La devaluaci¨®n del voto catal¨¢n
Al independentismo le faltan votos en Barcelona para culminar el proceso y los que tiene en Madrid no le sirven para nada
Las urnas cansan, pero m¨¢s cansa el voto in¨²til. Cansa acudir nueve veces a las urnas en seis a?os, como hemos hecho los catalanes, a la velocidad promedio de una convocatoria y media por a?o, pero m¨¢s cansa cuando el ciudadano tiene la sensaci¨®n de que sirve para muy poco o para nada.
Es discutible, ciertamente, el rendimiento de las convocatorias electorales. Para unos, nada m¨¢s in¨²til que las dos astutas disoluciones parlamentarias anticipadas con las que Artur Mas busc¨® una mayor¨ªa independentista en el parlamento catal¨¢n, o la convocatoria a las urnas del 9N en el proceso participativo sobre la independencia declarado ilegal por el Tribunal Constitucional. Para otros, en cambio, el entero camino que ha conducido hasta aqu¨ª, incluidas las convocatorias electorales, el 9N y la coalici¨®n de Junts pel S¨ª constituye un ¨¦xito sin retroceso que deber¨¢ culminar el pr¨®ximo a?o de nuevo con otra convocatoria a las urnas en unas elecciones anticipadas y de car¨¢cter digamos que definitivo.
Si respecto al ¨¢mbito auton¨®mico el cansancio est¨¢ dividido, no lo est¨¢ en los otros dos, el municipal y el general. Las dos elecciones municipales apenas han contribuido a la sensaci¨®n de fatiga e incluso ha sucedido lo contrario, en consonancia con la vitalidad y proximidad de la democracia local. Ah¨ª es donde se han producido los mayores cambios: en 2011 la Converg¨¨ncia ahora extinta alcanz¨® por primera y ¨²ltima vez la alcald¨ªa de Barcelona y en 2015 lleg¨® Colau a la plaza de Sant Jaume, la izquierda de nuevo, aunque otra izquierda.
La tres elecciones generales celebradas desde 2010, en cambio, son las que m¨¢s han contribuido al cansancio, gracias a la repetici¨®n y a la amenaza de una tercera convocatoria. Si el independentismo repite elecciones para conseguir su cambio soberanista, el conservadurismo rajoyista lo hace para evitar cualquier cambio.
Si hay un cansancio espa?ol de las urnas, hay tambi¨¦n un cansancio espec¨ªficamente catal¨¢n referido a las elecciones generales. Para los independentistas, es parte del cansancio de Espa?a y de su infatigable optimismo respecto a la posibilidad de largarse, tal como expresan de forma elocuente los diputados de Esquerra. Pero para el com¨²n de los catalanes, incluyendo a votantes independentistas, este cansancio de las urnas espa?olas se debe a una novedad que sigue produciendo extra?eza: votas en Catalu?a y nada pasa en Madrid, como ven¨ªa sucediendo a lo largo de toda la historia de nuestra democracia.
El tipo de voto con efecto m¨¢s visible era el que sol¨ªa obtener Converg¨¨ncia i Uni¨®, que sirvi¨® para sostener gobiernos de Felipe Gonz¨¢lez y Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar y asegurar pol¨ªticas econ¨®micas y europeas con todos, incluso con Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero. Pero no era el ¨²nico. Todas las mayor¨ªas del PSOE, sobre todo las dos absolutas de 1980 y 1986, no se explican sin el voto catal¨¢n socialista. Incluso el voto al PP aport¨® su cuota parte a las dos mayor¨ªas absolutas de Aznar y Rajoy. El hecho es que el voto catal¨¢n est¨¢ ahora devaluado o, si se quiere, ha regresado a su valor de cambio normal despu¨¦s de una larga ¨¦poca de pujanza.
La cuesti¨®n central en esta devaluaci¨®n es el suicidio de CiU, primero por el divorcio entre Converg¨¨ncia y Uni¨®, luego por la desaparici¨®n de este ¨²ltimo de la vida parlamentaria, y finalmente por la transformaci¨®n de los convergentes en un doble de Esquerra Republicana aunque un puntito m¨¢s burgu¨¦s y conservador. El nuevo Partit Democr¨¤tic de Catalunya es independentista y republicano, e incluso ligeramente rupturista, pero sobre todo ha decidido que de Madrid solo le puede interesar la consulta sobre la independencia, so pena de verse se?alado e incluso desbordado por Esquerra.
La idea de influir, modernizar e incluso gobernar en Espa?a, inscrita en el p¨®rtico centenario del catalanismo moderado, ha quedado superada. Y, como contrapartida, la exigencia de un refer¨¦ndum sobre Catalu?a como exigencia previa a cualquier negociaci¨®n se ha convertido en un estigma que inhabilita a los partidos independentistas para entrar en el juego de los pactos parlamentarios. No es tan solo por tab¨² antiseparatista, sino por el mantenimiento de los plazos perentorios para culminar el proceso, los 18 meses que vencen en 2017, considerado en Madrid como un chantaje que inhabilita al independentismo.
Ciertamente, todo es producto de la fragmentaci¨®n parlamentaria espa?ola, que es a la vez catalana. El viejo catalanismo posibilista ya no existe, pero el independentismo que le ha sustituido no tiene mayor¨ªa suficiente para gobernar en Barcelona y culminar su hoja de ruta, y no sabe c¨®mo hacer valer sus votos en la carrera de San Jer¨®nimo: ni para hacer gobiernos en Madrid, como est¨¢bamos acostumbrados en la ¨¦poca de CiU, ni tan siquiera para echar a Jorge Fern¨¢ndez D¨ªaz del ministerio del Interior.
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