Abajo las murallas
La mayor parte de los conductores que entran y salen de Barcelona no pierden horas en atascos porque no tengan nada mejor que hacer. Coger¨ªan un tren si fuera una opci¨®n
La informaci¨®n del tr¨¢fico de las ma?anas parece un parte de guerra. Los mapas de los informativos se van ti?endo de rojo mientras en la radio avisan, en tono de servicio y compasi¨®n: ¡°eviten la Ronda Litoral¡±, ¡°no se metan en la C-58¡± o ¡°colas kilom¨¦tricas¡± en donde sea.
Al llegar al final del p¨¢rrafo anterior no faltar¨¢ quien me aconseje, a m¨ª y a los cientos de miles de personas que entran y salen a diario de Barcelona, el uso del transporte p¨²blico. Como si existiese. El transporte p¨²blico es, en gran parte del pa¨ªs, una aut¨¦ntica calamidad. La mayor¨ªa de los autobuses interurbanos no pueden ahorrarse los atascos de las ¨¢reas periurbanas y, de Rodalies¡ ?qu¨¦ voy a contar de Rodalies que no sepan de las l¨ªneas de Tarragona o de Matar¨®? ?El desastre de las l¨ªneas que vienen y van al sur o a Vic?
No es un problema exclusivo de Barcelona ni es noticia de ayer; cada ¨¦poca y cada ciudad definen a su manera la relaci¨®n que las urbes establecen con su entorno m¨¢s cercano. Esa relaci¨®n es log¨ªstica y cuantitativa, pero tambi¨¦n social y cultural y por tanto, pol¨ªtica. Hoy nos manejamos con la perspectiva y la documentaci¨®n suficientes como para interpretar los hechos desde todos los puntos de vista.
Una de las historias que se pueden escribir sobre las ciudades europeas es la de c¨®mo levantan y derriban los muros que construyen. Por supuesto, no estamos hablando de las murallas de piedra sobre las que escribi¨® Monlau en 1841, pero hay l¨ªneas de su discurso que llegan hasta hoy, desde la necesidad de desarrollo econ¨®mico hasta el higienismo, que nos recuerdan las preguntas de siempre: ?qu¨¦ significa que una ciudad est¨¦ tan mal conectada con su entorno? ?Qu¨¦ coste en vidas ten¨ªa en su momento la falta de higiene y hoy la contaminaci¨®n? Y quiz¨¢s, la m¨¢s pertinente, ?a qui¨¦n le interesa hoy una ciudad con murallas que impiden la libre circulaci¨®n de personas? Hay pocos debates tan urgentes como ¨¦ste y despu¨¦s de hablar con gestores municipales de Barcelona y del resto de ciudades del pa¨ªs, pocos que hagan suspirar tanto por lo dif¨ªcil que resulta encontrar un modelo de ¨¦xito. Un aviso: al pr¨®ximo que me hable de los grandes aparcamientos a la entrada de Barcelona le pondr¨¦ una silla en La Llagosta o en Papiol para que espere sentado, que hace veinte a?os que lo o¨ªmos.
El Ayuntamiento de Barcelona quiere limitar la entrada de veh¨ªculos a Barcelona, medida l¨®gica y necesaria dado el grado de contaminaci¨®n producido, mayormente, por los veh¨ªculos di¨¦sel. Lo que nadie explica es que ese transporte privado no tiene sustituto p¨²blico, de ah¨ª los problemas y los suspiros. Y las preguntas: la entrada a Barcelona, v¨ªa peajes, ?va a significar una privatizaci¨®n municipal de los tr¨¢nsitos que necesita la ciudad? ?Puede Barcelona convertirse en una superilla sin que eso afecte a su estructura productiva y social? ?Qu¨¦ parte del abusivo precio de la vivienda es atribuible a la falta de infraestructuras y a la falta de comunicaci¨®n fluida con las ¨¢reas periurbanas?
Los gestores suspiran. Los hay que estar¨ªan entusiasmados con la idea de cambiar el mapa de los embotellamientos, todas esas l¨ªneas en rojo por la ma?ana, por un mapa de nuevas murallas legislativas, barreras a la relaci¨®n que Barcelona establece con Catalu?a. No lo olvidemos, siempre hay un reverso. Eso de que Barcelona tenga una buena relaci¨®n con Manresa, Tortosa o Vic es un peligro, no vaya a ser que se recupere aquella idea de la Catalunya Ciutat, que Barcelona no sienta que puede ser capital de algo m¨¢s que del ¨¢rea metropolitana. Con lo mansa que est¨¢ quej¨¢ndose del humo de los coches.
La mayor parte de los conductores que entra y sale de Barcelona no conducen por gusto. Tampoco pierden las horas en los atascos porque no tengan nada mejor que hacer. Coger¨ªan el tren si fuese una opci¨®n v¨¢lida puesto que tambi¨¦n lo pagan v¨ªa impuestos, pero Rodalies y los transportes interurbanos est¨¢n a a?os luz de unos trabajos que hoy necesitan la rapidez del Whatsapp.
Puede que con las restricciones al tr¨¢nsito Barcelona se quite de encima esa nube de poluci¨®n que la cubre. Me preocupan, adem¨¢s de ¨¦sa, el resto de nubes que hace que los gestores municipales no vean m¨¢s all¨¢ de sus narices. Esas otras murallas que benefician a los que est¨¢n encantados con que Barcelona viva de espaldas al resto del pa¨ªs. Los que mientras derriban una muralla, levantan otra.
Francesc Ser¨¦s es escritor.
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