Lo que esconde el t¨®pico
En la liga de tradici¨®n y modernidad juega el 5 Jotas del callej¨®n de Puigcerd¨¢, ese nuevo espacio del barrio de Salamanca
La vida contempor¨¢nea est¨¢ armada a base de t¨®picos que, de tanto repetirse sin que aparentemente nadie se d¨¦ cuenta de que rozan lo rid¨ªculo, terminan haciendo que los asumamos, rindi¨¦ndonos a la evidencia de que quienes se sirven de ellos para transitar por la vida son m¨¢s y est¨¢n mejor armados que nosotros. Amigo de sus amigos. Ciudadano del mundo. Tradici¨®n y modernidad. Cl¨¢sico renovado. En esta ¨²ltima liga juega el nuevo 5 Jotas del callej¨®n de Puigcerd¨¢, ese espacio del barrio de Salamanca que gestiona la uniformidad de un pueblo tur¨ªstico con la exclusividad de su c¨®digo postal. Ah¨ª, justo al lado del c¨¦lebre Los Gallos y a pocos metros de La M¨¢quina de Jorge Juan, este cl¨¢sico de los Osborne ha reabierto con interiorismo de Sandra Tarruella, art¨ªfice de ese imperial triunfo est¨¦tico que es el Grupo Tragaluz, y una carta que deja al jam¨®n que da nombre al lugar y sentido a todo lo dem¨¢s, como casi ¨²nica se?a de identidad de un restaurante que jam¨¢s pens¨® que tuviera que valerse de un concepto para trascender. En un s¨ªmil futbol¨ªsito, podr¨ªamos decir que el fascinante jam¨®n que aqu¨ª se sirve es como Cristiano o Messi: puede ganar un partido ¨¦l solo, pero si le acompa?an 10 tuercebotas es bastante complicado que pueda sostener a ese equipo semana tras semana. Afortunadamente, la carta que rodea al jam¨®n est¨¢ realmente bien armada. M¨¢s all¨¢ de un secreto ib¨¦rico excesivamente dulz¨®n, el resto (el arroz meloso, los chipirones, las croquetas¡) se eleva con esplendor y reclama su protagonismo tanto en el mar como en la monta?a. Es una carta que no corre despavorida hacia lo que cree es el futuro, ni se cobija acongojada en la comodidad del pasado. El mayor problema, pues, es la ubicaci¨®n, que puede hacer que pase desapercibido entre tanto local de moda capaz de reproducir lo que sucede en Londres o Nueva York casi en tiempo real y serv¨ªrselo a un p¨²blico m¨¢s preocupado estar aqu¨ª que por metabolizar los motivos por los que podr¨ªa desear volver aqu¨ª. Tampoco ayuda esa m¨²sica a un volumen excesivamente alto y de una naturaleza que hace que si uno no lleva pantalones de lino blanco y comparte mesa con, al menos, tres personas con mechas californianas, se sienta algo desubicado. De cualquier modo, esto no deber¨ªa empa?ar lo que es un impecable ejercicio de renovaci¨®n de un cl¨¢sico. Cualquiera que sea amigo de sus amigos, deber¨ªa traerlos aqu¨ª.
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