Vivir (y tocar) con las botas puestas
El m¨²sico madrile?o y su banda ofrecen un intenso concierto en la primera de sus noches en el Circo Price
¡°Joder. Mierda. Necesito volver... Lo siento¡±. Esas fueron las palabras que pronunci¨® Quique Gonz¨¢lez justo cuando se le iba el santo al cielo a mitad de la interpretaci¨®n de La casa de mis padres. Corr¨ªan casi tres cuartas partes del concierto cuando el Circo Price se qued¨® a oscuras y solo un foco ba?aba de luz al m¨²sico madrile?o en el centro del escenario. ¡°Esta canci¨®n se me hace m¨¢s dif¨ªcil en Madrid¡±, se excus¨®, dando dos pasos para atr¨¢s. Se alej¨® de la luz y, cuando parec¨ªa que el mundo -el suyo y el de un p¨²blico ya entregado a su directo sin paliativos- se desmoronaba, camin¨® de nuevo a la primera l¨ªnea, encar¨® el micr¨®fono, cerr¨® los ojos y volvi¨® a retomar La casa de mis padres desde el principio. Con las guitarras rugiendo y la mandolina aullando en la penumbra, empujando al cantante al borde de s¨ª mismo y de su m¨²sica, la canci¨®n se coloc¨® un par de dimensiones m¨¢s all¨¢ de lo que es una simple gran interpretaci¨®n. Si el mundo pod¨ªa desmoronarse, no iba a ser en esa ocasi¨®n.
Lo que pod¨ªa ser una simple an¨¦cdota de una actuaci¨®n intensa en el fondo ilustr¨® la profundidad emocional de un concierto de dos horas que arranc¨® con Detectives, el tema que abre Me mata si me necesitas, el ¨¢lbum que ayer present¨® en directo de arriba abajo (¡°tanto la cara A y la cara B¡±, en palabras de Gonz¨¢lez) acompa?¨¢ndolo de m¨¢s cancionero antiguo de otros discos. Dice su autor que Detectives, nombre tambi¨¦n de la leal banda que le acompa?a, es un homenaje a las pel¨ªculas y novelas negras, a ese universo de b¨²squeda de inocentes y culpables, que, en su caso compositivo, es una investigaci¨®n sentimental por rascar verdades, medias verdades, mentiras¡ en definitiva por hallar la materia de la que estamos hechos.
Con un escenario ambientado por una cabina de tel¨¦fono y unas farolas, como si fuera el decorado de un filme de Howard Hawks, Quique Gonz¨¢lez y sus Detectives, vestidos de negro y blanco, se lanzaron a por esa cara A del ¨¢lbum. Nunca antes Gonz¨¢lez son¨® tan plet¨®rico como con este grupo, con el que ya ven¨ªa girando desde antes de grabar el disco. Se empastan en los pasajes instrumentales con pundonor y elegancia y transmiten una simbiosis tan natural que contagia al p¨²blico, que manifiesta desde hace mucho tiempo una comuni¨®n envidiable con el compositor. Se sinti¨® en la euf¨®rica Sangre en el marcador y, sobre todo, en Charo, ese nuevo himno en la obra de Gonz¨¢lez. Con su vestido negro de una sola pieza y su vozarr¨®n afilado e hiriente, Nina elev¨® la temperatura en su papel de esa chica por la que muchos matar¨ªan y que -ya se dice de carrerilla- trabaja en el Shadows, ahuyenta a los gallos y escucha a los Kinks.
Tras el cierre de la conocida cara A con la emotiva Cerde?a, se entr¨® en la parte m¨¢s rockera de la actuaci¨®n, con una tanda repleta de guitarras desatadas. Kid Chocolate, ?D¨®nde est¨¢ el dinero? o Ten¨ªa que dec¨ªrtelo no dieron respiro en su bravura, haciendo que sonasen m¨¢s salvajes que en disco, con un cl¨ªmax el¨¦ctrico de cinco guitarras (Alex Nashville se desmelen¨® con ganas al incorporarse a las dos ¨²ltimas canciones) y el eco de Nina insuflando m¨¢s bombeo trepidante a Ten¨ªa que dec¨ªrtelo. Sucedi¨® igual con ¡°el bloque Salitre¡±, tal y como anunci¨® Gonz¨¢lez, especialmente en una potente La ciudad del viento. Es otro de sus himnos m¨¢s desgarradores, como Salitre, en el que el rastreador sentimental consigui¨® tocar fibra y levant¨® al p¨²blico de sus asientos. Al poco, muchos, sin embargo, se hundieron en sus butacas con una interpretaci¨®n aplastante de De haberlo sabido ¨Ccon recuerdo a Carlos Raya- otra vez en la voz de Nina.
La cara B de Me mata si me necesitas desprende ¨¦pica. Esa sensaci¨®n de derrota asumida y supervivencia luchada, fraguada a fuego lento, que termina por encontrar un estado vital reivindicativo, que estremece en su onda heroica por la contundencia instrumental de la banda. Orqu¨ªdeas, Rel¨¢mpago y No es lo que hab¨ªamos hablado lo atestiguaron en el Price.
Fue entonces cuando lleg¨® La casa de mis padres, que est¨¢ dedicada a sus padres fallecidos y que cierra el ¨¢lbum Me mata si me necesitas, y se puede decir que cierra toda una existencia en su creador. Se emocion¨®, perdi¨® el hilo, tuvo que parar. ¡°Joder. Mierda. Necesito volver... Lo siento¡±. Volver. Al comienzo de la canci¨®n. Volver. Como ayer a Madrid, la ciudad donde Quique Gonz¨¢lez naci¨®, creci¨®, vol¨® con sus propias alas de m¨²sico y donde estos d¨ªas duerme en un hotel, lejos del Parque de Berl¨ªn, por donde transitaba de otra forma cuando compuso Peque?o rock¡¯n¡¯roll y Aunque t¨² no lo sepas ¨Cdedicada a su amigo el poeta Luis Garc¨ªa Montero-, que, junto a Clase media, cerraron unos bises cortantes.
Por unos segundos, el mundo pudo desmoronarse anoche. Todav¨ªa puede hacerlo en cualquier momento. Qui¨¦n sabe. La vida puede ponernos a cualquiera al borde en la siguiente curva. Y, si tiene que suceder, que suceda pero que nos pille con las botas puestas y canciones de cuna, como las de anoche, como las que nos hacen sentir vivos en la oscuridad.
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