De Antonio L¨®pez y L¨®pez a los barceloneses
Una familiar del hist¨®rico empresario reivindica su figura como motor de la ciudad
Apreciados conciudadanos,
Ir¨¦ al grano. Instalado desde 1883 en la eternidad, comprender¨¢n que la brevedad de mi reaparici¨®n terrenal sea m¨¢s por deferencia hacia ustedes que por un inter¨¦s excesivo en detallar un pasado, sobre el cual, les adelanto, no har¨¦ ninguna declaraci¨®n especial, as¨ª pues, les rogar¨ªa centren su clarividencia en el objetivo principal de esta carta que es contribuir a reflexionar sobre la importancia en la toma de decisiones respecto a asuntos relacionados con la memoria hist¨®rica de los pueblos y ciudades.
En primer lugar, agradecer a Anna Caball¨¦ su espl¨¦ndido art¨ªculo publicado en el Quadern del diario EL PA?S 24.02.16 en relaci¨®n a la posible retirada de la estatua que me representa, as¨ª como la de mi consuegro, Joan G¨¹ell i Ferrer: padre de Eusebi G¨¹ell i Bacigalupi, casado con mi querida hija Isabel L¨®pez Bru. Me remito a dicho escrito donde se resumen los motivos por los cuales la ciudad de Barcelona nos concedi¨® el honor de recordarnos a trav¨¦s de esas estatuas, as¨ª como la raz¨®n que alegan para retirarlas. Al respecto, manifestar mi sorpresa e indignaci¨®n sobre las dudas sin fundamento en relaci¨®n a Joan G¨¹ell i Ferrer; hombre dotado de un gran sentido empresarial, pero, sobre todo, una extraordinaria persona volcada en la idea del bien com¨²n y en el progreso de los pueblos, opini¨®n que detalla la responsable de la Unidad de Estudios Biogr¨¢ficos (UEB) con datos de mucho inter¨¦s adem¨¢s de otros entra?ables como su multitudinario entierro.
En lo que a mi persona se refiere, entre los enfermizos celos de mi cu?ado y mi dedicaci¨®n a la industria naviera, la historia dispone de m¨¢s puertas abiertas a elucubraciones malintencionadas sobre lo que hac¨ªa o dejaba de hacer en el inicio de mis negocios. Al respecto, ¨²nicamente a?adir¨¦ una reflexi¨®n tan obvia como necesaria a la hora de juzgar el pasado. A cada ¨¦poca le toca vivir su estupor; estupor m¨¢s o menos retrospectivo, verg¨¹enza que asoma tarde o temprano. A los j¨®venes de mi generaci¨®n, de la cual me siento enormemente orgulloso por su valerosa capacidad de empuje ante la falta de recursos y oportunidades en nuestra propia tierra, nos toc¨® aterrizar en un lugar y una ¨¦poca enraizada en la relaci¨®n de amos y esclavos: relaci¨®n, adem¨¢s de legal, vivida como natural, lo que conlleva impunidad no s¨®lo ante la ley sino ante uno mismo y ante la eternidad, no obstante, ello no implica que la perspectiva del tiempo te impida juzgarla con el debido sentido cr¨ªtico y el consiguiente estupor. A cada ¨¦poca, su estupor legalizado. Ahora les toca a ustedes asistir a la tragedia de millones de refugiados de guerra que huyen desesperados hacia Europa top¨¢ndose con barreras levantadas para evitar su entrada y la decisi¨®n implacable de su expulsi¨®n masiva. Reconociendo que algo se ha avanzado en humanidad, pues, al menos, estas terribles verg¨¹enzas sociales ya no se viven con la naturalidad del pasado, ello no implica un menor grado de responsabilidad compartida, m¨¢s bien lo contrario.
Pero, volviendo a los historiadores, qu¨¦ fant¨¢stica labor hacen indagando en archivos para contarnos lo que fuimos que no es otra cosa que encontrar huellas de lo que somos. Y me pregunto ?qu¨¦ es una ciudad sin su historia? Si se pudiera empezar de cero, tal vez, s¨®lo tal vez, recomendar¨ªa numerar las calles sin nombres ni estatuas, pero, volviendo a Barcelona, la ciudad que tanto quise y en la que tanto esfuerzo e ilusi¨®n invert¨ª para que progresara, desde la justa humildad siempre aconsejable, perm¨ªtanme una pincelada de orgullo familiar. ?Qu¨¦ seria Barcelona sin nuestras aportaciones? Desde luego, no ser¨ªa esa capital de Catalunya que tanto inter¨¦s despierta. Entre otros notables emprendedores, fundamos las primeras industrias, descubrimos y protegimos a los principales artistas catalanes de la ¨¦poca fundamentalmente a trav¨¦s del encargo de obras particulares que han resultado de gran valor emblem¨¢tico para la ciudad.
El modernismo catal¨¢n no existir¨ªa, afirma Anna Caball¨¦. Conozcan su opini¨®n especializada y, cuando visiten el Palau G¨¹ell o paseen una ma?ana soleada por el parque G¨¹ell, recuerden que cada piedra sali¨® de la desbordante y genial imaginaci¨®n de Antoni Gaud¨ª, pero tambi¨¦n de dos adolescentes que cruzaron el atl¨¢ntico en busca de un porvenir y lo encontraron a base de esfuerzo, valent¨ªa y capacidad de crecer como personas y como empresarios transmitiendo a sus familias el inestimable legado que supone la pasi¨®n por la vida y la cultura m¨¢s all¨¢ de intereses propios; dos personas de carne y hueso representativas de la Barcelona emprendedora y abierta al mundo cuyas estatuas levantadas por sus contempor¨¢neos hoy se plantea el retirarlas. Al margen de ins¨®litos y desagradables detalles de descortes¨ªa, nuestro nombre est¨¢ inscrito en las entra?as y el alma de la ciudad, no obstante, en beneficio de todos, conf¨ªo en que esta especie de pureza febril se contenga y visiones expertas como la referida ayuden a reflexionar sobre una pregunta esencial para el devenir de una sociedad que se precie y desee afrontar su futuro cuestion¨¢ndose su pasado ?Con qu¨¦ criterios se ha de juzgar a nuestros antepasados?
Reciban un cordial saludo
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