Operaci¨®n di¨¢logo
A diferencia de la negociaci¨®n, dialogar solo compromete a hablar y permite jugar con los tiempos, entreteniendo al personal sin llegar a nada
Ahora toca di¨¢logo. Despu¨¦s de cuatro a?os dando con la puerta en las narices a cualquier demanda de di¨¢logo desde Catalu?a, Rajoy pone despacho a sus ministros en la Delegaci¨®n del Gobierno y les ordena que ocupen lugar en el paisaje pol¨ªtico catal¨¢n, en una suspensi¨®n de hecho del PP catal¨¢n. En pol¨ªtica imponer el lenguaje es tan importante como tomar decisiones concretas. Estamos pues en la fase de expansi¨®n del mensaje: dialogar. Rajoy conf¨ªa en que la propagaci¨®n de la palabra: a) obligue a las dem¨¢s partes a aceptar un marco de juego; b) imponga paulatinamente la idea de que la negociaci¨®n avanza aunque no llegue a nada; c) fuerce un cambio en los calendarios pol¨ªticos antes de que se concrete en resultados.
Dialogar tiene buena reputaci¨®n. Los t¨®picos pol¨ªticos suben y bajan en la bolsa de la opini¨®n p¨²blica, pero di¨¢logo permanece, porque su resonancia es conciliadora. Hablando la gente se entiende. El di¨¢logo, para ser digno de este nombre, requiere algunas condiciones: que se den los protocolos de comunicaci¨®n compartidos necesarios para entenderse, sin que una parte quiera imponer sus c¨®digos a la otra; que los interlocutores se otorguen mutuo reconocimiento, y que se act¨²e con la apertura mental necesaria para incorporar la palabra del otro, aceptar sus razones. Un di¨¢logo empieza mal si las partes marcan l¨ªneas rojas antes de sentarse a hablar.
Pero la pol¨ªtica es el reino del poder y, por tanto, de la arbitrariedad, y las l¨ªneas rojas est¨¢n al orden del d¨ªa porque no son funci¨®n de ninguna verdad sino de las relaciones fuerzas. Por eso hablar de di¨¢logo es equ¨ªvoco cuando de lo que se trata es de negociar. La palabra di¨¢logo embellece la negociaci¨®n que siempre es m¨¢s s¨®rdida porque viene determinada por las desiguales fuerzas en presencia. El di¨¢logo es una actitud, la negociaci¨®n s¨®lo tiene sentido si es concreta, si sirve para alcanzar resultados. Por eso se habla de operaci¨®n di¨¢logo, no de operaci¨®n negociaci¨®n. El di¨¢logo no compromete a m¨¢s que hablar y permite jugar con los tiempos previos, entreteniendo al personal sin llegar a nada.
Rajoy ha salvado la presidencia pero est¨¢ en situaci¨®n de dependencia de otras fuerzas. Antes decid¨ªa a su antojo, ahora necesita integrar a los socialistas en sus planes para Catalu?a. Rajoy tiene por lo menos cuatro razones para lanzar la campa?a del di¨¢logo. Primera, el curso de los procesos judiciales contra personalidades del independentismo y el desarrollo del plan de ruta soberanista amenaza con momentos de choque y alta tensi¨®n antes del verano. El presidente conf¨ªa en que la otra parte est¨¦ interesada en encontrar una salida para aplazar un calendario inviable. Segunda, cambiar el rictus de cabreo por algunas sonrisas y estar m¨¢s presente en Catalu?a le podr¨ªa dar algunos r¨¦ditos en el espacio conservador, abandonado por el nacionalismo moderado desde la crisis de Converg¨¨ncia, y le podr¨ªa servir para quitar algunos votos a Ciudadanos, que se ha ido apagando a la sombra del PP. Tercero, el presidente piensa que ganar tiempo debilita a un independentismo catal¨¢n que tarde o temprano acabar¨¢ notando la frustraci¨®n de la falta de resultados. Y, cuarto, no hay convocatoria electoral a la vista, o sea que Rajoy no tiene que estar pendiente del cabreo de su electorado de la Espa?a profunda.
En manos del independentismo y de los comunes estar¨¢ poner a prueba las intenciones del presidente. La avalancha medi¨¢tica prodi¨¢logo requerir¨¢ una respuesta del Gobierno catal¨¢n si no quiere encontrarse en posici¨®n de debilidad a la hora de sentarse a la mesa. El primer paso de Carles Puigdemont ha sido convocar una cumbre sobre el refer¨¦ndum. Es cierto que una negociaci¨®n aliviar¨ªa al independentismo, que conoce sus dificultades para cumplir su calendario. Pero es cierto tambi¨¦n que o la negociaci¨®n contiene un reconocimiento del soberanismo o es enormemente dif¨ªcil de asumir por parte de Junts pel S¨ª.
Puede que Rajoy piense en un pacto que a¨ªsle a las fuerzas soberanistas. Pero el independentismo est¨¢ ah¨ª, sigue siendo el primer proyecto pol¨ªtico, y cuesta imaginar la viabilidad de un acuerdo que le excluya. ?Con qu¨¦ mayor¨ªa? Los comunes nunca entrar¨ªan en este juego. De momento, estamos en la fase de ruido medi¨¢tico: la operaci¨®n di¨¢logo. Y corresponde a los dem¨¢s partidos evitar que el PP gane de antemano la batalla de la propaganda.
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