Desahuciados y acusados
Una pareja de Guinea afronta una petici¨®n de m¨¢s de dos a?os de c¨¢rcel por resistirse al desalojo de su casa
Lo que vivieron Ver¨®nica Lok¨¢ y Eliseo Loy¨¦ fue algo m¨¢s que un desahucio: fue, dicen, ¡°casi un asedio¡±. Tras apartar uno a uno a los vecinos del barrio del Clot que hab¨ªan acudido a apoyarles, los Mossos treparon con una escalera hasta el balc¨®n de su vivienda. ¡°En ese momento tuve miedo. Me di cuenta de que ¨ªbamos a perder la casa¡±, explica, cinco a?os despu¨¦s, Ver¨®nica. Aquel desahucio ¡°violento y brutal¡± no puso fin a los problemas con la justicia de este matrimonio espa?ol originario de Guinea Ecuatorial. Desde este mi¨¦rcoles afrontan un juicio por haber arremetido, presuntamente, contra los polic¨ªas. Ellos lo niegan. Mientras la Fiscal¨ªa les acusa de una falta contra el orden p¨²blico y les pide que paguen una multa, la Generalitat solicita dos a?os y tres meses de c¨¢rcel.
El desahucio del Clot se produjo el 25 de julio de 2011, en un contexto de fuerte conflictividad social. Los Mossos hab¨ªan desalojado de indignados la plaza de Catalunya de Barcelona y al frente del Departamento de Interior se hallaban Felip Puig y su pol¨ªtica de mano dura. La crisis hab¨ªa disparado los lanzamientos por impago, aunque el caso de Ver¨®nica y Eliseo era muy distinto: tras 26 a?os pagando religiosamente el alquiler del piso, el propietario quiso triplicar la mensualidad. Les llev¨® a juicio y gan¨®
¡°Es una injusticia. No es el primer desahucio del mundo, pero s¨ª el primero en el que a los desahuciados se nos pide c¨¢rcel¡±, proclama Eliseo, de 63 a?os y operario en el aeropuerto de El Prat. ¡°La polic¨ªa entr¨® all¨ª como si fuera una guerra¡±, dice el hombre, que niega haber agredido a los agentes. Lo mismo que su mujer, que sostiene que se limit¨® a ¡°coger con fuerza la escalera¡± y que qued¨® all¨ª como petrificada, hasta el punto de que los agentes, en el balc¨®n, tuvieron que desenganchar sus dedos de la escalera.
Eliseo denuncia que, nada m¨¢s acceder al balc¨®n, uno de los agentes le propin¨® un pu?etazo. Despu¨¦s le esposaron y le dejaron en una habitaci¨®n mientras la comitiva judicial cumpl¨ªa la orden. A Ver¨®nica a¨²n le tiembla la voz cuando recuerda ¡°todos esos polic¨ªas paseando por un piso tan peque?o¡±. Y le duele sobre todo por el menor de sus tres hijos, que entonces ten¨ªa 12 a?os y estaba en casa. ¡°El ni?o preguntaba: ¡®se?or, ?nos puede dejar un d¨ªa o dos para que recojamos nuestras cosas? Pero nadie le contestaba¡±.
No hubo tiempo. La familia tuvo que salir con lo puesto. Eliseo agarr¨® la mochila del trabajo y Ver¨®nica cogi¨® ¡°una bolsa del Lidl¡± que hab¨ªa en la cocina y meti¨® algo de ropa interior. ¡°Perdimos las fotos. El ¨¢lbum de fotos de la mili de ¨¦l no lo tenemos¡±, rememora.
Ya en el portal de su piso, en la calle de Andrade, siguieron recibiendo el calor de los vecinos mientras ve¨ªan c¨®mo desmontaban su casa: ahora bajaban las camas, ahora la nevera. ¡°Me preguntaban por qu¨¦ no lloraba. Les dije que no pod¨ªa llorar porque mis vecinos ya estaban llorando por m¨ª¡±, dice Ver¨®nica, que recuerda aquella jornada como si fuera ayer: ¡°Una vecina me trajo su carro para guardar todo el pescado y la carne que ten¨ªa en el congelador, y que iba a echarse a perder¡±.
Esa solidaridad de barrio del Clot es lo ¨²nico bueno que han sacado de aquella dolorosa experiencia. ¡°La respuesta ha sido fant¨¢stica y, despu¨¦s de ver las im¨¢genes del desahucio, incluso el alcalde Trias nos apoy¨® y nos ayudaron a buscar un piso¡±. Viven esa alegr¨ªa con una mezcla de cierto sentimiento de culpa, ya que tres de los vecinos y activistas que acudieron a impedir el desahucio tambi¨¦n se sientan en el banquillo. Y afrontan penas por parte de la Generalitat de hasta cinco a?os. Los vecinos volver¨¢n a estar hoy a su lado, en una concentraci¨®n convocada con motivo del juicio frente a la Ciudad de la Justicia.
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