Grietas en la piel del elefante
La estrategia del PP de politizar la defunci¨®n de Barber¨¢ e intentar recuperar a qui¨¦n hace unos pocos meses se defenestr¨®, s¨®lo puede volverse en contra suya
En los muchos a?os en que lleva expuesto a las c¨¢maras, nunca hab¨ªa visto el rostro de Mariano Rajoy tan dolorido, como el pasado mi¨¦rcoles al ser interrogado sobre la muerte de Rita Barber¨¢. Por una vez vi grietas en la piel del elefante. No voy a entrar en especulaciones sobre el estado de ¨¢nimo del presidente: cada persona es due?a de sus sentimientos. Pero si es relevante la actitud del PP ante esta defunci¨®n, las palabras que sus dirigentes vienen desparramando en la escena medi¨¢tica. En primer plano, el intento de capitalizar pol¨ªticamente la muerte de Rita Barber¨¢, tratando de imputarla a sus adversarios y a parte de los medios de comunicaci¨®n. En segundo plano, el susurro de reproches internos, ejercicio en el que, como casi siempre, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar es el ¨²nico que se ha pronunciado sin rodeos: ¡°Ha muerto habiendo sido excluida del partido al que dedic¨® su vida. Y lamento que haya muerto antes de ver archivada la causa abierta contra ella y, con ello, restablecido el buen nombre que para m¨ª siempre tuvo¡±.
Esta estrategia del PP de politizar el acontecimiento e intentar recuperar a qui¨¦n hace unos pocos meses se defenestr¨®, s¨®lo puede volverse en contra suya. S¨ª es verdad, como dice Jes¨²s Posada, ¡°que ha sufrido una cacer¨ªa completamente injustificada¡±, si las acusaciones contra ella han sido tan injustas, como sustenta el ministro de Justicia, Rafael Catal¨¢, o si ha sido una mujer tan honesta, como afirma Dolores de Cospedal, solo cabe una pregunta: ?Por qu¨¦ Rajoy y la direcci¨®n del PP la forzaron a dejar la militancia y la expulsaron del grupo parlamentario, si sab¨ªan que estaban cometiendo una grave injusticia? Y s¨®lo caben dos respuestas: o eran conscientes de las responsabilidades de la exalcaldesa que ahora niegan; o sacrificaron a Rita Barber¨¢, aunque pensaran que no lo merec¨ªa, para dar satisfacci¨®n a Ciudadanos y no estropear la investidura de Rajoy. Ninguna de las dos respuestas aporta grandeza al primer partido de la derecha. Ni a su l¨ªder que acumula una larga trayectoria sacrificando amigos y gente pr¨®xima para salvarse ¨¦l. Esto es la pol¨ªtica, dicen algunos, convencidos de que la virtud est¨¢ en el cinismo.
Las reacciones del PP a la muerte de Barber¨¢ ofrecen un caso de estudio para la relaci¨®n entre ¨¦tica y pol¨ªtica. La pol¨ªtica es poder, se dice, y no se puede interpretar desde la l¨®gica de la moral. Olvidando que si la moral ¡ªla necesidad de ponernos l¨ªmites- existe es precisamente porque las relaciones humanas, todas, son, a distintos niveles, relaciones de poder y debemos protegernos de los abusos. Para sustentar la incompatibilidad entre pol¨ªtica y moral, acostumbra a acudirse a al distinci¨®n weberiana entre ¨¦tica de la convicci¨®n y ¨¦tica de la responsabilidad. Lo que se interpreta como que las creencias y las posiciones personales deben ponerse al servicio de los intereses generales, que es un eufemismo para evitar decir al servicio de la l¨®gica del poder. Y la l¨®gica del poder se rige por un principio: conquistarlo y conservarlo. Los l¨ªmites s¨®lo son aceptables si pueden contribuir a este objetivo. Se olvida as¨ª f¨¢cilmente que en la distinci¨®n de Weber tanto la convicci¨®n como la responsabilidad van acompa?adas de la palabra ¨¦tica. Es decir, de un horizonte en que la idea de bien no est¨¢ excluida. Y as¨ª, el caso Barber¨¢ es un ejemplo can¨®nico. Se la forz¨® a dejar al partido y se la excluy¨® del grupo parlamentario para salvar la imagen del PP y no entorpecer la investidura de Rajoy. Y ahora se sobreact¨²a a favor de la que ellos mismos condenaron, con el mismo objetivo ¡ªsalvar al PP y acusar a los dem¨¢s. Todo por el poder, est¨¢ es el primer principio de la moral pol¨ªtica.
Si, como se dice, la muerte de Barber¨¢ ha producido en Rajoy un quebranto moral, adquiere sentido la frase que se atribuye a la hermana de la exalcaldesa: ¡°Que buen d¨ªa para dejar la pol¨ªtica¡±. Esta invitaci¨®n a reparar una presunta injusticia con un sacrificio libre y generoso que ennoblecer¨ªa a su protagonista, es sumamente ingenua porque la pol¨ªtica siempre alumbra razones superiores para no dejarla. La voluntad de poder se viste como inter¨¦s supremo de la patria: Espa?a me necesita. Y es imbatible.
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