Lecci¨®n de anatom¨ªa
Barcelona, ejemplo de ciudad luminosa que acaba en supermodelo y se aguanta vacilante sobre la purpurina, s¨®lo se puede redimir con un proyecto colectivo
Cuando Alessandro Scarnato tuvo que elegir un complemento para titular su libro sobre Barcelona eligi¨® ¡°supermodelo¡±. Barcelona supermodelo. Barcelona m¨¢s all¨¢ del modelo. Hay algo excesivo, fr¨ªvolo, en este apelativo, tambi¨¦n algo de triunfo desorbitado. Scarnato es arquitecto y es florentino y joven y vive en Barcelona desde hace a?os. Ha dedicado su tesis doctoral a analizar la transformaci¨®n de la ciudad en democracia a partir de la reforma de Ciutat Vella, queriendo encontrar aqu¨ª el equilibrio entre la extrema conservaci¨®n y la extrema destrucci¨®n del patrimonio urbano en el momento en que todas las ciudades empezaron a mirar a sus centros hist¨®ricos. Ahora ha publicado un resumen de la tesis en un libro interesant¨ªsimo, Barcelona supermodelo. Scarnato mantiene una distancia as¨¦ptica con relaci¨®n al proceso que analiza. Est¨¢ claro que no se siente emocionalmente implicado en el maragallismo, que fue, m¨¢s que nada, un estado de ¨¢nimo. Eso, m¨¢s el arduo trabajo de documentaci¨®n y comprensi¨®n, le da una lucidez ins¨®lita: como si mirara la ciudad desde la grada de un anfiteatro de disecci¨®n.
No creo que haya muchos barceloneses que recuerden con precisi¨®n c¨®mo era la Ciutat Vella de los ochenta, antes del bautizo fundacional de la Barcelona ol¨ªmpica. C¨®mo era f¨ªsicamente y socialmente, con esos rincones opacos donde no entraba ninguna ley, con esa sordidez del tejido urbano castigado, sin espacios, sin aire y sin expectativas. Con las bandas de la droga y el hambre real. Y los prejuicios. La Barcelona correcta esquivaba la Barcelona canalla. No exist¨ªan el CCCB, ni los centros universitarios, ni muchas de las plazas, ni la Rambla del Raval. Sobre esta realidad se conjur¨® un equipo con Pasqual Maragall al mando, Joan Clos como concejal y Procivesa como instrumento inspirado con capacidad para operar sobre un mercado inexistente. Scarnato es cr¨ªtico con determinadas cosas, pero se admira ante la resoluci¨®n y la eficacia con que se plasma un objetivo definido: devolver la dignidad al bajo fondo de la ciudad, tan mitificado, y sin desgarrar el tejido social, fr¨¢gil y marginal.
Se?ala el autor que el coj¨ªn intelectual sobre el que descansaba el proyecto era d¨¦bil. Hab¨ªa m¨¢s intuici¨®n que teor¨ªa. Y que eso favoreci¨® los sucesivos vicios que lastraron los resultados. Nos cuenta el proceso que va desde la confianza en el poder taumat¨²rgico de la arquitectura hasta la borrachera de los edificios ic¨®nicos. Y es muy cr¨ªtico con la demolici¨®n sistem¨¢tica de manzanas enteras, cosa que yo matizar¨ªa. Es cierto que al lado de espacios epif¨¢nicos como Allada-Vermell ¡ªuna plaza italiana en Barcelona¡ª est¨¢ el adefesio del Forat de la Vergonya, ya con los vecinos airados y re-organizados para estampar en la pancarta el fracaso sonado de un mal planeamiento. La gentrificaci¨®n y el turismo desbocado no estaban en los planes, pero eso tambi¨¦n se le puede atribuir a la falta de previsi¨®n y a la inconsistencia de unos concejales sin m¨²sculo. Y a la soledad de Itziar Gonz¨¢lez. En todo caso, el final pec¨® de autocomplacencia: nosotros, dec¨ªan, no nos equivocamos. Hasta que, con perd¨®n, el tranv¨ªa atropell¨® a Jordi Hereu.
Hoy se reivindica el maragallismo como cima de una conjunci¨®n entre alcalde y ciudadanos, pero es irrepetible. Fue la magia de una ciudad con un proyecto claro, con capacidad de transformaci¨®n, entusiasmo compartido y el encantador despotismo de, insisto, tener siempre raz¨®n. Eso ya no existe y as¨ª lo reflejan esas encuestas estancadas, quiz¨¢s porque el proyecto actual no es del todo claro y la capacidad transformadora no se acaba de constatar. Es curioso que Scarnato diga que, por la flaqueza te¨®rica, se perdieron oportunidades. Que al final ganara el mercado, creo yo, se debe a la modorra con que se prolong¨® la gesti¨®n. Los que aplaudieron los Juegos Ol¨ªmpicos son los mismos que denostaron el F¨°rum, he ah¨ª la distancia entre el principio y el final. Esta es la lecci¨®n. La ciudad luminosa que acaba en supermodelo y se aguanta vacilante sobre la purpurina, con el alma triste como las muchachas de los tangos. Hoy la ciudad es otra cosa, otro corpus te¨®rico, que incluye a la gente y sus necesidades y hasta sus sue?os. Barcelona s¨®lo se puede redimir con un proyecto asumido colectivamente: con cualquier propuesta que le haga recuperar la decisi¨®n de plantar cara a las consecuencias de los malos tiempos.
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