El cuento que nos duerme
Trato de desdibujar el ¨¦nfasis sospechoso que pone C¡¯s en la corrupci¨®n para no tratar otros temas muchos m¨¢s urgentes e imposibles de seguir postergando
No s¨¦ si sabe Albert Rivera que uno de los factores que decidieron la separaci¨®n de las Provincias del R¨ªo de la Plata de la corona de espa?ola fue la corrupci¨®n. Doy este dato porque me parece que la corrupci¨®n en Espa?a viene de lejos. Y no deja de parecerme un poco extra?o que el partido de Albert Rivera nos d¨¦ tanto la tabarra con este asunto. Y que encima quiera hacernos creer que con unas pocas leyes, acuerdos y vaya a saberse qu¨¦ otros cambalaches, va a resolver esta end¨¦mica patolog¨ªa de la noche a la ma?ana. Tambi¨¦n me resulta todav¨ªa m¨¢s extra?o que no se hayan apercibido que en cada elecci¨®n, el Partido Popular, el partido que acumula m¨¢s casos de corrupci¨®n de todos los calibres en toda Espa?a, acarrea m¨¢s votos. As¨ª que la pregunta es la siguiente: ?No ser¨¢ que la corrupci¨®n es la cortina de humo perfecta para desviar la atenci¨®n de los electores de los temas m¨¢s candentes que amenazan, ahora mismo, la estabilidad de Espa?a?
Seguramente el lector de esta tribuna puede llegar a creer que estoy dando la espalda a un asunto muy grave. O que una especie de abandono o resignaci¨®n ¨¦ticos hace que desista de proponer cualquier soluci¨®n para esta grave epidemia. Nada m¨¢s lejos de eso, por supuesto. Solo estoy tratando de desdibujar el sospechoso ¨¦nfasis que pone C¡¯s en no tratar otros temas muchos m¨¢s urgentes e imposibles de seguir postergando. Como son la supresi¨®n de la reforma laboral auspiciada por Mariano Rajoy, la adopci¨®n de pol¨ªticas p¨²blicas que aminoren la creciente desigualdad social que sufren amplias capas de la ciudadan¨ªa, el paro juvenil, el paro de larga duraci¨®n sin cobertura econ¨®mica de ning¨²n tipo, el debate territorial, la reforma constitucional o la apertura de un proceso constituyente. Pero antes de comentar estos temas, me gustar¨ªa hacer una reflexi¨®n sobre la corrupci¨®n y la demagogia que promete su liquidaci¨®n en un abrir y cerrar de ojos, como si esta plaga no fuera una enfermedad que debe curarse desde la educaci¨®n en los centros de ense?anza, desde el ¨¢mbito familiar y social. Incluso deportivo. Y pol¨ªtico, claro. En suma, un proceso que lleva a?os extirpar, si no generaciones.
El se?or Albert Rivera tendr¨ªa que dejar de encantarnos con su cantarella de la corrupci¨®n
Comentar¨¦ una situaci¨®n que se viene dando en la vida diaria, en nuestro pa¨ªs, con bastante naturalidad, sin visos de que vaya a resolverse ni a corto ni a medio plazo. Creo que el ejemplo que dar¨¦ les ser¨¢ a los lectores bastante familiar. Supongamos que nos dejamos olvidado un billetero en la barra de una cafeter¨ªa. ?Lo encontrar¨¢ cuando regrese para recuperarlo? Doy por hecho que si antes lo encuentra un camarero o el due?o del local, hay muchas posibilidades de recuperarlo. Pero si quien lo encuentra es un cliente ocasional, tales posibilidades desaparecen ipso facto. Supongamos que nos dejamos unas gafas (de sol y graduadas, como le pas¨® no hace mucho a quien esto escribe) olvidadas en un banco de la calle. Cuando descubra que no las tiene y vuelva sobre sus pasos para recuperarlas, ?las encontrar¨¢ en su sitio? Es altamente probable que no. Si eso nos ocurriera en Alemania o en Finlandia o en Suecia, den por seguro que esos objetos volver¨¢n a su propietario como si nunca los hubieran extraviado. Ahora comentar¨¦ un caso que me ocurri¨® este mismo verano en una playa de la Costa Brava. Estaba yo en un chiringuito degustando un refresco cuando a mi lado se instal¨® un matrimonio joven con una ni?a que apenas sab¨ªa caminar. El padre jugaba con su hija con una pelota de tenis. Cuando dejaron de jugar, la pelota qued¨® abandonada a un lado de la mesa que ocupaban. Cu¨¢l fue mi sorpresa cuando veo que un ni?o de no m¨¢s de doce a?os que pasaba por all¨ª, recoge la pelota y se la lleva. En ning¨²n momento repara o interpreta que la pelotita pod¨ªa pertenecer al matrimonio que estaba sentado en la mesa contigua a la m¨ªa. El padre reclama la pelota y el ni?o se la devuelve como si no hubiera pasado nada. Nunca se le ocurri¨® dejarla en su sitio o alcanz¨¢rsela a sus due?os.
El se?or Albert Rivera deber¨ªa dejar de encantarnos con su cantinela de la corrupci¨®n. Deber¨ªa poner sobre la mesa de negociaci¨®n los temas que mencion¨¦ m¨¢s arriba. Y me dej¨¦ el maltrato a las mujeres. Lo escribi¨® muy claro ayer en su cuenta de Twitter Juan Cruz. ¡°Esto de la corrupci¨®n y Ciudadanos es parecido a lo que avisaba Le¨®n Felipe. Nos duermen con cuentos. Y ya estamos durmiendo¡±.
J. Ernesto Ayala-Dip es cr¨ªtico literario.
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