Rajoy y la aversi¨®n al pacto
Para Mas, la relaci¨®n natural con el adversario pol¨ªtico es la amenaza. Rajoy espera a que los problemas se pudran, hasta que solo ¨¦l puede soportar el hedor
En la campa?a presidencial de 2008, Sarah Palin, por aquel entonces gobernadora de Alaska y candidata a la vicepresidencia, fue preguntada por su visi¨®n en pol¨ªtica internacional, concretamente por la situaci¨®n pol¨ªtica en Rusia. Para acreditar su condici¨®n de estadista, Palin respondi¨®: ¡°Desde Alaska se puede ver Rusia¡±. La pol¨ªtica internacional es para Palin lo que el pacto y el acuerdo es para Rajoy, a saber, algo con lo que no ha tenido contacto durante los ¨²ltimos cuatro a?os. Aunque uno tiene la sospecha de que, en realidad, esa incapacidad para llegar a acuerdos tiene m¨¢s que ver con una forma casi cong¨¦nita de entender la estrategia pol¨ªtica que con la mayor¨ªa absoluta de esta ¨²ltima legislatura.
Rajoy tiene dificultades para establecer canales de interlocuci¨®n pol¨ªtica con sus adversarios. De ello se deriva que, o bien consigue las cosas por la fuerza de sus votos, o bien los problemas que exigen interactuar de alg¨²n modo constructivo con el adversario se carcomen hasta hacerse inabordables. Rajoy es averso al pacto porque es averso a la interlocuci¨®n pol¨ªtica.
En esto ¨²ltimo, por cierto, Rajoy y Artur Mas se parecen mucho m¨¢s de lo que parece. Mas entiende la interlocuci¨®n pol¨ªtica con los dem¨¢s como la sede donde se consiguen las cosas por amenaza: ¡°Si no hacemos coalici¨®n, no hay elecciones¡±, dirigi¨¦ndose a ERC; ¡°Si no me das el pacto fiscal, me subo al carro de la independencia¡±, dirigi¨¦ndose al PP; ¡°Si no me hac¨¦is presidente, asume la carga de haber terminado con el proceso independentista¡±, dirigi¨¦ndose a la CUP.
La relaci¨®n natural con el adversario pol¨ªtico es la de la amenaza, esa es la manera en que funciona la interlocuci¨®n pol¨ªtica para Mas. No hace falta decir que s¨®lo en un sentido superficial eso es interlocuci¨®n pol¨ªtica. Rajoy adolece del mismo problema, pero es m¨¢s inescrutable, porque no amenaza, al menos no directamente, ni tampoco toma nunca la iniciativa, como se vio estos ¨²ltimos d¨ªas al declinar en primera instancia la investidura. Rajoy, nadando en ese mar de quietismo, espera que los problemas se pudran y ¨¦l emerja de esa situaci¨®n, m¨¢s por aburrimiento que por convicci¨®n, como el ¨²nico capaz de soportar el hedor.
Pero ese quietismo resulta particularmente desconcertante cuando de lo que se trata es precisamente de su propia investidura. Las ofertas de pacto al PSOE han sido tan gen¨¦ricas que uno tiene dificultades en creer que han sido genuinas. As¨ª que hay algo misterioso en Rajoy. O consigue ver algo que los dem¨¢s no conseguimos ver, y entonces ese quietismo tiene algo de enigm¨¢tico, como si esa pasividad encerrara una jugada maestra, o simplemente lo que hay es lo que vemos. Y lo que vemos es, desde luego, la mediocridad.
Ludwig Wittgenstein estaba fascinado por un descubrimiento que hizo cuando su peluquero le cortaba el cabello. Not¨® el vien¨¦s que, en la cadena de tijeretazos, en ocasiones el peluquero daba sutiles tijeretazos al aire, de forma deliberada, sin cortar ni un cabello. Al cabo de un rato dedujo que lo hac¨ªa porque tras ese tijeretazo inocuo la tijera quedaba en la trayectoria id¨®nea para que el siguiente tijeretazo cortara el cabello tal y como el peluquero quer¨ªa.
Con Rajoy uno tiene la sospecha de que ¨²nicamente est¨¢ pegando tijeretazos al aire, que nunca llega a cortar cabello, y que esos tijeretazos al aire no son m¨¢s que eso, tijeretazos al aire y no jugadas maestras, y que el cabello termina cayendo simplemente porque envejece el cuero cabelludo. Pero siempre le queda a uno la duda: uno no llega a presidente del Gobierno sin ser un poco m¨¢s proactivo, as¨ª que seguro que despu¨¦s de ese tijeretazo al aire le suceder¨¢ alg¨²n tijeretazo que corte algo sustantivo; seguro que despu¨¦s de esta contemplaci¨®n ap¨¢tica del problema, Rajoy lo abordar¨¢.
Pero hasta el momento, nada de nada. A no ser que Rajoy tenga prevista una jugada de ¨²ltima hora, una que no consista en dejar perecer la situaci¨®n de su investidura, algo que ahora mismo parece lo m¨¢s probable, la presidencia de Rajoy, as¨ª como toda su trayectoria pol¨ªtica ¡ªincluso en el caso de que vuelva a haber elecciones y ¨¦l consiga ganarlas con una mayor¨ªa suficiente para gobernar¡ª, podr¨¢ ser tachada de mediocre. Y ante la mediocridad, infiel par¨¢frasis del conocido motto wittgensteniano, no queda m¨¢s que guardar silencio, porque a la mediocridad nada se le puede exigir y de ella nada cabe esperar.
Pau Luque es investigador en el Instituto de Investigaciones Filos¨®ficas de la Universidad Nacional Aut¨®noma de M¨¦xico.
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