El placer del teatro de siempre

Un buen autor puede conseguir cualquier cosa, incluso devolverle al espectador de oficio la inocencia. Recuperar la lejana sensaci¨®n de dejarse llevar por una intriga sin fisuras y unos personajes que hasta la ¨²ltima escena mantienen vivo el misterio. Abandonar feliz toda resistencia para no romper el placer de las primeras veces; dejarse sorprender por un giro inesperado de la trama y ahogar una exclamaci¨®n de incredulidad como s¨®lo se oye en el cine cuando el zorruno guionista y el h¨¢bil director te dejan con un palmo de narices.

Inf¨¤mia de Pere Riera no revolucionar¨¢ la dramaturgia catalana pero maldita la necesidad que tiene de ponerse a la cabeza del pelot¨®n de los iconoclastas. Desde su conservadurismo ofrece un extraordinario momento de teatro bien hecho. Ahora este disfrute atemporal ¡ªcomo el que se siente con un novel¨®n de Joyce Carol Oates¡ª se encuentra en La Villarroel, pero es f¨¢cil imaginarla ma?ana mismo en una marquesina de Londres para lucimiento de una gran estrella, un enorme actor shakespeariano y una pareja joven con talento.

Una adaptaci¨®n sin complicaciones. Nada m¨¢s universal que cuatro profesionales de la escena cuestionando su vocaci¨®n ante el p¨²blico fisg¨®n por el colosal desgaste personal que supone administrar las miserias del oficio entre triunfos, si estos llegan. Y hacerlo con Ofelia como personaje central, y Hamlet, Getrudis y Claudio como secundarios. Un texto sobre el efecto corrosivo de la inseguridad aleada con la vanidad, sobre dos maneras antag¨®nicas de entender la interpretaci¨®n (Gielgud versus Brando), sobre t¨¦cnicas manipuladoras, sobre la tenue frontera entre ficci¨®n y realidad. Todo en manos de un cuarteto de personajes que por s¨ª solos parecen tener vida m¨¢s all¨¢ del tiempo fijado por el autor en esta comedia dram¨¢tica.

La formidable Emma Vilarasau ¡ªahora s¨ª espl¨¦ndida¡ª se erige de entrada en el puntal de la trama como auto-retirada diva armada con frases-punz¨®n (entre Bette Davis y Greta Garbo), reinvent¨¢ndose como maestra de una actriz m¨¢s joven (Anna Moliner) que se somete a sus crueles lecciones para superar una prueba en compa?¨ªa de otro actor (Francesc Ferrer).

Pero el aire de vitri¨®lica master-class se esfuma con la entrada en escena de Jordi Boixaderas. ?l aporta una inquietante motivaci¨®n oculta que ir¨¢ adquiriendo protagonismo y que trastocar¨¢ el rol que ejerce la pareja joven en este juego dram¨¢tico. Boixaderas es pura taimada ocultaci¨®n, como Moliner representa el af¨¢n de permanencia como actriz, aunque tenga que ofrecer m¨¢s de una docena de variaciones sobre el personaje de Ofelia. Un admirable tour de force interpretativo. Ferrer asume el dif¨ªcil papel del actor consciente de no poseer un don innato. Lo suyo es otro tipo de supervivencia.