El orgullo de los churros
Becerril de la Sierra ofrece aire puro, carne de la zona y la tranquilidad que no hay en la capital
Rafael Hern¨¢ndez reconoce sin tapujos que est¨¢ mejor que muchos otros madrile?os. Pero lo suyo no es bravuconer¨ªa. La confesi¨®n de este vecino de 72 a?os de Becerril de la Sierra tiene su explicaci¨®n: en esta localidad del noroeste de la Comunidad la brisa ¨Cque no la brisilla- corre en verano con la misma velocidad, acaso, con que se vac¨ªa Madrid en estas fechas. Es un mi¨¦rcoles de mediados de agosto, cerca del mediod¨ªa, y no se aprecia gota alguna de sudor en su frente. ?Ser¨¢ verdad que en Becerril se est¨¢ mejor que en otros sitios? ¡°La duda ofende¡±.
Y ofende, sobre todo, por lo que el visitante ve. Esta comarca de 5.351 habitantes est¨¢ dentro del Parque Nacional de la Sierra del Guadarrama y a los pies del Puerto de Navacerrada. Un paisaje de ensue?o al que tambi¨¦n envuelve el pico de La Maliciosa ¨Cde 2.227 metros de altitud y uno de los m¨¢s altos de la regi¨®n- y los montes de Cabeza Mediana y Alto del Hilo. Lo cual explica, acaso, que aqu¨ª haya que dormir tapado por las noches. Que se respire infinitamente mejor que en algunas zonas de la capital. O que Rafael, en fin, est¨¦ mejor que quiere. Pero tambi¨¦n ayuda a entender por qu¨¦ este pueblo llega hasta los 22.000 habitantes en verano. Becerril es una de las zonas preferidas por los madrile?os para escapar de ese asfalto humeante. Y seg¨²n su alcalde, Jos¨¦ Conesa, esto se debe a dos razones. Una ya comentada, que es su entorno natural ¨C¡°nuestro mayor patrimonio que nos hace estar a cinco grados menos¡±- y otra, que nunca sobra: ¡°La amabilidad de los churros [el gentilicio de estos vecinos] es tambi¨¦n digna de menci¨®n¡±.
El edil de esta localidad no se equivoca. Porque aqu¨ª naturaleza y urbanismo conviven igual de bien que vecinos originarios, de segunda residencia y forasteros. Algo que se ve, por ejemplo, todos los mi¨¦rcoles en el mercadillo de la plaza. El visitante que recale ese d¨ªa se encontrar¨¢ con un aut¨¦ntico avispero. Pero sin gritos y todo el mundo respetando su turno. El olor de los pinos se mezcla entonces con el aroma de las aceitunas, las berenjenas y las banderillas del puesto de Antonio Gonz¨¢lez; 25 a?os al frente. Y otro de los enamorados de la zona. ¡°Es que, le insisto, se est¨¢ estupendamente¡±, repite Rafael, el vecino orgulloso de su pueblo. Y uno de los asiduos a este mercado.
Pero en Becerril hay algo m¨¢s que aire puro. Impresiona, desde luego, ir caminando y darse de bruces con la sierra que recorta este id¨ªlico paisaje. Pero el visitante ha de saber tambi¨¦n que ¨¦sta fue una localidad de ganader¨ªa y crianza. De ah¨ª su nombre, Becerril, y su gentilicio ¨Cchurro- que es, precisamente, un tipo de becerro, tal y como explican los lugare?os. Y esto es algo que se nota todav¨ªa en el ambiente de esta comarca, que se cree que data del siglo XIV. As¨ª, recorrer Becerril es perderse tambi¨¦n por los recovecos de la memoria sentimental de esta villa. Por el camino, el viajero se encontrar¨¢ con las llamadas cortes o casas bajas donde se guardaba en ganado. Y tambi¨¦n con muchas edificaciones como la Iglesia de San Andr¨¦s Ap¨®stol, del siglo XVI, y tapizada en granito. Porque ¨¦ste tambi¨¦n fue un pueblo de canteros.
La cantera de Madrid
Pese a lo que pueda parecer por su nombre, Becerril ha sido, sobre todo, una tierra de canteros. Los lugare?os inciden mucho en este hecho porque, seg¨²n dicen, hasta hace unas d¨¦cadas muchos de ellos se dedicaban a la canter¨ªa. De esta zona proviene la piedra gran¨ªtica conocida como berroque?a que, seg¨²n explican, se transportaba hasta Madrid en el tren que sal¨ªa de El Gamonal. En lo que compete a Becerril de la Sierra, los granitos m¨¢s caracter¨ªsticos son los llamados monzogranitos de grano medio biot¨ªticos. Con este material se ha construido, por ejemplo, el palacio de El Pardo, la Puerta de Alcal¨¢ o el Palacio Real de Madrid, tal y como explica la documentaci¨®n del Instituto Geol¨®gico y Minero.
En el museo etnogr¨¢fico -se puede visitar en agosto- se conservan muchas de esas esencias. Ah¨ª hay expuestos objetos y utensilios que hicieron la vida m¨¢s f¨¢cil a los lugare?os durante los siglos XVIII y XIX. Pero tambi¨¦n muchas fotograf¨ªas. Y algunas de ellas revelan detalles tan curiosos como la costumbre de casarse de negro. ¡°Era algo t¨ªpico de entonces¡±, se?ala Matilde Pont¨®n, la vecina con m¨¢s memoria, casi, del pueblo y quien recopil¨® todos esos objetos. Seg¨²n cuenta, su bisabuela y su madre se casaron de luto. Pero ni ella ni el resto de vecinos consultados saben de d¨®nde ven¨ªa esa tradici¨®n. Lo que s¨ª conocen -y mucho- son las vistas de Becerril.
Hay cuatro enclaves que repiten con entusiasmo: las cascadas de Las Chorreras; las vistas desde Majada del Espino; el monte del Alto del Hilo. Y el pico que es, quiz¨¢s, el m¨¢s conocido en la zona: La Maliciosa. Desde aqu¨ª, adem¨¢s, de noviembre a mayo, los visitantes que lo coronen pueden apuntar sus impresiones en un cuaderno que se deja para que unos y otros escriban sus reflexiones alabando ¨Cy esto es literal- la inmensidad del mundo. O las carnes de la zona, esto ¨²ltimo como sugerencia. En el restaurante Las Cadenas, Nuria Ferrero, su due?a, sirve cordero y cochinillo en horno de le?a por 25 euros por persona. Al final del viaje, el visitante comprende por qu¨¦ Rafael, el vecino del primer p¨¢rrafo, est¨¢ mejor que muchos.
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