Esto se hunde
Turull fue el encargado de homenajear a la emblem¨¢tica expresidenta de ?mnium Cultural
Lo primero fue el aplauso a la rosa blanca que hoy ocupaba el esca?o de Muriel Casals. Todos los parlamentarios en pie haciendo o¨ªr sus manos como un reclamo para llamar a una vida que falta. Luego, un largo minuto de silencio que dur¨® tambi¨¦n toda una vida. Era el silencio de la condici¨®n humana, y el murmullo del aire acondicionado y el sonido de las c¨¢maras de fotos se apoderaban de ¨¦l como el ruido del mar se apodera de tierra firme. Los mismos aplausos se convertir¨ªan en lo ¨²ltimo de la sesi¨®n de control al Govern de este mi¨¦rcoles. Ser¨ªa tras la intervenci¨®n de Turull, que en nombre de JxS¨ª homenaje¨® a la compa?era desparecida, la emblem¨¢tica expresidenta de ?mnium Cultural.
Jordi Turull tiene aspecto de antiguo, pero no porque se haya quedado atr¨¢s sino porque vino al mundo para ser antiguo. (Un antiguo es la ant¨ªtesis de un cl¨¢sico. No se puede ser cl¨¢sico sin haber sido antes moderno). En su intervenci¨®n, Turull reconoci¨® que hay episodios en que la pol¨ªtica no se gusta a ella misma y en que ni los mismos pol¨ªticos se gustan a s¨ª mismos. Y dicho esto, todos volvieron a aplaudirse. Antes de ¨¦l hab¨ªa hablado In¨¦s Arrimadas, que acus¨® a JxS¨ª de judicializar la pol¨ªtica. Al hemiciclo se le escap¨® la risa. Y previamente a la dirigente de C's, hab¨ªa tomado la palabra el socialdem¨®crata Miquel Iceta. Cuando a¨²n no se hab¨ªa convertido en un oficio especializado, al socialismo se llegaba o bien desde el trabajo o bien desde el estudio. Iceta empez¨® su militancia en el PSP de Tierno Galv¨¢n, y se le nota que viene de la lectura, de los cl¨¢sicos. Esta ma?ana le pregunt¨® al presidente Carles Puigdemont por el concurso de adjudicaci¨®n de Aigu?es del Ter Llobregat y por la recolocaci¨®n del imputado Josep Antoni Rosell, es decir, por lo que este Govern tiene de continuidad del gobierno convergente de Artur Mas, y le record¨® lo necesaria que se hace la transparencia. Puigdemont estuvo conciso: se levant¨®, se la garantiz¨® y se sent¨®. A menudo, se confunde transparente con invisible.
A Llu¨ªs Rabell no hay manera de no verle, abulta lo que una asociaci¨®n de vecinos y tiene busto de pater familias romano. Le pidi¨® al President explicaciones sobre la contrataci¨®n de Rosell y sobre los 139.000 euros anuales que le han endosado de sueldo. Como si hubiera venido de Tubinga (de la universidad de Hegel, no de tomar tubos en Zaragoza), concluy¨® que esas cosas no se hacen, aunque s¨®lo sea por est¨¦tica. Le hab¨ªa precedido Garc¨ªa Albiol, excalcalde derechista de Badalona (localidad sardanista y costera, a 1.200 km de Tubinga), que le pregunt¨® al President si iba a acatar la suspensi¨®n de la consejer¨ªa de Asuntos Exteriors. Fue despachado por Puigdemont con una sola frase, ¡°Romeva continuar¨¢ siendo conseller¡±, que la CUP aplaudi¨® a rabiar, y por supuesto tambi¨¦n los de su partido. Es ¨¦ste es un Parlament ensimismado que se pasa el d¨ªa aplaudi¨¦ndose por todo y fascinado con el mundo de los gestos. Es como si se hubiera cambiado la representatividad por las representaciones.
La primera de esta ma?ana en preguntarle a Puigdemont hab¨ªa sido la portavoz de la CUP, Gabriela Serra. El tema: la ayuda a los refugiados (¡°personas necesitadas en este ¨¢mbito¡±, los llam¨® el President). Para visualizar el problema, la parlamentaria llevaba una camiseta de la plataforma Stop Mare Mortum. Justo en el instante en que el President respond¨ªa y calificaba por en¨¦sima vez la situaci¨®n como ¡°la verg¨¹enza de Europa¡±, dos miembros de la plataforma alzaron en silencio sendos chalecos salvavidas de color naranja, los ujieres los desalojaron en silencio y los activistas desaparecieron de la tribuna de invitados siempre en silencio. Y as¨ª todo qued¨® repartido entre las palabras de siempre y el silencio. Pero entonces se levant¨® Gabriela Serra, abri¨® la trampilla que separa la parte de la monta?a del hemiciclo de la tribuna de invitados, sali¨® en busca de los expulsados y regres¨® a su esca?o con un chaleco salvavidas Yamaha puesto. Y pertrechada de ese modo se sent¨®. Ver a un parlamentario asistir a un pleno con chaleco salvavidas no ayuda a disipar la sensaci¨®n de que todo esto se hunde.
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