La noche es peligrosa para las mujeres
Es necesario hacer p¨²blicas las agresiones sexuales para poner freno a las consecuencias de tantos a?os de socializar el miedo
Hacer p¨²blico que has sido v¨ªctima de una agresi¨®n sexual, como ha hecho la concejal Maria Rovira, no es f¨¢cil, porque la sensaci¨®n que queda es de impotencia e indignaci¨®n y no es agradable continuar hurgando en la herida. Pero es necesario para poner freno a las consecuencias de tantos a?os de socializar el miedo. Todo el mundo deplora las agresiones machistas. La batalla del discurso parece ganada. Pero no es as¨ª: hay un trasfondo ideol¨®gico que atribuye a las mujeres la responsabilidad exclusiva de su seguridad y acaba haci¨¦ndolas culpables de las agresiones de que son v¨ªctimas. Es, por ejemplo, la idea de que tienen que mirar siempre por d¨®nde van, de que la noche no es segura para las mujeres.
Efectivamente, la noche no es un ¡°lugar¡± seguro para las mujeres. Pero no lo es ni en una calle desierta, como la que recorr¨ªa Maria Rovira la madrugada del 1 de septiembre de vuelta a su casa, ni en medio de multitudes festivamente embriagadas como en los Sanfermines o tantas otras fiestas mayores. As¨ª que la cuesti¨®n no es que las mujeres miren por d¨®nde van. No es un problema de las mujeres, que tienen que poder ir a donde quieran, y c¨®mo y cu¨¢ndo quieran, igual que los hombres. Es un problema de una cultura machista que hace que muchos hombres se crean con el derecho de imponer a las mujeres su deseo y, si hace falta, los efluvios de su testosterona. Por la fuerza bruta, como en el caso de Maria Rovira, o por la v¨ªa menos llamativa, pero igualmente impositiva, de no tener en cuenta su voluntad, de no querer entender que ¡°no es no¡±.
Lo que le ha pasado a la concejal es mucho m¨¢s frecuente de lo que parece. En 2015 se denunciaron ante los Mossos d'Esquadra 679 agresiones sexuales, catalogaci¨®n que implica el uso de la fuerza. Pero los actos de acoso, verbal o f¨ªsico, son a¨²n mucho m¨¢s frecuentes. Por eso es tan importante hacer aflorar esta realidad con denuncias p¨²blicas como ha hecho Maria Rovira o como hizo Ada Colau cuando explic¨® que hab¨ªa sido v¨ªctima de acoso durante un acto del sector judicial al cual asist¨ªa como alcaldesa.
Aquel incidente es muy representativo de cu¨¢l es la situaci¨®n real. Colau explic¨® que en la distensi¨®n de las copas ofrecidas por los anfitriones, dos hombres demasiado desinhibidos se le acercaron y, haci¨¦ndose los simp¨¢ticos, le dijeron que si ten¨ªa pareja, que estaba muy buena y que quiz¨¢ podr¨ªan hacer algo. Si esto le pasa a una mujer que ha ido al acto como alcaldesa, es decir, ejerciendo un cierto poder, durante una reuni¨®n de gente educada, con alta formaci¨®n y altas responsabilidades sociales, qu¨¦ no les ocurrir¨¢ a otras mujeres en otros ambientes. Pero lo que resulta m¨¢s desolador es adentrarse en los comentarios que todav¨ªa figuran en las noticias publicadas sobre el incidente denunciado por Colau. Aparte de los que siembran dudas y recriminan a la alcaldesa que no hubiera denunciado el acoso ¨Ccomo si el C¨®digo Penal fuera una herramienta efectiva para una situaci¨®n como esa, en que estar¨ªamos ante la palabra de la v¨ªctima contra la de los agresores¨C, entre los comentarios podemos encontrar toda una radiograf¨ªa de la mente machista en estado puro. Ning¨²n pudor.
Si hay tantas agresiones es porque tambi¨¦n hay mucha tolerancia ante las expresiones de machismo. Desde las m¨¢s sutiles hasta las m¨¢s groseras. La tolerancia que permite hacer gracietas ante testimonios como el de Colau es la que envalentona a los m¨¢s perturbados por su propia ideolog¨ªa, haciendo que se atrevan a agredir.
No hay que socializar el miedo. Lo que hay que hacer es defender la noche y la calle como espacios de libertad tambi¨¦n para las mujeres.
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