Un plato de dignidad
El comedor social Hijas de la Caridad de Madrid, que da de comer cada d¨ªa a 500 personas, cumple 100 a?os
La piel cuarteada del sol y del fr¨ªo, las arrugas, las canas, la mirada g¨¦lida o desesperada de las personas que esperan por su comida encogen el est¨®mago. El men¨²: arroz caldoso, hamburguesa y manzana. Es mediod¨ªa y una larga cola de personas espera para alimentarse en el comedor social Hijas de la Caridad de Madrid. Un timbre avisa de la apertura de puertas. Rumanos, italianos, cameruneses¡ visten con varias capas de ropa, camisetas de propaganda, playeros machacados. Otros llevan una mochila donde guardan toda su vida. Sus miradas est¨¢n llenas de miedo, desconfianza, desesperanza. Hast¨ªo.
Dentro del comedor les atienden seis voluntarios que sirven las raciones a toda velocidad sobre bandejas met¨¢licas. En los fogones, dos cocineros y tres ayudantes elaboran 150 kilos de comida diarios entre el primer plato (arroz, pasta, legumbres¡) y el segundo (cerdo, pollo, pescado¡). Otros 110 son de fruta y la pasteler¨ªa Mallorca dona 40 kilos de dulces para rematar el men¨². El centro, m¨¢s conocido como el Comedor de Mart¨ªnez Campos, ha cumplido 100 a?os con esta rutina que repite los 365 d¨ªas del a?o. ¡°Esto no es trabajo de lunes a viernes, para ellos es vida¡±, se?ala la directora de la instituci¨®n, ubicada en el n¨²mero 18 de la calle dedicada al militar golpista del siglo XIX en una de las zonas m¨¢s privilegiadas de Madrid, donde el metro cuadrado ronda los 4.500 euros. El comedor sirve a unas 500 personas diariamente en dos turnos: a las doce de mediod¨ªa y a las dos de la tarde.
¡°Lo que no es visible no existe en este pa¨ªs¡±. Sor Josefa P¨¦rez, directora del centro, de 60 a?os, acaba de coger las riendas del lugar. ¡°Vienen familias numerosas, mucha gente que todav¨ªa se ve azotada por la crisis e inmigrantes que se ponen nerviosos cuando ven una c¨¢mara: en su pa¨ªs no saben que est¨¢n en esta situaci¨®n. O les ponemos caras, o no nos sentimos sensibles¡±, afirma. Las Navidades est¨¢n a la vuelta de la esquina y son una ¨¦poca ¡°muy dura¡± porque se une con ¡°la nostalgia de lo que tuvimos y ya no vamos a poder volver a tener¡±. Diez carteles en otros tantos idiomas avisan a las personas que hacen cola en el comedor de que solo pidan ¡°lo que se vayan a comer y de que no se puede tirar la comida¡±.
Las personas que acuden al comedor social llegan a la recepci¨®n, rellenan un formulario y pasan una peque?a entrevista. Se les atiende y se les indica d¨®nde pueden ir a dormir. Adem¨¢s de comer, el centro cubre las necesidades b¨¢sicas de quien lo necesite; como duchas, peluquer¨ªa, clases de espa?ol para inmigrantes, talleres de cocina o alfabetizaci¨®n. Las duchas se ofrecen los lunes, mi¨¦rcoles y viernes.
El centro social tiene un presupuesto de 1.200.000 euros anuales. El 50% lo pone el Ayuntamiento de Madrid, cuya partida ¡°est¨¢ congelada desde hace tres a?os¡±. Las donaciones tambi¨¦n han disminuido, se?ala la administradora del centro, Noelia Alonso. ¡°En 2011, casi todo el mundo ten¨ªa un conocido que estaba en paro y hab¨ªa mucha m¨¢s sensibilidad. Para estas personas la crisis sigue siendo marginaci¨®n y exclusi¨®n¡±, concluye. Algunas de las empresas y organizaciones que donan alimentos son el Colegio Brit¨¢nico, la cadena de supermercados Mercadona o el Banco de Alimentos.
Valerio Mercut, rumano de 56 a?os, es uno de los habituales. Tras emigrar por trabajo y pasar por varios pa¨ªses, recal¨® en Espa?a en 2011, cuando la burbuja inmobiliaria y la crisis alargaban las colas del Inem. ¡°Altern¨¦ muchos trabajos ilegales, pero ahora tengo mis papeles y busco algo de ayudante de cocina o en la obra¡±, relata Mercut, que habla cuatro idiomas y dice sentirse muy bien acogido en el centro social. En otra mesa se sienta un chico que no ha recibido su beca para terminar el doctorado. No quiere hablar, como la mayor¨ªa. Sus familiares no saben que recurren a un centro social y el miedo, el orgullo y la verg¨¹enza se mezclan a partes iguales. ¡°La dignidad es lo ¨²nico que les queda a muchos¡±, concluye la religiosa.
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