La amenaza del PSOE al PSC
La idea de que el PSOE conseguir¨ªa por separado lo mismo que ha logrado con el PSC desde 1979 raya la categor¨ªa de pensamiento m¨¢gico
El ya viejo deseo de algunos sectores socialistas de replantear el modelo de articulaci¨®n entre el PSOE y el PSC con el objetivo de convertir al segundo en una federaci¨®n m¨¢s del primero ha reverdecido con fuerza con la crisis provocada por el cambio de posici¨®n sobre la investidura de Mariano Rajoy. En esta ocasi¨®n hay algo relativamente nuevo en la respuesta que ha provocado. La novedad consiste en que, ahora, la direcci¨®n del PSC ha respondido, por boca de su primer secretario, Miquel Iceta, que si el PSOE quiere modificar el protocolo de relaciones entre ambos partidos, solo tiene que plantearlo. Sentarse a la mesa y hablar. Y a ver qu¨¦ sale.
No es ning¨²n secreto para nadie que la actual direcci¨®n del PSC es la m¨¢s identificada con el PSOE que haya habido nunca. Dif¨ªcilmente podr¨ªa haber alguna que lo fuera m¨¢s. Y conste que de todas las anteriores, todas, ninguna quiso nunca, ni de lejos, una ruptura entre ambos partidos. Al rev¨¦s, ni siquiera un agravio que podr¨ªa considerarse end¨¦mico ¡ª la restituci¨®n del grupo parlamentario propio en el Congreso de los Diputados, que el PSC entiende como una deslealtad de las sucesivas direcciones del PSOE¡ª ha derivado nunca en amenaza de ruptura. El fracaso reiterado de los intentos de recuperarlo y volver a la situaci¨®n que hab¨ªa entre 1977 y 1979, cuando Ernest Lluch era el portavoz del PSC en el Congreso de los Diputados, no ha amenazado tampoco nunca la unidad socialista.
En la crisis pol¨ªtica provocada en Catalu?a por la sentencia de 2010 del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Autonom¨ªa, una buena parte del PSC se sinti¨® frustrada y decepcionada por lo que consider¨® una dolosa pasividad del PSOE y de su Gobierno en el tramo final del proceso. Aquella decepci¨®n se sald¨® con la escisi¨®n de lo que fue llamado el sector m¨¢s catalanista del partido. El PSC qued¨® debilitado, pero su direcci¨®n no movi¨® ni un ¨¢pice las posiciones fundacionales sobre la relaci¨®n con el PSOE, que datan de 1978. La escisi¨®n no cuaj¨® en una fuerza capaz de disputar el espacio pol¨ªtico y la debacle electoral que el PSC sufri¨® a partir de entonces es paralela a la registrada por el socialismo en toda Espa?a.
Sucede sin embargo que en algunas federaciones del PSOE est¨¢ muy arraigada la idea de que si en vez de existir un partido socialista en Catalu?a y otro en Espa?a hubiera uno solo y ¨¦ste fuera el PSOE, las cosas les ir¨ªan mejor. De ah¨ª que cada vez que hay alg¨²n desencuentro entre PSC y PSOE, por la raz¨®n que sea, alcen la voz dirigentes socialistas de Extremadura, Andaluc¨ªa, Asturias y de algunas otras federaciones, opinando que el PSC debe comportase como una organizaci¨®n regional m¨¢s del PSOE o asumir que el PSOE levante la suya propia en Catalu?a y concurra como tal a las elecciones.
Este es tambi¨¦n ahora el fondo de las advertencias lanzadas por algunos dirigentes del PSOE si el PSC se niega a apoyar la investidura de Mariano Rajoy. Han sonado en la boca de los ganadores de esta crisis interna las palabras t¨ªpicas del fin del di¨¢logo pol¨ªtico en los conflictos intrapartidarios graves: disciplina, reglamento, unidad. Y si no, atenerse a las consecuencias. Es decir, castigo, expulsi¨®n, ruptura.
Quienes lanzan estas amenazas parecen partir de la idea de que el PSOE podr¨ªa obtener directamente para sus candidaturas el mismo apoyo electoral que obtiene el PSC en unas elecciones legislativas. Como que nunca se ha hecho la prueba, solo caben especulaciones acerca de lo que suceder¨ªa si se llevara a cabo la ruptura. Lo que s¨ª hay es una ilustrativa experiencia an¨¢loga. En 1999 la Izquierda Unida (IU) de Julio Anguita decidi¨® romper con sus federados de Iniciativa per Catalunya (ICV) y competir electoralmente con ellos por el mismo espacio pol¨ªtico, el que hasta entonces hab¨ªan representado conjuntamente. Cre¨ªan que por lo menos el 60% de aquel electorado les apoyar¨ªa. Rompieron. Se presentaron a las elecciones con sus siglas. No llegaron al 3% y quedaron sin ning¨²n diputado. La primera tarea que se impuso despu¨¦s fue conseguir la reunificaci¨®n. Pero desde bases m¨¢s d¨¦biles, claro.
La idea de que el PSOE por si solo conseguir¨ªa lo mismo que ha logrado con el PSC desde 1979 raya la categor¨ªa de pensamiento m¨¢gico. Simplemente, ser¨ªa una resta con el resultado de debilitar a los socialistas en la segunda comunidad m¨¢s poblada de Espa?a.
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