Genealog¨ªa de la radicalidad
Europa necesita pol¨ªticas radicales, en el sentido de que vayan a la ra¨ªz de las transformaciones en curso. Espa?a ha sido una sorpresa: en vez de descomponerse por la extrema derecha, el sistema se rehace por la izquierda
El diario The Guardian, en un reportaje sobre la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, constata que ¡°en el mundo Occidental se ha convertido en un t¨®pico hablar de la nueva pol¨ªtica en respuesta a la apat¨ªa de los electores, la crisis econ¨®mica, la corrupci¨®n y el declive de los partidos pol¨ªticos, pero en el caso de Espa?a ha sido cierto¡±. Y se formula una pregunta de alcance europeo: ¡°?Podr¨¢n poner en pr¨¢ctica su agenda radical?¡±
Los nuevos se incorporaron a los procesos electorales hace dos a?os. Y se hicieron con cuotas importantes de poder municipal en tiempo r¨¦cord. Esta rapidez da la medida de la debilidad de los dos partidos tradicionalmente hegem¨®nicos, de la diversidad pol¨ªtica del mapa espa?ol y de la disposici¨®n de la ciudadan¨ªa a sacar de su ensimismamiento a PP y PSOE, que se consideraban propietarios a perpetuidad de los poderes del Estado.
En 2003, Catalu?a abandon¨® el bipartidismo. PP y PSOE no entendieron el aviso. Aferrados a la parte alta de la pir¨¢mide de edad, se han mantenido en el poder, lo que a la larga ha beneficiado al PP, m¨¢s c¨®modo en el universo conservador y en el discurso del miedo, que al PSOE, que ha visto como se marchitaba su m¨¢s preciada bandera: la del progresismo y la alternativa. Con su rotunda apuesta por los derechos civiles, el presidente Zapatero agot¨® las ¨²ltimas cartas, antes de que el partido, que ya hab¨ªa asumido el escenario econ¨®mico y social de la derecha, entrara en depresi¨®n cr¨®nica.
El delirio nihilista de los a?os anteriores a 2008, estall¨® en forma de crisis. Desde entonces, todo fue muy r¨¢pido: de la indignaci¨®n (2011) a la peque?a revoluci¨®n municipal, que puso a las principales capitales en manos de los llamados radicales, apenas pasaron cuatro a?os. Empez¨® as¨ª un proceso acelerado de adaptaci¨®n a la realidad institucional, que unos han hecho con mayor eficacia y rapidez que otros. Mientras, los dos grandes partidos, bloqueados por la rigidez y el car¨¢cter jer¨¢rquico de sus estructuras y por la trama de intereses adquiridos, segu¨ªan siendo incapaces de repensarse. Al PP, con la emergencia de la corrupci¨®n, se le ha desmontado parte del sistema clientelar que le sosten¨ªa. Y el PSOE no consigue encontrarse a s¨ª mismo, una vez roto el matrimonio bipartidista.
La pr¨¢ctica del poder no es impune. No todos los nuevos han sabido mantener la empat¨ªa y la conexi¨®n con la ciudadan¨ªa, que sigue teniendo, por ejemplo, Ada Colau que, a su vez, es quiz¨¢s la que ha adquirido m¨¢s r¨¢pidamente el empaque institucional. La experiencia de Syriza tambi¨¦n pesa sobre los nuevos. Y se nota en la prudencia de Podemos a la hora de hablar de econom¨ªa.
La derecha insiste en presentar a los podemitas como la gran amenaza, porque sabe que la polarizaci¨®n y el miedo son sus ¨²nicas bazas. Y, sin embargo, hay que ser muy sectario para no congratularse de la flexibilidad de un sistema que ha sabido meter a los antisistema dentro del marco institucional. Hay quien ve a Podemos, a medio plazo, como la nueva centralidad ideol¨®gica y social del pa¨ªs. No olvidemos que su fuerza est¨¢ en el electorado menor de cincuenta a?os.
Corresponde a los nuevos incorporar al espacio institucional en el que han entrado una mayor comprensi¨®n de los cambios de fondo que vive la sociedad para traducirlos pol¨ªticamente. Ser¨ªa triste que este proceso acabara con una simple sustituci¨®n de los viejos actores del bipartidismo, conservando el modelo intacto. La ducha de realismo de la experiencia del poder no deber¨ªa ser incompatible con la innovaci¨®n. Y, sin embargo, ahora mismo hay m¨¢s titubeos que novedades. Ni siquiera algo como la renta b¨¢sica, que un pa¨ªs nada revolucionario como Suiza se apresta a votar, est¨¢ en la agenda de los debates.
Europa necesita pol¨ªticas radicales, en el sentido de que vayan a los ra¨ªces de las transformaciones en curso. Espa?a ha sido una sorpresa: en vez de descomponerse por la extrema derecha, el sistema se rehace por la izquierda. Y se ha puesto en el escaparate europeo. Ahora falta que los nuevos actores est¨¦n a la altura. Y sepan trabar proyectos y complicidades, aqu¨ª y fuera de aqu¨ª. La nueva radicalidad ser¨¢ europeo o no ser¨¢.
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