Contagioso, s¨ª o s¨ª
El noruego, biso?o y a¨²n sin debut discogr¨¢fico, se entrena en Madrid ante una entusiasta multitud juvenil
Seguramente ya sabr¨¢n que, con la progresiva evanescencia musical en este siglo que nos matar¨¢, ni siquiera se necesita publicar un disco para marcarse un llenazo en el Palacio de los Deportes. Los reticentes saldr¨ªan de dudas este viernes: 12.000 criaturas, previsiblemente ninguna de ellas nacida antes de 1986, entregadas a los teclados y maquinitas de un querub¨ªn noruego con la visera del rev¨¦s y un debut, Cloud Nine, planificado para mayo. Piensen m¨¢s en las puestas de sol ibicencas que en los botellones al pie del Fabrik. El tropical house que practica Kygo es efectista, envolvente, imparable. Le sobran unas cuantas mir¨ªadas de anodinas voces femeninas, pero entra solo. Tanto, que se convierte en un artefacto contagioso s¨ª o s¨ª, para deleite del oyente o incluso en contra de su voluntad.
El fen¨®meno lleva camino de superar el de Avicii, el productor sueco al que Kygo comenz¨® imitando cual chico avispado del vecindario escandinavo. La magia de Bergen, epicentro en los ¨²ltimos a?os de las mejores travesuras electr¨®nicas, aporta una eficacia casi matem¨¢tica al invento. Y las virguer¨ªas de las nuevas puestas en escena hacen el resto: miles de pulseritas azules, blancas o rojas accionadas por control remoto nos sit¨²an directamente en la gira de Coldplay con Mylo Xyloto (2012). Eso s¨ª: transformar la voluptuosidad original de Sexual Healing (Marvin Gaye) en verbena de mancomunidad vecinal deber¨ªa estar tipificado por el legislador.
Por supuesto todo est¨¢ enlatado, salvo las cuatro notas que el rubito ejecuta a las teclas, como si la presencia de m¨²sicos en escena pudiera ahuyentar a los espectadores. Las prioridades presupuestarias no apuntan hacia la especie humana salvo en lo que se refiere a los t¨¦cnicos de luminotecnia, responsables de un despliegue colorista y precioso que alegra la vista pero no, que sepamos, los pabellones auditivos. Son remilgos mel¨®manos, acaso. Los mismos que, en cambio, permiten agradecer el regusto r&b de I¡¯m In Love o ese aire a Ed Sheeran en falsete para Coming Over. El caso es que los David Guetta del planeta ya pueden echarse a temblar. El dulce y gigantesco artefacto bailable de Kygo y los ca?ones de humo y confeti apuntan directamente hacia sus narices. El debut madrile?o, programado en La Riviera y trasladado al Barclaycard porque las previsiones se sextuplicaron, puede que solo sea un primer indicio.
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