Amaral, diurnos y de etiqueta
Eva y Juan se al¨ªan con la Banda Sinf¨®nica Municipal para reinventar en el Real su cancionero m¨¢s emotivo
La m¨²sica, como casi todo en la vida, se define y acota a partir de las disyuntivas. Y la m¨¢s determinante de todas no es la que nos divide entre seguidores de los Beatles o los Stones, sino la que separa a cl¨¢sicos de modernos, a los sinf¨®nicos frente a los populares. Son dos lenguajes que casi siempre se ningunean y rara vez formulan alg¨²n m¨ªnimo com¨²n denominador. Pero ayer, acaso alentados por el esp¨ªritu navide?o de la concordia, dos cualificados representantes de ambas orillas optaron por sellar una alianza in¨¦dita. Y lo hicieron en un escenario de post¨ªn, el Teatro Real, por aquello de que la confluencia resultara m¨¢s relevante. Durante una hora y media que ser¨¢ dif¨ªcil de repetir, Eva Amaral y Juan Aguirre se volvieron sinf¨®nicos y sus nuevos amigos de la banda municipal orillaron sus partituras centenarias para colocar t¨ªtulos como Hacia lo salvaje o D¨ªas de verano en sus atriles.
Las 1.400 entradas del Real se hab¨ªan pulverizado en apenas 24 horas. Y los ocupantes de las butacas eran manifiestamente m¨¢s habituales de los conciertos de Juan y Eva que de El holand¨¦s errante, Parsifal y dem¨¢s hitos en la temporada del bel canto. No hab¨ªa que ser muy perspicaz en las labores de observaci¨®n: el p¨²blico circunspecto del circuito oper¨ªstico nunca fundir¨ªa las bater¨ªas de sus m¨®viles durante los minutos previos, pero esta vez tocaba inmortalizar la ocasi¨®n en una sucesi¨®n interminable de selfis, fotos de familia e im¨¢genes panor¨¢micas.
¡°Sergio, ?puedes hacer una de 360 grados? Es que estoy embob¨¢¡±, le suger¨ªa una muchacha morena en la fila 5 a su no menos joven acompa?ante. Y as¨ª hasta las 12.03, cuando, con puntualidad m¨¢s cl¨¢sica que rockera, se desvanecieron las luces y cinco docenas de m¨²sicos (violonchelos, contrabajos, percusionistas y una avalancha de instrumentos de viento) fueron disemin¨¢ndose por todo el escenario.
Una de las cosas m¨¢s complicadas para un m¨²sico popular, m¨¢s incluso que entend¨¦rselas con un director de orquesta y una multitud de instrumentistas trajeados, es dirigirse al p¨²blico a la voz de ¡°Buenos d¨ªas¡±. Por dos veces se le escap¨® ayer a Amaral un ¡°Buenas noches¡± ante el auditorio, esplendorosa ella como luc¨ªa con su traje gris de lentejuelas, tan nerviosa como ilusionada la int¨¦rprete de Nocturnal en esa tesitura in¨¦dita de lideresa diurna al frente de 60 m¨²sicos de etiqueta. A su diestra, Aguirre luc¨ªa gorrita con visera ladeada y vestuario informal, no muy distinto del que le habr¨ªamos visto en la Joy Eslava o el Palacio de los Deportes. Eso s¨ª: t¨ªmido como es, durante las introducciones orquestales de algunas piezas, como en El universo sobre m¨ª, evidenciaba serias dificultades para determinar qu¨¦ demonios hacer con las manos.
Existe un antecedente curioso y poco conocido: la Guardia Real ofrece desde hace alg¨²n tiempo a los invitados a Palacio un popurr¨ª de melod¨ªas de Amaral, por aquello de complacer los nuevos gustos de la monarqu¨ªa. El programa de esta v¨ªspera de Reyes inclu¨ªa una decena de piezas, pero tras el ritual de los aplausos y amagos de despedida a¨²n hubo hueco para otras tres: En el tiempo equivocado, Ll¨¦vame muy lejos y un Nadie nos recordar¨¢ antecedido por la apoteosis de timbales de As¨ª habl¨® Zarathustra. ¡°Solo es eterno quien nunca existi¨®¡±, solloz¨® una Eva agradecida y emocionada. Y grande incluso cuando atac¨® el estribillo de Nocturnal cuatro tiempos antes de la cuenta y se tap¨® ella misma la boca, enrabietada por el despiste. No pasa nada: como desagravio, el Real le concedi¨® la mayor ovaci¨®n del mediod¨ªa.
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Un maridaje complejo
No son pocos los empe?os habidos para hermanar el pop y la m¨²sica orquestal, casi siempre con pobres resultados. Incluso el ind¨®mito Raphael suena edulcorado entre tanto oropel, y los violines tampoco aportaron gran cosa a Los Secretos ni al horror titulado La edad de oro del pop espa?ol. No es un problema de fronteras: casi nadie se explica a¨²n aquel disco de Metallica junto a la Sinf¨®nica de San Francisco, igual que el bueno de Mika, un tipo colorista, ocurrente y vivaz, nos desencaj¨® el a?o pasado las mand¨ªbulas con su espantosa Sinfon¨ªa pop. Se salva el inesperado proyecto de Vetusta Morla con la Orquesta de Murcia. Y ya.
El complejo maridaje de ayer entre Amaral y la Banda Sinf¨®nica inclu¨ªa una dificultad a?adida: la ausencia de violines y violas cercena recursos tan socorridos como los obstinatos y pizzicatos. El arreglista, C¨¦sar Guerrero, tampoco encontr¨® siempre acomodo para las guitarras de Aguirre, restringido en ocasiones al papel de (notable) corista. Y la bater¨ªa, en cambio, son¨® tosca y desmedida en Lo que nos mantiene unidos o La ciudad maldita, que hab¨ªa arrancado seductora y clasicista. Como si por un momento imagin¨¢ramos a Alguer¨® junto a Nino Bravo o a Calder¨®n llev¨¢ndole la batuta a Mocedades.
Lo mejor fue el bello arreglo ondulante para Nocturnal. Bueno, no. Lo m¨¢s hermoso, de lejos, se disfrut¨® con Revoluci¨®n y Cuando suba la marea, los dos temas que Amaral y Aguirre facturaron como d¨²o de voces y guitarras. Pero el cari?o entre las partes exist¨ªa: esa "emoci¨®n compartida por la m¨²sica y la pasi¨®n" que reivindic¨® Eva, conciliadora y enemiga, siempre, de las trincheras.
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