Ara?azos en el alma
El ronco ¡®crooner¡¯ estadounidense acent¨²a su perfil emocionante e intimidatorio con un concierto sumido en la oscuridad
Hay algo de imponente, casi de intimidatorio, en la figura de Mark Lanegan. Espigado, de negro riguroso y casi entre tinieblas, la liger¨ªsima iluminaci¨®n rojiza del Teatro Lara le acentuaba el rostro anguloso, las cuencas de los ojos contra¨ªdas, esa media melena revuelta y mesi¨¢nica. No pasa inadvertido porque Lanegan no es uno cualquiera, y menos desde el momento en que eleva esas plegarias dolientes y estremecidas, aterradoras oraciones de quien ha apurado poco m¨¢s de medio siglo como si de cuatro o cinco vidas se tratase. Tambi¨¦n en lo referente, seg¨²n marca el canon, al consumo de destilados y otras sustancias m¨¢s peligrosas.
Se comport¨® el mi¨¦rcoles el de Ellensburg como un crooner de los bajos fondos, un Jim Morrison ronco, el Richard Hawley de la devastaci¨®n. Era un lobo que le a¨²lla a la noche inh¨®spita, como sugiere escucharle murmurar I Am The Wolf. Durante 75 minutos el molde es muy similar y solo cambian los acentos, los matices, la intenci¨®n ¨²ltima. La guitarra ac¨²stica y casi agitanada de Holy Ground, algunas ocasionales (y agradecidas) segundas voces, el encabritamiento el¨¦ctrico de Gravediggers Song, la fidelidad a las formas cl¨¢sicas del blues para I¡¯ll Take Care of You. Alg¨²n pensamiento peregrino puede asaltarnos si cerramos los ojos: ?se imaginan un d¨²o de Lanegan con Nina Simone? ?Cu¨¢ntos ara?azos sumar¨ªan sus almas?
Provoc¨® nuestro hombre una especie de excitaci¨®n descontrolada, esos aplausos que brotaban nerviosos y aislados en mitad de las interpretaciones, a veces entre reproches de una parte de los asistentes. Mark es un seductor que indaga en la oscuridad y las tinieblas. Las segundas guitarras de Duke Garwood (on¨ªricas, narcotizadas, con mucha reverberaci¨®n) acentuaron su perfil como el retratista de nuestros sue?os m¨¢s tenebrosos. O el redentor in extremis de Driver, su primer bis: ¡°Voy a ser tu conductor y te llevar¨¦ a casa¡±.
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