Calor de fr¨ªo
El autor destaca que en los primeros d¨ªas del oto?o se cruzan en las calles de la capital quienes van muy abrigados con los que visten de camiseta y bermudas
Ha vuelto esa extra?a temporada de duraci¨®n incierta en la que algunos persisten en andar de manga corta o arremangados y otros, que se adelantan al invierno con bufanda o incluso, abrigados hasta los tobillos. Es el Oto?o, donde el despiste de sobreprotecci¨®n puede provocar oleadas de sudor en caf¨¦s, restaurantes y establecimientos que ya echaron a andar sus calefacciones. Est¨¢ el que lleva su boina con bufandita de melancol¨ªas al vuelo, al lado del que bien podr¨ªa llevar bermudas y un coco con sombrilla diminuta. Ambos se cruzan en una esquina y de pronto, se filtra entre ellos una leve neblina morada por la transpiraci¨®n del asoleado y el vaho del friolento.
Es la impalpable nebulosa m¨¢s all¨¢ del debate y la discusi¨®n. La nubecilla morada que revuelve las temperaturas de ambos: el andante acalorado que viene sudando y la febr¨ªcula del arropado, que transpira bajo su abrigo calores que lo salvan de todo fr¨ªo. La nube tibia y morada mezcla sus palabras, ambos bandos en busca de un acuerdo y por encima de discusiones necias; se miran en busca de coincidencias, se reconocen a trav¨¦s del espejo de sus diferencias como quien abre la ventana ajena del pr¨®jimo opuesto: uno lleva la lana tejida de un calor que intenta reproducir la temperatura del otro que parece andar a la orilla del mar, bajo palmeras borrachas de Sol. Entre ambos hay esa nube morada de posible conversaci¨®n morada donde las posturas encontradas urden algo muy similar a lo que llaman clima templado, nebulosa impalpable de duraci¨®n impredecible, niebla de saliva evaporada, nube de anhelos compartidos donde el andante abrigado y el aligerado andar¨ªn de arremangados brazos parecen encontrar un entendimiento.
Se cruzan en el paso de las cebras y cada quien sigue su clima con el cambio del sem¨¢foro y las direcciones opuestas de las calles. Es probable que al llegar a sus respectivas cuevas, el friolento encuentra el calor de una fogata inventada y pase el resto del d¨ªa sin cobijas y el que anduvo sin mangas por la calle se arremolina en un sill¨®n con un edred¨®n de plumas, invirtiendo los papeles que ejercieron hace apenas unas horas a plena luz del d¨ªa y la nube morada que los uni¨® en conversaci¨®n ef¨ªmera se disipa en la desilusi¨®n y desidia, esfumada en la nada de las palabras huecas que se quedan flotando en un p¨¢rrafo enrevesado que s¨®lo pretend¨ªa volverse met¨¢fora para toda la palabrer¨ªa y todas las posturas que aturden como ruido de cascada trillada todo esto que llaman debate de investidura.
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