La m¨²sica del tiempo de Carlos III inunda el Palacio Real
Un violonchelo de Stradivari hace revivir la m¨²sica de Boccherini, Facco, Paganelli, Porreti y Antonio Soler
La mejor m¨²sica ¨ªtalo-espa?ola del siglo XVIII acarici¨® los o¨ªdos de dos centenares de personas que asist¨ªan este mi¨¦rcoles, en el Palacio Real de Madrid, a un concierto programado por Patrimonio Nacional en conmemoraci¨®n del tricentenario del Rey Ilustrado, Carlos III (1716-1788). Protagoniz¨® la velada un violonchelo de la colecci¨®n real espa?ola, denominado ¡°1700¡±, surgido entonces de las manos del genial lutier Antonio Stradivari (Cremona, 1644-1737).
El m¨²sico violonchelista bilba¨ªno Josetxu Obreg¨®n, fundador y director del grupo La Ritirata, acababa de instalar en el stradivarius cuerdas de tripa, distintas de las actuales de acero, para as¨ª recrear, ante un p¨²blico devoto, el primigenio sonido surgido de la entra?a maderera del arce balc¨¢nico en el que fuera construido, tres siglos atr¨¢s, por tan prodigioso art¨ªfice. Este violonchelo, sin decorar, que conserva su forma original frente a los que fueron irresponsablemente recortados conforme a modas ulteriores, fue regalado en 1772 por Carlos III a su hijo el Pr¨ªncipe de Asturias. Completaba as¨ª la dotaci¨®n de la Real C¨¢mara de Instrumentos de arco del futuro Carlos IV, una de las mejores del mundo, conservada en el palacio madrile?o. Menos de una decena de violonchelos del genial artesano cremon¨¦s se conservan hoy.
Los compositores elegidos para el concierto brindado por el grupo de c¨¢mara La Ritirata (que dentro del XXXII ciclo de m¨²sica de c¨¢mara se ofrece tambi¨¦n hoy jueves, con todas las entradas ya vendidas), guardaban relaci¨®n con Espa?a. Ellos operaron en el interior y los aleda?os de la Corte borb¨®nica dieciochesca, se?aladamente la carolina, para la cual compusieron muchas de sus obras. Fue el caso del paduano Giacomo Facco, muerto en 1756, del cual el tr¨ªo de c¨¢mara formado por Josetxu Obreg¨®n, Diana Vinagre, violoncellista tambi¨¦n, y el clavecista vitoriano Daniel Oyarz¨¢bal eligieron un ¡°balleto¡± que interpretaron con pasi¨®n no re?ida con el esmero. Sigui¨® una sonata para violonchelo, en La menor, de Giuseppe Antonio Paganelli (1710-circa. 1763), cuya interpretaci¨®n iba desplegando el potente aparato s¨®nico del stradivarius; su prodigioso aliento parec¨ªa ocupar todo el espacio de la magnificente Sala de Columnas del Palacio Real madrile?o, escenario de la velada musical.
La emoci¨®n se apreciaba en el temblor de las manos del int¨¦rprete bilba¨ªno, a su juicio, seg¨²n ¨¦l mismo dijo, ¡°privilegiadas¡± por poder sujetar entre sus piernas ¨Cnada de soporte met¨¢lico sobre el suelo- y acariciar con el arco las venas sonoras de tan formidable instrumento musical. Tras escuchar los asistentes el famoso ¡°Fandango¡± para clave del fraile jer¨®nimo de San Lorenzo de El Escorial y principal¨ªsimo m¨²sico y organista espa?ol Antonio Soler (1729-1783) -disc¨ªpulo del genial clavecinista hispan¨®filo Domenico Scarlatti-, con su inconfundible pulsi¨®n met¨¢lica cristalina caracoleando en el ¨¦ter en un ¡°ostinato¡± de solo dos compases, surgi¨® un momento supremo: el grupo de c¨¢mara de Obreg¨®n acomet¨ªa una sonata de Boccherini, el m¨²sico italiano m¨¢s entra?ado con Madrid; el violonchelo, rasgado por el arco, vibr¨® majestuoso, ronc¨® primero y emiti¨® despu¨¦s un sonido que aterciopel¨® la atm¨®sfera al fundirse con el clave en un ¡°largo¡± posterior a un ¡°allegro¡± y anterior a un tempo de minueto. Sobrevino un momento irrepetible: la esencia musical del cortesano y pastoril siglo XVIII, majestuosidad, nostalgia y furia, barroco y clasicista, surgi¨® como un turbi¨®n incontenible desde las graves cuerdas, roncas y diamantinas, del Stradivarius.
Cierta heterodoxia en la interpretaci¨®n y algunos excesos gesticulantes pasaron inadvertidos para un p¨²blico fundido con los int¨¦rpretes en la pasi¨®n que la m¨²sica de cuerda acostumbra desencadenar en los corazones. Con una pieza del napolitano Domenico Porreti, suegro de Boccherini, y una sonata del genio afincado en Madrid, La Ritrata culmin¨® su excitante actuaci¨®n seguida de un ¡°bis¡±, un preludio de Bach, interpretada por Obreg¨®n a solas con su stradivarius, entusiasmado por el gozo, ayer, de su confeso e impagable privilegio.
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