Retorno a la primera ilustraci¨®n
Maquiavelo, Montaigne y La Bo¨¦tie cambiaron la mirada sobre la pol¨ªtica, la sociedad y la experiencia humana con un retorno a la experiencia y a la materialidad social
Esta semana, en un solo d¨ªa, llegaron a la prensa tres tristes historias europeas. El Gobierno de Dinamarca, otrora ejemplo de buen hacer, se apuntaba a la siniestra modo de confiscar bienes de los refugiados sirios. No tienen nada y les dejan con menos. En Italia, Mateo Renzi ordenaba cubrir p¨²dicamente algunos desnudos de los museos capitolinos para no ofender el presidente iran¨ª Rohani de visita en la capital. 17.000 millones de euros en contratos eran raz¨®n suficiente para sustituir los valores de la rep¨²blica por los de la revoluci¨®n de los cl¨¦rigos. Y en Francia, la ministra de Justicia, Cristiane Toubira, abandonaba el Gobierno cansada de la obsesi¨®n seguritaria de su presidente y de su primer ministro. La retirada de la nacionalidad y las asignaciones a residencia por decisi¨®n policial se han convertido en iconos de la pol¨ªtica del miedo. ?Qu¨¦ tienen en com¨²n estas tres historias nada edificantes? Que son expresi¨®n de la impotencia de los gobernantes europeos, capaces de ser tan crueles con los perdedores ¡ªla di¨¢spora siria¡ª como d¨®ciles con los poderosos, simplemente para satisfacer las reactivas pulsiones de una ciudadan¨ªa instalada en el miedo; de ser serviciales hasta la humillaci¨®n con quienes llegan con las chilabas cargadas de dinero, incapaces de poner l¨ªmites a los que manejan la riqueza nacional; y de ponerse los galones de jefes del ej¨¦rcito y de la polic¨ªa para disimular su impotencia a la hora de tomar decisiones econ¨®micas. Con la rid¨ªcula ocurrencia de declarar la guerra al Califato isl¨¢mico, Fran?ois Hollande hacia un reconocimiento expl¨ªcito de una triste realidad: a los gobiernos europeos no les queda mucho m¨¢s que el teatro de la seguridad.
Ante esta sensaci¨®n de degradaci¨®n pol¨ªtica y moral, no queda m¨¢s remedio que viajar a lo que me gusta llamar la primera Ilustraci¨®n. La del siglo XVI, en que Maquiavelo, Montaigne y La Bo¨¦tie cambiaron la mirada sobre la pol¨ªtica, la sociedad y la experiencia humana, con un retorno a la experiencia y a la materialidad social, despojada la raz¨®n del peso del dogma y colocando el acento en la verdad efectiva de las cosas y no en la arquitectura a priori de los principios. Fue La Bo¨¦tie quien se pregunt¨® por la servidumbre voluntaria, y dio tres explicaciones que todav¨ªa son ¨²tiles para entender historias tristes como las que encabezan este texto: el miedo, la pasi¨®n humana m¨¢s extendida; la costumbre, las ideas recibidas, y las pir¨¢mides clientelares. Fue Montaigne el que defini¨® nuestra condici¨®n a partir de la experiencia, entendida como encuentro con la realidad tangible: el otro, el acontecimiento, la vida. Sabedor de que los hombres no son como los pintan los que les idealizan, Maquiavelo centr¨® su tarea en el conocimiento de los pr¨ªncipes y de los hombres. Y como le reconoci¨® Francis Bacon nos ense?¨® a explicar lo que los hombres hacen, no a decirles lo que deben hacer. Porque s¨®lo desde este conocimiento, se podr¨¢n anticipar las bifurcaciones que aparecen en el camino de los pueblos y acertar al captar la ocasi¨®n que es lo que distingue al buen pr¨ªncipe. El que s¨®lo se obstina en conservar el poder acabar¨¢ perdi¨¦ndolo, porque "el pr¨ªncipe necesita tener la amistad de los pueblos, de otro modo no tendr¨¢ ning¨²n remedio en la adversidad."
La emergencia de una corrupci¨®n estructural en la pol¨ªtica espa?ola y, en especial en el partido que gobierna, ha convertido en espect¨¢culo p¨²blico la contradicci¨®n entre lo que los gobiernos hacen y lo que dicen. A falta de pol¨ªtica, nuestros gobernantes juegan a hacer pol¨ªtica. Parecen disfrutar diciendo un d¨ªa que se someter¨¢n a la investidura y rechazando al siguiente la propuesta del Rey (Rajoy), como si con estas tomaduras de pelo demostraran su poder¨ªo. Y, pese a ello, como me hac¨ªan notar el jueves en un debate en Marsella, en Espa?a, a diferencia de otros pa¨ªses, la irrupci¨®n de nuevos actores pol¨ªticos ha demostrado que los ciudadanos m¨¢s desconfiados no quieren dar la pol¨ªtica por p¨¦rdida. La conflictividad social es imprescindible para el crecimiento de la sociedad, defend¨ªa Maquiavelo. Los movimientos sociales de 2011 forzaron la apertura del sistema al optar por dejar la calle por las instituciones. Querer marginarlos ahora es negarse a reconocer la verdad efectiva de las cosas. Que es precisamente lo que determina para Maquiavelo la virtud del Pr¨ªncipe.
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