difusi¨®n de la Cultura y la Ciencia como bienes sociales de inter¨¦s general. Vemos c¨®mo se persigue, se fiscaliza y se tilda de estafadores a autores relevantes, entre ellos varios premios Cervantes, que deber¨ªan ser conocidos por su obra y no por tener que abonar una multa o una deuda; o los autores an¨®nimos que han esperado su jubilaci¨®n para dedicarse a escribir o quienes en plena madurez reciben un premio tard¨ªo, que no pueden cobrar sin ver amenazada su pensi¨®n.
Esta disyuntiva entre la pensi¨®n y una retribuci¨®n por actividad profesional incurre en una clara injusticia legislativa.
En primer lugar, los derechos de autor suelen corresponder a obras realizadas con anterioridad a la edad de jubilaci¨®n, siendo una penalizaci¨®n retroactiva. En segundo lugar, esa misma administraci¨®n no devuelve las cotizaciones abonadas durante tantos a?os, que pasan a las arcas del Estado sin ofrecer una compensaci¨®n. En tercer lugar, las liquidaciones de derechos anuales que las editoriales pagan a los autores son actividades estrictamente legales, con la correspondiente retenci¨®n y declaradas ante Hacienda. En cuarto lugar, se censura la capacidad intelectual y creativa de las personas mayores, conden¨¢ndolas al silencio, y se castiga al conjunto de la sociedad priv¨¢ndola de su talento y sus conocimientos.
No hablamos de cantidades desmesuradas, como las cobradas indebidamente o defraudadas por tantos corruptos o las pensiones millonarias que algunos se han arrogado. La obligaci¨®n de elegir entre la pensi¨®n y la actividad creativa existe cuando el autor supera el salario m¨ªnimo interprofesional, es decir, 9000 euros anuales o 750 euros al mes, con la suma de los cursos, art¨ªculos, conferencias y derechos de autor que su obra le genere.
Se puede compatibilizar una pensi¨®n con la percepci¨®n de intereses bancarios, con ganancias en bolsa, con ingresos de alquileres, y un largo etc¨¦tera. Los creadores, sin embargo, no pueden compatibilizar su pensi¨®n con la continuidad de su obra. Una medida que solo existe en Espa?a, como si aqu¨ª nos sobraran la creatividad y el talento.
En la novela Lecci¨®n de alem¨¢n de Siegfried Lenz, un polic¨ªa recibe ¨®rdenes, durante el r¨¦gimen nazi, de impedir que un pintor, ilustre representante de lo que entonces se llamaba ?arte degenerado?, siga pintando. El pintor, naturalmente, sigue pintando a escondidas, pero el polic¨ªa quema las pinturas que descubre.
Esperemos que escritores, artistas y cient¨ªficos sigan creando a escondidas, y que sus obras vean la luz alg¨²n d¨ªa, cuando la injusta ley que las obliga a permanecer en la oscuridad sea revocada.
Ana Noguera y Vicente Mu?oz Puelles son miembros del Consell Valenci¨¤ de Cultura
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