?Comunistas?
La Transici¨®n truncada les llev¨® a cierta marginaci¨®n. No pidieron nada a cambio. Y cuando han nacido nuevas fuerzas pol¨ªticas y sociales los apoyan sin pretensi¨®n dirigente. Ni esperan halagos ni escuchan insultos
No hay comunismo pero renace el anticomunismo. Los l¨ªderes de la derecha, el PP y Ciudadanos, y tambi¨¦n el PSOE pero m¨¢s discretamente, se escandalizan ante la hipot¨¦tica posibilidad que los ¡°comunistas¡± y otro ¡°extremistas¡± lleguen al poder. Y anuncian grandes males, no se sabe cuales. ?De qu¨¦ y de quienes tienen miedo? El ¡°comunismo¡±, identificado con el sistema sovi¨¦tico, ha desaparecido, solo pervive su caricatura en Corea del Norte, pues en Cuba est¨¢ en una transici¨®n sin posible vuelta atr¨¢s. En Europa occidental, los partidos comunistas hace d¨¦cadas que se integraron en los sistemas pol¨ªticos de democracia representativa y los m¨¢s importantes, en especial el franc¨¦s y el italiano, formaron parte de gobiernos en todos los niveles del Estado. El PC franc¨¦s, bajo la presidencia socialista de Mitterrand, y el PC italiano deriv¨® como Partido Democr¨¢tico, est¨¢ en la Internacional Socialista, integr¨® a una gran parte de la Democracia Cristiana y gobierna Italia. Los distinguidos personajes que denuncian el peligro comunista en Espa?a suponemos que no se refieren al comunismo internacional inexistente sino al espa?ol y al catal¨¢n. Y utilizan el t¨¦rmino comunista no como un concepto que se puede entender con sus virtudes y defectos sino como un insulto. Cuando Rajoy o Rivera se refieren al comunismo parecen inspirados por Carrero Blanco o cualquier ministro del franquismo. Lamentable y, adem¨¢s, in¨²til.
?Hay una fuerza pol¨ªtica comunista en nuestro pa¨ªs? ?Los que son o fueron comunistas son una amenaza para las libertades y el progreso? Las izquierdas nuevas o renovadas pueden considerarse m¨¢s o menos radicales o moderadas, pero sus programas, declaraciones o formas de hacer pol¨ªtica son m¨¢s propias del liberalismo progresista y de la socialdemocracia cl¨¢sica. Con algunos rasgos de los movimientos sociales similares a todos los pa¨ªses europeos o americanos. A los que se a?aden los herederos del comunismo forjado en el antifranquismo y arraigado en el movimiento obrero y ciudadano y en las universidades y en los sectores culturales y profesionales. Aportan realismo y experiencia y en su pasado, como en el presente, llevan consigo un ADN profundamente democr¨¢tico. ?O acaso no fueron los militantes comunistas luchadores por la democracia, las libertades y la reconciliaci¨®n nacional y su acci¨®n, pac¨ªfica y muy costosa, aceptada por amplias capas de la poblaci¨®n? M¨¢s que temor o inseguridad, la cultura pol¨ªtica de los comunistas herederos del antifranquismo es una garant¨ªa de orden democr¨¢tico y de cambios para las mayor¨ªas sociales.
Usar el t¨¦rmino ¡°comunista¡± referido al PSUC y al PCE como un insulto es indigno. Se les denomin¨® ¡°el partido¡± y fue la organizaci¨®n pol¨ªtica m¨¢s presente y con m¨¢s iniciativa desde finales de los a?os 40 hasta la muerte del dictador. Miles de militantes y centenares de dirigentes y cuadros pasaron por las c¨¢rceles, el maltrato policial, el exilio, la clandestinidad. No fueron los ¨²nicos, pero s¨ª los m¨¢s numerosos. Estuvieron en m¨²ltiples frentes y casi siempre liderando la resistencia democr¨¢tica. Fueron respetados por la Iglesia de base y por intelectuales y profesionales cualificados que no compart¨ªan las mismas ideas pero admiraban a los militantes comunistas. Jorge Sempr¨²n critic¨® duramente el comunismo de aquella ¨¦poca, pero tambi¨¦n siempre manifest¨® su identificaci¨®n con los militantes. L¨ªderes pol¨ªticos e intelectuales de ideolog¨ªa liberal expresaron el reconocimiento al protagonismo de los comunistas en la lucha por la democracia, en la consecuci¨®n de las libertades pol¨ªticas y la defensa de los derechos sociales y culturales. La Transici¨®n truncada les llev¨® a una relativa marginaci¨®n. No pidieron nada a cambio. Y cuando han nacido y se han desarrollado nuevas fuerzas pol¨ªticas y sociales los apoyan sin ninguna pretensi¨®n dirigente. Su cultura pol¨ªtica es muy clara: promover la democracia a todos los niveles de las instituciones, la econom¨ªa, la cultura y la vida social. Y ni esperan halagos ni escuchan los insultos.
Jordi Borja es urbanista.
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