Chicote de luna llena
El autor recrea una noche de luna llena en el local del conocido barman repleto de figuras de la cultura
Era de esperarse. Perico Chicote, a la luz de una luna llena, traza un perfil sin tiempo. Por la puerta giratoria que se abre a la Gran V¨ªa entra Agust¨ªn Lara como quien parte plaza. Al fondo de la barra est¨¢ Chicote del brazo de Sof¨ªa Loren, al lado de la puerta del peque?o cuartito del tel¨¦fono que conserva intacto su piso de los a?os veintes. El Flaco se abraza con Manolete que est¨¢ sentado en una butaca art dec¨® hablando de nada con Lupe Sino¡ y la noche es una nube de ne¨®n donde se confunden en blanco y negro los personajes de una novela a colores.
Debo a mis amigos Rub¨¦n G¨®mez y Ra¨²l G¨®mez, iniciales clonadas de una asociaci¨®n apasionada por la restauraci¨®n de los viajeros cansados, los contertulios que hablan de libros, los hambrientos que navegan los horarios enrevesados de la noche y, adem¨¢s, la resurrecci¨®n del Museo Chicote. Aqu¨ª se extiende la primera barra americana, larga como la estela de un barco que navega ese raro mar de ne¨®n azul donde Agust¨ªn de mismo nombre que Lara sirve bebidas de colores chillantes y ¨Ccomo reza una novela¡ªuno se ¡°queda largos minutos viendo las fotograf¨ªas del Dr. Fleming, Cantinflas y John Wayne¡± y se desdibuja en un vapor perfumado la sombra de Ava Gardner, que ocup¨® para siempre la misma butaca en espera de Domingu¨ªn, incluso la noche en que lleg¨® Sinatra y no lo dejaban entrar para evitar un mal tercio de varas.
Aqu¨ª vino mi padre y se escabull¨ªa por un t¨²nel del brazo de Chicote por la bodega subterr¨¢nea para salir a la gloria iluminada de lo que ahora llaman El Coq, donde mujeres de tac¨®n dorado y labios demasiado rojos cantaban boleros como murmullos.
Chicote es un museo de bebidas que deber¨ªa catalogarse como m¨¢quina del tiempo y que forma parte no s¨®lo de la memoria hist¨®rica de una ciudad que tampoco duerme, sino de toda la ilusi¨®n que se forma en la mente de todo taxista o transe¨²nte con s¨®lo caminar por la acera de enfrente. Cada noche, cada luna, se va poblando de claveles la Gran V¨ªa, atr¨¢s quedan todas las bombas y las nubes de polvo, el chaquet¨®n con balas rusas que deja olvidado Hemingway y el zumbido de aviones siniestros y las largas d¨¦cadas ya censuradas por la amnesia.
Dicen que hubo un d¨ªa en que ¨Cesperando entrar por la puerta giratoria de este templo de Chicote¡ªAva Gardner se sent¨® en lo que crey¨® era banca, sin reparar que era la cola de un cami¨®n de basura que por unos instantes llev¨® cuesta arriba, Gran V¨ªa a Callao, a la mujer m¨¢s bella del mundo. Imagino a Perico arrop¨¢ndola con su capa negra, la carcajada recortada a la luz de la luna, porque la grande belleza que nos rodea no merece perderse en olvido.
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