Las diputaciones como problema
Si la sociedad se nos ha hecho m¨¢s compleja, hemos de avanzar tambi¨¦n hacia formas de gobierno que recojan e incorporen esta complejidad
En medio del debate entre gobierno de cambio, gobierno de progreso o no gobierno, ha emergido un tema al que pocos daban importancia: el futuro de las diputaciones provinciales. Se trata de instituciones surgidas con el decreto de Javier de Burgos en 1833, siguiendo la estela de la l¨®gica aparentemente racionalizadora inciada por Napole¨®n con la creaci¨®n de los departamentos en Francia. Desde entonces, nunca se ha sabido muy bien si eran un problema o una soluci¨®n. Hay sitios en que son decisivas y resultan absolutamente centrales en la vida de las gentes (Pa¨ªs Vasco y Navarra). En otros casos, cambiaron el r¨®tulo de Diputaci¨®n por el de Comunidad Aut¨®noma (Murcia, Madrid, Cantabria, la Rioja, Asturias), remodelando su funci¨®n. Y en otros, como Catalu?a, hemos ido pasando del rechazo a la aceptaci¨®n dependiendo de las vicisitudes pol¨ªticas. Empezamos queriendo eliminarlas en 1980 con una ley para su transferencia urgente y plena a la Generalitat, pero el Tribunal Constitucional cercen¨® esa posibilidad. Luego, con la reforma del Estatut en 2006, se apuntaba a las non natas veguer¨ªas para sustituir sus funciones y servicios. A d¨ªa de hoy, las diputaciones siguen acumulando recursos, personas y funciones, y m¨¢s que suprimirlas se aspira a gestionarlas.
El pacto del PSOE con C's incluye eliminar las diputaciones y sustituirlas por ¡°consejos de alcaldes¡±. No parece que haya ca¨ªdo muy bien en ciertos territorios (Andaluc¨ªa, Extremadura) donde el PSOE gobierna, como de hecho ya ocurri¨® en el 2011 cuando Rubalcaba sugiri¨® esa posibilidad. La defensa que hace PP es tambi¨¦n clara. Parece indudable que su capacidad de distribuir recursos y retribuir responsabilidades las convierten en una preciada palanca de clientelismo pol¨ªtico.
Lo cierto es que en Espa?a hay m¨¢s de 8.000 municipios, de los que m¨¢s de 5.000 no superan los mil habitantes. Solo poco m¨¢s de 700 superan los 10.000, tama?o que podr¨ªamos considerar como b¨¢sico para prestar muchos servicios. La fragmentaci¨®n institucional y territorial en Catalu?a es tambi¨¦n significativa. Tenemos 4 diputaciones provinciales, m¨¢s de 40 consejos comarcales, casi 950 municipios, m¨¢s de 50 mancomunidades, casi 60 entidades municipales descentralizadas, el ?rea Metropolitana de Barcelona y un n¨²mero indeterminado de consorcios. ?Son las diputaciones parte del problema o parte de la soluci¨®n? La respuesta no es simple. Es evidente que la fragmentaci¨®n municipal es poco funcional. Pero sabemos por experiencia que no se pueden suprimir municipios bas¨¢ndose en criterios estrictamente funcionales, ya que ello conlleva suprimir identidades, v¨ªnculos de pertenencia, implicaci¨®n de la gente con su lugar de origen o de residencia. Solo agregando de manera voluntaria, sin p¨¦rdidas emocionales, pueden conseguirse escalas adecuadas para mejores y m¨¢s eficientes servicios (La Vall d'en Bas). Lo f¨¢cil es desagregar, lo dif¨ªcil es sumar sin restar identidad y pertenencia.
Las diputaciones son en parte una respuesta a esa fragmentaci¨®n, pero a cambio de ello, sus estructuras, sus formas y costes de funcionamiento, su opacidad y falta de responsabilidad directa frente a los ciudadanos, las dota de rasgos que no facilitan defender su existencia. ?Pueden ser sustituidas por estructuras m¨¢s ligeras e igualmente eficaces? Creo que la respuesta es positiva. Probablemente l¨®gicas m¨¢s cercanas a los consorcios territoriales, por temas, con presencia directa de alcaldes, agilizar¨ªa funciones y permitir¨ªa un control m¨¢s directo de la ciudadan¨ªa sobre sus funciones y sus resultados.
Gobernar hoy en cualquier municipio requiere asumir m¨¢s interdependencias entre actores y niveles de gobierno. ?Incentivan las diputaciones esas din¨¢micas o no aportan nada en ellas? En el caso de la conurbaci¨®n metropolitana, ?no hay un cierto solapamiento de funciones y tareas? Si la sociedad se nos ha hecho m¨¢s compleja, hemos de avanzar tambi¨¦n hacia formas de gobierno que recojan e incorporen esta complejidad, desde visiones m¨¢s compartidas de lo que significa la elaboraci¨®n y puesta en pr¨¢ctica de las pol¨ªticas y de la acci¨®n de gobierno de lo com¨²n y del territorio. O son capaces las diputaciones de repensarse, rendir cuentas, abrirse y situarse en un terreno m¨¢s funcional y menos autoreferencial, o su existencia ser¨¢ puesta m¨¢s y m¨¢s en cuesti¨®n.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la UAB.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.