Pe?alara, el refugio de los anfibios
Siete de las 10 especies contabilizadas en el parque natural madrile?o est¨¢n amenazadas. Dos de ellas son criadas en cautividad para repoblarlas
Ba?ados en llamativos colores, los anfibios, los seres vertebrados m¨¢s primitivos sobre el planeta, viven recluidos en sus charcas una de las extinciones m¨¢s preocupantes del reino animal. El 30% de la especie figura como amenazada en el cat¨¢logo de la Uni¨®n Internacional para la Conservaci¨®n de la Naturaleza (UICN). O lo que es lo mismo: al menos 1.500 de las 5.000 familias existentes en todo el mundo est¨¢n en peligro. Los investigadores achacan a la contaminaci¨®n, el cambio clim¨¢tico y a la mano del hombre, que destruye su h¨¢bitat, los inconvenientes para su supervivencia. Al norte de Madrid, en plena sierra del Guadarrama, sobrevive una irreductible colonia de estos animales. Han encontrado su hogar en el Parque Natural de Pe?alara, donde los expertos han contabilizado hasta diez especies diferentes. Siete de ellas est¨¢n incluidas en el Cat¨¢logo Nacional de Especies Amenazadas.
Si hubo un momento en el que estuvieron en grave peligro de desaparecer, ese fue en 1997. Ese a?o, los investigadores descubrieron en este espacio natural la existencia del hongo Batrachochytrium dendrobatidis, una enfermedad procedente de sur¨¢frica que ha contribuido notablemente a su destrucci¨®n en los ¨²ltimos a?os. El hongo, que ataca a la piel de los anfibios, la cual es imprescindible para regular su metabolismo, se extendi¨® r¨¢pidamente por humedales de toda Europa y merm¨® considerablemente su n¨²mero. Pe?alara fue uno de los lugares m¨¢s castigados. "Aqu¨ª se iniciaron las investigaciones de un mal que a¨²n no hab¨ªa sido descubierto por la ciencia", se?ala Jaime Bosch, cient¨ªfico titular del Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas (CSIC).
Bosch, que trabaja con anfibios en Pe?alara desde hace 18 a?os, se uni¨® en 1998 a un grupo de investigadores europeos para explicar en qu¨¦ consist¨ªa el hongo Batrachochytrium dendrobatidis. Un a?o despu¨¦s ya ten¨ªan planes de contingencia para disminuir sus secuelas. "Los anfibios est¨¢n amenazados por diversas circunstancias, pero ninguna es tan peligrosa como el hongo", explica Bosch. El experto sostiene que la malatia sigue presente porque los investigadores a¨²n no han encontrado un remedio para acabar con lo que denomina "el ¨¦bola de los anfibios". A pesar de las medidas que durante a?os tom¨® su equipo, la poblaci¨®n de anfibios en Pe?alara sigui¨® descendiendo. El 98% de los sapos parteros, el m¨¢s abundante en la zona, presente en 30 de sus 250 charcas, desapareci¨® con el hongo. "En la laguna de P¨¢jaros, donde se contabilizaban m¨¢s de 5.000 renacuajos, llegamos a ver apenas 10".
No fue hasta 2008 cuando encontraron una soluci¨®n que, aunque no es definitiva, se ha antojado como eficaz. La primera pretensi¨®n fue traer anfibios de otros lugares, pero lo desestimaron tras estudiar la estructura gen¨¦tica de estos animales que habitan la primera fase de su vida dentro del agua y la segunda fuera de ella gracias al desarrollo pulmonar. "Los anfibios se mueven poco y no era recomendable sacarlos de su h¨¢bitat para traerlos a otro sitio". Lo que hicieron fue montar un centro de cr¨ªa en cautividad. "Encontramos 20 ejemplares y comenzamos a organizar una colonia. A?os m¨¢s tarde comenzamos a reprobar y ya llevamos a?os reforzando la comunidad", subraya Bosch. Iniciaron el programa con el sapo partero, una especie end¨¦mica que estaba a punto de desaparecer, y continuaron con otra especie de la zona, la rana ib¨¦rica, que adem¨¢s del hongo sufr¨ªa la voracidad de los peces introducidos por el hombre en la d¨¦cada de los setenta para la pesca deportiva.
Un seguimiento
La primera suelta tuvo lugar en el verano de 2012: 600 sapos parteros llegaron a la zona con la intenci¨®n de proteger y repoblar el h¨¢bitat. Esa maniobra ayud¨® a mantener la biodiversidad del parque, un espacio de 768 hect¨¢reas en el t¨¦rmino municipal de Rascafr¨ªa declarado paraje protegido en junio de 1990 por el Gobierno regional. "Los liberamos y se les hace un seguimiento, pero nada m¨¢s. Una vez en las charcas, son capaces de sobrevivir por s¨ª mismos. No tienen problemas para buscarse la vida", afirma Bosch. Han pasado los a?os, pero el hongo sigue ah¨ª. El problema est¨¢ en todo el mundo, no es solo exclusivo de este refugio singular de anfibios (no es com¨²n que estos animales vivan en zonas tan elevadas).
En Pe?alara, han abierto dos l¨ªneas de investigaci¨®n para mitigar la enfermedad gracias a la ayuda de diferentes ayudas econ¨®micas, p¨²blicas y privadas (de m¨¢s de un mill¨®n de euros en total en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas). Uno de esos m¨¦todos utiliza bacterias simbiontes, bacterias que el anfibio puede llevar en su piel de forma natural para matar al hongo. "Cultivamos esas bacterias en el laboratorio y las ponemos en los sapos para que les ayuden a combatir el hongo". Otro experimento se centra en la retirada de renacuajos. "Pe?alara tiene la particularidad de tener charcas en una zona alta, por lo que los renacuajos hibernan debajo del hielo. Esa zona suele estar muy infectada, por lo que retiramos las larvas para rebajar la carga del hongo", explica Bosch. A pesar de la dificultad que entra?a, el investigador se muestra optimista de cara al futuro: "De momento no hemos acabado con ¨¦l, pero hemos conseguido que la rana vuelva a charcas donde ya no estaba".
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