El derecho a la ciudad
Hay una revoluci¨®n urbana que construye ciudad desde el inter¨¦s por la rentabilidad. Este enfoque permite privatizar los beneficios y dejar riesgos y costes en manos p¨²blicas
Lo acontecido en Reus es una muestra m¨¢s de la gangrena que aqueja a muchas ciudades. Seguimos lami¨¦ndonos las heridas de lo que fue la gran burbuja inmobiliaria y la construcci¨®n de infraestructuras que hoy contemplamos en muchos casos como ejemplo de lo in¨²til y grandilocuente. Y mientras, la degradaci¨®n de las condiciones de subsistencia de sectores importantes de la poblaci¨®n va agrav¨¢ndose. No es este un pecado local. Seguimos viendo im¨¢genes y recibiendo noticias de grandes operaciones inmobiliarias y de la construcci¨®n de edificios futuristas fuera de toda escala y sentido com¨²n en sitios como el Golfo P¨¦rsico y simult¨¢neamente vemos c¨®mo la creciente urbanizaci¨®n de la poblaci¨®n en todo el mundo va casi siempre acompa?ada de graves problemas de subsistencia, movilidad y contaminaci¨®n.
En este contexto, la presencia de David Harvey en Barcelona estos d¨ªas nos permite revisitar el concepto ya a?ejo del ¡°Derecho a la Ciudad¡±, que acab¨® mencion¨¢ndose de refil¨®n en la Declaraci¨®n Final de Habitat III en Quito. A finales de los 60, Henri Lefebvre us¨® el t¨¦rmino para denunciar la erosi¨®n del proyecto colectivo que una ciudad representa cuando se van reduciendo las posibilidades de desarrollar una vida digna. Hoy, renace con fuerza esa expresi¨®n, en conflicto directo con los grandes fondos de inversi¨®n, sus inversiones inmobiliarias y la despreocupaci¨®n con la que tratan los efectos colaterales que ello genera.
El an¨¢lisis de Harvey coincide con el Saskia Sassen. Hay grandes cantidades de dinero en el mundo que encuentran dificultades para conseguir mantener tasas de inter¨¦s positivas y sueldos millonarios de los gestores de esos fondos. No hay inter¨¦s en lo que se produce, sino en las rentabilidades generadas. Y una de las ¨¢reas m¨¢s rentables hoy d¨ªa es el mercado inmobiliario. Por varias razones. Por un lado constituye un dep¨®sito de riqueza y bienestar futuro. Por otro, permite rentabilizar la inversi¨®n si se consiguen niveles adecuados en los precios de alquiler o venta. Y como afirmaba Harvey, si a eso le a?ades turismo, la operaci¨®n se convierte en mucho m¨¢s atractiva, al situar el ¨¦nfasis en un objeto de consumo que va m¨¢s all¨¢ de las necesidades b¨¢sicas, que es constantemente renovable y que genera rentabilidades altas en todo el entorno que rodea la experiencia tur¨ªstica.
En este escenario, Trump es, para los fondos de inversi¨®n globales, m¨¢s una esperanza que un peligro. Al margen de las preocupantes bravuconadas y amenazas de la campa?a, desde el punto de vista econ¨®mico lo que promete es gastar dinero p¨²blico en operaciones de regeneraci¨®n de infraestructuras y en grandes operaciones inmobiliarias, endeudando al Estado y generando puestos de trabajo y crecimiento econ¨®mico. Siguiendo la estela de China que combati¨® el desempleo generado por la crisis del 2007 y 2008 con la construcci¨®n de ciudades enormes, a¨²n hoy vac¨ªas, y con un aumento gigantesco de la red de carreteras y l¨ªneas de alta velocidad. Pero, como ocurri¨® all¨ª, los efectos en la poblaci¨®n norteamericana y en el contexto global pueden ser temibles, tanto por la degradaci¨®n ambiental como por los desplazamientos y expulsiones que ello generar¨¢.
No es ninguna locura relacionar el caso de la mujer fallecida en Reus con la presidencia de Trump. Hay una revoluci¨®n urbana en marcha que construye ciudad desde la perspectiva inversora y las exigencias de la rentabilidad, mezclando cada vez m¨¢s industria de la construcci¨®n, grandes compa?¨ªas de servicios, corporaciones tecnol¨®gicas, instituciones financieras y fondos de inversi¨®n. En operaciones e iniciativas p¨²blico-privadas, que en muchos casos drenan y extraen beneficios para los inversores privados, dejando los riesgos y las secuelas negativas en manos p¨²blicas.
Reivindicar hoy el derecho a la ciudad tiene que ver con esto. Con la capacidad de generar un movimiento democratizador de base que luche por ciudades habitables, por ciudades pensadas para las necesidades de la gente, desde experiencias comunitarias de protagonismo c¨ªvico y con distribuci¨®n m¨¢s justa de costes y beneficios. Que permita avanzar en poder asegurar condiciones dignas de vida para cualquier residente en la ciudad, en temas clave como son los servicios b¨¢sicos, la vivienda, la energ¨ªa, el agua, el saneamiento, el transporte. Reconstruir relaciones, sostener solidaridades, fortalecer la identidad local y el sentido de proyecto colectivo. La ciudad en la que vivimos marca lo que somos y lo que podemos ser.
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