Que se aparten, que venimos
La soluci¨®n de la Rambla es de esp¨ªritu. Es la cultura. As¨ª de simple. Es potenciar los equipamientos que jalonan el paseo
Lo peor que le puede pasar a la Rambla es que el Ayuntamiento convoque, como anuncia, un concurso internacional. Para arreglar la Rambla hay que haberla vivido, hay que entenderla. Si vienen los sabios y los inspirados a solucionar un problema ¡ªdemasiado turismo¡ª se les va a escapar por las costuras el fondo de la cuesti¨®n. Pasar¨¢ como en Madrid, que Alvaro Siza, un arquitecto mesurado y elegante, gan¨® el concurso para regenerar el Paseo del Prado con una soluci¨®n gordiana: si no caben los coches, vamos a multiplicar los carriles, como si no hubiera ya m¨¢s que suficientes. Y ah¨ª estuvo la gran Tita Cervera abrazada a los pl¨¢tanos magn¨ªficos, que ya los querr¨ªamos en Barcelona, ?se acuerdan? Los pliegos de un concurso sirven para hacer un campo de futbol, donde la forma siempre es la misma y lo que te hace ganar o perder es lo que aportas de novedad; en el caso del Camp Nou, la fachada inexistente. Es decir, el detalle: un campo de f¨²tbol no es esp¨ªritu, sino materia.
La soluci¨®n de la Rambla no es ordenar el tr¨¢fico. Por m¨¢s que quiera el consistorio, no conseguir¨¢ que la gente del Raval cruce en masa para ir al G¨®tico y viceversa, nutriendo el espacio de vecinos; eso es no entender el Raval. El Raval es un universo autosuficiente, con fronteras exactas, la gente no sale f¨¢cilmente al exterior, ni ganas. La soluci¨®n de la Rambla s¨ª que pasa por limpiarla de excedentes: que uno de los titulares de los aberrantes quioscos del alcalde Hereu tenga cinco de ellos es tambi¨¦n una aberraci¨®n, porque no estamos hablando de un trabajo artesanal sino de la explotaci¨®n industrial de una p¨ªfia gloriosa. Pero esta soluci¨®n ya la plante¨® Merc¨¨ Homs con la aquiescencia de los Amics de la Rambla, muy implicados en la transformaci¨®n: no lleg¨® a tiempo a hacerla. Ahora est¨¢ en el programa.
La soluci¨®n de la Rambla es de esp¨ªritu. Es la cultura. As¨ª de simple. Es potenciar la incre¨ªble cantidad de equipamientos culturales que jalonan el paseo y que se extienden a los lados, algunos en activo, otros en barbecho, otros prostituidos y los de m¨¢s all¨¢ todav¨ªa sin estrenar. Son m¨¢s de una docena. Nos pasamos el d¨ªa hablando de una hipot¨¦tica Esplanada dels Museus y resulta que tenemos un Paseo de la Cultura ya en funcionamiento y no lo vemos. Pregunten a los barceloneses: lo ¨²ltimo que dir¨¢n de la Rambla es que es un polo cultural. Esto, sin embargo, est¨¢ en la cabeza de la regidora Gala Pin, est¨¢ presente en muchas de las entidades y, para ser justos, est¨¢ en los planes de Alfred Bosch. El proyecto existe, pero hay que darle forma. No se trata de hacer cultura ravalera, sino cultura de ciudad. Que la gente baje de la ciudad alta y ocupe el espacio y beba del esp¨ªritu de la cultura. Tr¨¢nsito humano. Que se aparten los turistas, que venimos.
Ahora bien, resulta que la cultura no es el espacio privilegiado del Ayuntamiento. Es una palabra que, cuando se cuela en un discurso de la casa, y se cuela poco, entra como con verg¨¹enza, y entonces se le pone un adjetivo: popular, participativa. No. La cultura es la cultura. Si el Ayuntamiento no sabe distinguir entre cultura de barrio, cultura de ciudad y cultura de Estado (el Liceu, el Mnac) estamos arreglados. Por esta incomodidad ante un tema que no les acaba de casar con el activismo gen¨¦tico, ni con un p¨²blico poco dispuesto, la cultura ha ido a parar a manos de Jaume Collboni. Y hubo conflicto, porque Collboni propuso uno de sus hombres de confianza y uno de los hacedores de su programa electoral: Xavier Marc¨¨. Para entendernos: la primera factura que present¨¦ al Ayuntamiento, all¨¢ por 1998, me la pag¨® ¨¦l. Marc¨¨ ha estado vinculado a la gesti¨®n cultural desde hace d¨¦cadas. Vieja pol¨ªtica.
Marc¨¨ concibe la cultura como una industria de ribetes cosmopolitas: como una cuesti¨®n de mercado. Es una persona h¨¢bil, provocativa y sobrada, pero a las ant¨ªpodas del tipo de gesti¨®n que imagina, si la imagina, Ada Colau. En esto, Berta Sureda, tambi¨¦n veterana, es mucho m¨¢s flexible. Marc¨¨ cosech¨® un sonoro veto oficial, pero no est¨¢ claro que se haya retirado del todo y, en cualquier caso, Jaume Collboni comparte sus intenciones. Que una materia tan sensible y tan apta para ejercer de motor de una nueva Rambla -y una nueva Barcelona-- sea motivo de disputa porque una punta no sabe qu¨¦ hacer y la otra lo sabe demasiado, es un mal negocio. Pero con la cultura, ya se sabe. Siempre se deja para ma?ana.
Patricia Gabancho es escritora.
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