Vivir en una maqueta
Patones de Arriba es uno de los pueblos m¨¢s bonitos, m¨¢gicos y extra?os de la Comunidad de Madrid
Imaginar la vida en una maqueta es un ejercicio surrealista. O mejor, la vida en un parque de atracciones de Disney. All¨ª todo es id¨ªlico. Todo est¨¢ limpio y recogido. El mundanal ruido brilla por su ausencia y el ¨²nico incordio son los turistas que pasean sacando fotos entre una docena de calles y recovecos. La vida en Patones de Arriba es as¨ª de extra?a y m¨¢gica. Tan extra?a que para llegar, primero hay que pasar por Patones de Abajo. Y desde all¨ª, subir en coche, o recorrer un camino entre barrancos y las infraestructuras de la presa del Pont¨®n de la Oliva, que desemboca en este pueblito. Para el que sube caminando la entrada a Patones es como llegar a la Tierra Media con el anillo salvador. Incluida la luz cegadora y la banda sonora de Howard Shore. Solo que m¨¢s castizo.
Patones de Arriba est¨¢ declarado Bien de Inter¨¦s Cultural (BIC) y en el pueblo viven unos 14 vecinos. La aldea est¨¢ ubicada a unos 60 kil¨®metros de Madrid, y est¨¢ tan oculta entre las monta?as que durante la guerra de la Independencia, en el siglo XIX, se cre¨ªa que los franceses no se hab¨ªan percatado de su existencia. Y ya se sabe, pueblos peque?os, infiernos grandes. La mitad no se hablan. Que si la valla sobrepasa la linde del terreno de uno, que si las ovejas se meten en la parcela del otro. En fin, un cuadro. Una pel¨ªcula de Almod¨®var con tintes sombr¨ªos. El pueblo est¨¢ en cuesta; en la parte baja est¨¢n las viviendas, y en la parte alta hay antiguas eras, donde se ejerc¨ªan las labores de la trilla de cereales y tinados y arrenes, donde se cobijaba el ganado ovino y caprino.
Los pueblos negros
Patones de Arriba es uno de los denominados pueblos negros. El motivo es la abundancia de pizarra como elemento principal de su arquitectura, confiriendo a la aldea ese color oscuro. Su origen se debe al aprovechamiento de los recursos disponibles en las monta?as del entorno. Esta arquitectura negra se encuentra lo largo de las provincias de Madrid, Segovia y Guadalajara, gracias a las Sierras de Ayll¨®n y Alto Rey. Donde m¨¢s abundan este tipo de pueblos es en Guadalajara, que cuenta con una ruta de cinco localidades separadas por 46 kil¨®metros entre el primero y el ¨²ltimo municipio. El itinerario est¨¢ formado por Campillejo, El Espinar, Campillo de Ranas , Robleluengo y Majaelrayo.
Cuando uno camina por sus calles, no escucha nada. Solo la pisadas sobre la negra pizarra, que es parte fundamental de la arquitectura de la aldea y le confiere un caracter¨ªstico color negruzco. Y cada poco, el visitante se cruza con un turista sacando fotos. Como si fuera un museo. La escena se repite varias veces, porque el pueblo no da para m¨¢s de media hora. Los forasteros pasean en silencio y a veces el encuentro se produce a trav¨¦s de callejuelas o ¨¢ngulos imposibles. Como si fuera un juego de espejos. De vez en cuando alg¨²n gato perezoso se atraviesa como si el pueblo fuera de su propiedad.
¡°Es como vivir en una urbanizaci¨®n¡±, explica Jos¨¦ Manuel Villal¨®n, vecino desde hace 35 a?os y due?o del restaurante La Caba?a. Donde, por cierto, sirven unas buenas migas. En su restaurante entra y sale gente que ha venido ¨²nicamente a visitar el pueblo y a comer. De una mesa se levantan 13 asi¨¢ticos que parecen haber encontrado el pueblo de casualidad. Villal¨®n habla de las bondades de la aldea, que es una belleza, pero aclara que despu¨¦s de comer, el pueblo muere. El coche es indispensable para cualquiera de sus habitantes. Por ejemplo, para bajar a Patones de Abajo, donde viven m¨¢s de 500 personas y de donde obtienen recursos que no hay Arriba. O para coger el autob¨²s a Torrelaguna, el municipio de referencia de donde parten autobuses con mayor frecuencia para bajar a la capital. Directos a Madrid solo hay dos al d¨ªa.
Casas rurales
En Patones hay casas rurales para el que quiera escapar del planeta. Uno puede literalmente evaporarse en esta aldea, poblada por irreductibles patones que resisten todav¨ªa y siempre la invasi¨®n de los comercios y la vida de la ciudad. Porque en Patones de Arriba no hay tiendas, ni ultramarinos, ni supermercado, ni monumentos o estatuas. Ni siquiera un bar, a parte de los restaurantes. El Ayuntamiento, claro, est¨¢ en Patones de Abajo, a donde pertenece este peque?o enclave.
Junto a la aldea, en la presa de El Pont¨®n de Oliva hay una zona de escalada situada en la Sierra de Ayll¨®n. Este embalse, hoy en desuso, cuenta con cerca de 500 v¨ªas de roca caliza. Aunque la acampada est¨¢ prohibida, hay un par de refugios por la zona regentados por la asociaci¨®n Gu¨ªas de espeleolog¨ªa y monta?a.
Desde luego el plan, lo que viene siendo el plan, no es agarrar el coche e ir a Patones de Arriba a pasar el d¨ªa. Lo suyo es ir a otra localidad donde merezca la pena destinar m¨¢s tiempo o incluso pernoctar. A este delicioso territorio conviene ir a dar un paseo y comer. Una parada agradable dentro de un viaje m¨¢s largo. En el pueblo hay casi tantos restaurantes como habitantes: 10 locales que sirven comida apegada a la tierra, con ra¨ªces de Castilla y Le¨®n, dada su cercan¨ªa y su influencias hist¨®ricas.
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