Campa?a (post) electoral
Es imprescindible planear las estrategias hacia el 26-J evitando enemistades gratuitas y hostilidades irreparables
Empieza la cuenta atr¨¢s para el inicio oficial de la campa?a electoral del 26-J. Tras fracasar estrepitosamente en el intento de formar una coalici¨®n parlamentaria para la investidura de un presidente del gobierno, las formaciones pol¨ªticas espa?olas intentar¨¢n convencer a los electores de que en esta ocasi¨®n ser¨¢n m¨¢s aplicadas y resolutivas. Sin embargo, para ello han de plantear una campa?a radicalmente distinta de la del 20-D y tratar de construir un marco postelectoral adecuado para la negociaci¨®n y el acuerdo.
Los candidatos deber¨ªan saber diferenciar entre l¨ªneas rojas y visiones dispares, entre vetos a personas y rivales pol¨ªticos, entre insultos y discrepancias, entre ofender y debatir. De aquellos polvos de la campa?a del 20-D vinieron los lodos de la investidura frustrada. Ahora no pueden repetir los mismos errores, aunque el intento fallido de investidura, las presiones y los reproches mutuos son un magn¨ªfico campo abonado para una despiadada confrontaci¨®n electoral. Cuando se prepara una campa?a sabiendo que los resultados no dar¨¢n la mayor¨ªa absoluta a ninguna fuerza y que generar¨¢n un pluralismo parlamentario con pactos postelectorales, hay que evitar la proliferaci¨®n de l¨ªneas rojas, vetos, insultos y ofensas.
El escenario negociador posterior a las elecciones tampoco se construye a base de afirmar en la campa?a electoral que ¡°siempre debe gobernar la fuerza pol¨ªtica m¨¢s votada¡± o que ¡°solo apoyaremos a la lista m¨¢s votada¡±. Ning¨²n l¨ªder pol¨ªtico de un pa¨ªs con cultura coalicional (como la mayor¨ªa de los pa¨ªses de la Uni¨®n Europea) osar¨ªa hacer este tipo de declaraciones, que encorsetan y limitan la pol¨ªtica de pactos postelectorales, y que adem¨¢s van en contra de la l¨®gica de funcionamiento de los sistemas parlamentarios. Son muchos los pa¨ªses europeos en los que gobiernan coaliciones que excluyen a la fuerza pol¨ªtica m¨¢s votada y ello no significa ni una deslegitimaci¨®n democr¨¢tica del gobierno ni un rechazo social de la coalici¨®n gubernamental. Al contrario, implica la formaci¨®n de un gobierno que, por su naturaleza, a¨²na m¨¢s sensibilidades ideol¨®gicas que las que pueda sumar una homog¨¦nea mayor¨ªa electoral.
La campa?a del 26-J deber¨ªa incluir m¨¢s propuestas susceptibles de ser matizadas y transaccionadas en una posterior negociaci¨®n, aunque se iniciar¨¢ solo seis meses despu¨¦s de la del 20-D y habr¨¢ poco margen para hacer grandes cambios program¨¢ticos sin ser acusados de incoherencia ideol¨®gica. Y si, como en las ¨²ltimas elecciones, la campa?a tiene una clara influencia sobre los resultados finales, el temor a la volatilidad electoral puede acentuar la necesidad de marcar perfil y de presentar objetivos de gobierno irrenunciables. Asumir en campa?a muchos prop¨®sitos como sello inflexible de identidad de las candidaturas dificulta una futura armonizaci¨®n postelectoral, que irremediablemente pasar¨¢ por un acuerdo sobre pol¨ªticas gubernamentales y por una rebaja de los programas electorales de los partidos.
Tras ser incapaces de gestionar la pluralidad pol¨ªtica surgida del 20-D, las formaciones pol¨ªticas deber¨ªan afrontar la nueva campa?a como antesala de su actividad negociadora postelectoral y preparar un contexto pol¨ªtico post 26-J ¨®ptimo, o al menos no imposible, para formalizar alianzas. En algunos pa¨ªses habituados a los pactos y a los gobiernos compartidos, como Holanda o Alemania, la campa?a no solo sirve para presentar proyectos de gobierno dispuestos a ser consensuados, sino tambi¨¦n para iniciar relaciones entre candidaturas, expresar afinidades e incluso para comunicar a los electores sus prioridades a la hora de formar coaliciones postelectorales, ya que consideran que constituye una informaci¨®n esencial para decidir el voto. Es evidente que estos comportamientos preelectorales son m¨¢s f¨¢ciles para los partidos situados en los extremos, como Podemos o PP, que para los ubicados en posiciones m¨¢s centradas, como PSOE o Ciudadanos, m¨¢s proclives a la geometr¨ªa variable y a la funci¨®n de partido bisagra.
En cualquier caso, en aras de facilitar una futura investidura y un pacto de gobierno, es preferible planificar una campa?a electoral responsable, atenuar los mensajes electorales y estar dispuestos a conciliar programas de gobierno. Hay que evitar una campa?a que aumente la tensi¨®n preelectoral y que siembre ciza?a entre eventuales socios de un futuro acuerdo. Es imprescindible planear la campa?a del 26-J en clave pre y post electoral, evitando enemistades gratuitas y hostilidades irreparables, y generando complicidades para asentar las bases de una negociaci¨®n postelectoral.
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