Las plazas y las calles
Rajoy ha sido coherente. Ha mentido lo normal para un presidente y se ha mantenido en lo que m¨¢s vende en Espa?a, su unidad. Con eso, el futbol y un campo de alcachofas en este pa¨ªs se triunfa
Hace hoy una semana me detuve en un bar de carretera cerca de Fraga. Despu¨¦s de un rato de conversaci¨®n con algunos clientes sobre el calor, la Eurocopa y la cosecha del melocot¨®n, coment¨¦ las conversaciones grabadas entre el ministro del Interior y el director de la Oficina Antifraude. Algo hab¨ªan o¨ªdo pero mostraron poco inter¨¦s y otra vez el calor, el futbol y el melocot¨®n.
Aunque Fraga est¨¢ al lado de Lleida, los mensajes se pierden con el cambio de emisoras o de ediciones de los peri¨®dicos. En solo veinte kil¨®metros la tormenta pol¨ªtica catalana se evapor¨® bajo el calor de San Juan y se alej¨® como el Brexit. Eso s¨ª, la gente del bar sab¨ªa que Rajoy hab¨ªa ido a Lleida a recuperar un diputado de aquellos de la viej¨ªsima pol¨ªtica. De nada sirvi¨® que los electores escuchasen la noticia de que nos hab¨ªan destrozado la sanidad. Rajoy lleg¨®, vio y recuper¨® el diputado Llorens, Y la gente lo supo.
Mientras la nueva pol¨ªtica confiaba sus resultados a las encuestas andorranas, Rajoy se emocion¨® con un campo de alcachofas y viaj¨® hasta Lleida y Teruel. Rajoy, ese marchador c¨®mico, el que se equivoca cuando quiere pronunciar frases solemnes, el hombre que dirige un partido que ha organizado el Estado a trav¨¦s de la corrupci¨®n, ese se?or, ha ganado las elecciones y su partido ha aumentado votos y diputados. Tambi¨¦n en Catalu?a y a pesar de las grabaciones. ?Demagogia? ?Manipulaci¨®n? ?Cansancio? Por supuesto, que estamos en Espa?a, pero hay algo m¨¢s, proximidad: Rajoy gana porque se nos parece.
Al otro lado, Iglesias y la nueva pol¨ªtica no se han enterado que est¨¢n en un pa¨ªs con la poblaci¨®n envejecida que se preocupa por el precio de las alcachofas, que las plazas no son la calle. Puede que desde las ventanas del departamento universitario el mundo tenga ese color complutense y asambleario, pero teorizar sobre el espacio p¨²blico no significa que se conozca a la gente que vive en ¨¦l. Nadie dice espacio p¨²blico, ni ¨¢gora, ni bien com¨²n y es muy probable que mucha gente desconecte si le habla as¨ª. La gente no sabe qui¨¦n dijo lo de todo para el pueblo pero sin el pueblo, pero lo tienen interiorizado, lo huele. Puede que la gente que no haya le¨ªdo Gramsci, pero llevan dentro de s¨ª a Delibes.
Se trata de cambiar el punto de vista. Algo parecido dice uno de nuestros mejores ensayistas, Iv¨¢n de la Nuez, hablando de cultura popular y algunos buenos artistas: no es que ellos sepan lo que el pueblo necesita, sino que necesitan lo que el pueblo sabe. La exhibici¨®n de superioridad citando Piketty, Laclau, Zizek o Arendt funciona en la plaza o en la asamblea, pero es letal fuera del c¨ªrculo de los escogidos.
Es lo que tienen los votantes de aqu¨ª, del Reino Unido y de los Estados Unidos. Que los hay viejos, los hay iletrados, los hay que viven en esos lugares que los m¨¢s listos del lugar califican como profundos, los hay que hablan de alcachofas y melocotones¡ Y todos tienen un rasgo com¨²n, absolutamente caracter¨ªstico. Huelen la arrogancia a decenas de kil¨®metros porque hace siglos que la padecen. Es gente que se sienten excluida por Bruselas, Londres o Washington; gente que para aguantar los humos de Hillary Clinton o del antiglobalizador con Fair Phone y cuenta en Triodos, se quedan con Trump. ?Para qu¨¦ van a cambiar una exclusi¨®n conocida por otra por conocer?
La superioridad que no van a soportar es la del profesor universitario o la de la evangelizadora de asamblea. Lo que no van a comprar muchos trabajadores de izquierdas o derechas, aunque se apele a su clase, es un programa electoral en un cat¨¢logo de Ikea en el que no sale nadie trabajando. Muchos de ellos comprueban que la soberbia intelectual de la izquierda se parece mucho a la arrogancia del mando de derechas. Podemos le ha dicho a demasiada gente que no cuenta con ellos haci¨¦ndose incomprensible. Sus palabras dicen una cosa y su estilo todo lo contrario.
Adem¨¢s, dentro de lo malo, Rajoy ha sido coherente. Ha mentido lo normal para un presidente y se ha mantenido firme en lo que m¨¢s vende en Espa?a, su unidad. Con eso, el futbol y un campo de alcachofas en este pa¨ªs se triunfa. Viajen y lo comprobar¨¢n, quemen gas¨®leo y suela de zapato. As¨ª se gana aqu¨ª, aunque se presuma de haber destrozado el sistema sanitario. No en las plazas, en las calles.
Lo cierto es que mucha gente aguanta mejor la enfermedad que el desd¨¦n o las cursivas.
Francesc Ser¨¦s es escritor.
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