Gobierno y autoridad
Se buscan hoy formas m¨¢s colectivas de asumir decisiones. Pensar que es sin¨®nimo de flaqueza es confundir la rapidez de reacci¨®n con la estabilidad necesaria
Los sucesos de estos d¨ªas en Barcelona han vuelto a situar el debate del principio de autoridad y de su ejercicio por parte de los gobernantes en un lugar destacado en declaraciones de pol¨ªticos, primeras p¨¢ginas y editoriales. No es algo nuevo. Cada cierto tiempo y por razones diversas, a menudo vinculadas con des¨®rdenes en el espacio p¨²blico, surgen comentarios que exigen m¨¢s autoridad y menos contemplaciones. Pero la ciudad no es solo espacio p¨²blico. Es tambi¨¦n vivienda, educaci¨®n, salud, movilidad, residuos o turismo. Y en todos esos ¨¢mbitos necesitamos autoridad y gobierno, pero tambi¨¦n capacidad de prestar servicios, atender las necesidades sociales y de hacerlo buscando la dignidad de todos. El dilema no est¨¢ situado solo en la presencia o ausencia de autoridad y de gobierno, como principios generales que administran la convivencia, sino que en democracia lo que est¨¢ en juego tambi¨¦n son valores como la igualdad, la decisi¨®n conjunta, las formas y la capacidad de llevar a cabo acciones que, adem¨¢s de legales, sean consideradas tambi¨¦n leg¨ªtimas. Y en cada uno de los sucesos de estos d¨ªas, los incidentes con los manteros o el desalojo del espacio ocupado en Gr¨¤cia, encontramos una mezcla de causas, consecuencias y dilemas en c¨®mo afrontarlos, que dif¨ªcilmente resisten el binomio simplificador de autoridad-no autoridad.
?Autoridad y complejidad no son una buena pareja. La ciudad, como la vida, se nos est¨¢ tornando m¨¢s y m¨¢s compleja. La complejidad deriva ante todo de la gran heterogeneidad resultante de una realidad social cada vez m¨¢s fragmentada, con trayectorias vitales y laborales muy discontinuas. Esa fragmentaci¨®n hace dif¨ªcil identificar intereses generales y trazos comunes sobre los que tomar decisiones. Crecen los ¡°aqu¨ª no¡± y no son f¨¢ciles de encontrar los ¡°as¨ª s¨ª¡±. En todas partes hay personas y colectivos que se sienten afectados negativa o positivamente por cada decisi¨®n. Eso es la pol¨ªtica: tomar decisiones que distribuyan costes y beneficios, ganadores y perdedores. Pero, para tomar hoy esas decisiones hay que combinar la legalidad de los que las toman con la legitimidad derivada del consenso que tal decisi¨®n logre congregar. La legitimidad puede venir de la capacidad t¨¦cnica que se supone fundamenta la decisi¨®n. Pero no es f¨¢cil encontrar unanimidad en el respaldo t¨¦cnico ante cualquier dilema, y por tanto, lo que ocurre es que los an¨¢lisis cient¨ªficos o t¨¦cnicos son m¨¢s argumentos a utilizar para conseguir consenso que no certezas absolutas que nos libren de la carga de decidir pol¨ªticamente. El recurso a la autoridad como principio de gobierno prioriza la jerarqu¨ªa para transar definitivamente ante cualquier pol¨¦mica. Pero la concepci¨®n actual de la democracia no cuadra f¨¢cilmente con el ¡°mando y ordeno¡± como la alternativa deseable, aunque para algunos esa siga siendo la mejor soluci¨®n. Hoy d¨ªa, se mide la cualidad m¨¢s por la capacidad de contener disenso, que no por un consenso autoritariamente impuesto.
Pero volvamos al asunto. ?Hay vac¨ªo de autoridad en Barcelona? ?Son los nuevos gestores de la ciudad los que facilitan la irresponsabilidad? ?Recurrir a los vecinos y a la mediaci¨®n es huir de las obligaciones propias de un gobernante? ?Tiene raz¨®n Rajoy cuando tacha de demagogas baratas a Carmela o Colau y les atribuye las dificultades econ¨®micas que atravesamos? Me acuerdo estos d¨ªas de Roosevelt cuando dec¨ªa en plena crisis del 29: ¡°No tenemos nada que temer, sino el temor mismo¡±. Hay mucho temor ante el cambio de ¨¦poca en el que vivimos. Muchos temen perder posiciones de poder y privilegios y a?oran la autoridad. Las fuerzas pol¨ªticas emergentes expresan ese cambio y la necesidad de un gobierno y una autoridad leg¨ªtima y compartida. Se buscan formas m¨¢s colectivas de asumir decisiones y responsabilidades. Pensar que ello es sin¨®nimo de debilidad y de flaqueza es confundir la rapidez de reacci¨®n con la estabilidad y gobernabilidad necesarias. No se puede aceptar la violencia de los que pasan por encima de todo para defender sus convicciones. Tampoco la violencia que padecen los que cada d¨ªa ven m¨¢s amenazada su supervivencia por un sistema que les margina y olvida. No hay autoridad capaz por si sola de responder a todo ello si uno no confunde autoridad con autoritarismo. Construir capacidad de gobierno colectivo, asunci¨®n de corresponsabilidad y compromiso com¨²n exigen pr¨¢cticas distintas de las que se hab¨ªan practicado en ¨¦pocas de menor complejidad. Nueva ¨¦poca, nueva concepci¨®n de autoridad y gobierno.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la UAB
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