Grasa malasa?era
La banda, ampliada a sexteto con un segundo bater¨ªa, imparte una lecci¨®n de furia para celebrar sus 30 a?os de vigencia
No van a suceder cosas inimaginables en un concierto de Sex Museum. Tampoco encontraremos un triste argumento para la desilusi¨®n. As¨ª viene sucediendo desde hace tres d¨¦cadas y la llama parece inextinguible, si no fuera porque nada lo es. El quinteto madrile?o ventil¨® este s¨¢bado el segundo concierto para celebrar su trig¨¦simo aniversario, nuevamente en la sala El Sol a punto de reventar, y el ejercicio de rock aguerrido borde¨® el colapso y la exhibici¨®n. Y que vengan cuantos a?os sean precisos con el engranaje bien embadurnado de grasa.
¡°El ¨¦xito est¨¢ asegurado¡±, anunciaba con guasa fanfarrona el propio guitarrista e ide¨®logo de la banda, Fernando Pardo, cuyo parecido con Jimmy Page ya es casi un prodigio fison¨®mico. Con todo, la banda opt¨® por incorporar a un segundo bater¨ªa, el ecuatoriano Jota Armijos, durante casi toda la noche para afianzar la avalancha. El resultado fue asilvestrado, borrico, brutal. Con la manifiesta pretensi¨®n de agotar las reservas de adrenalina en toda la sala, los ap¨®stoles del rock malasa?ero se olvidaron hasta de tomar aire entre canci¨®n y canci¨®n.
No hay demasiado margen para la invenci¨®n ni el matiz. Sex Museum no quieren sonar sutiles; ni siquiera, por aquello del cumplea?os, nost¨¢lgicos. Prefieren embarrarse en el rock duro de cabecera, desde los Zep a Black Sabbath: que a¨²lle el ¨®rgano de Marta Ruiz y el bajista Javi Vacas pulverice sus falanges de la mano derecha con esas notas pedales de v¨¦rtigo. Quiz¨¢ la voz del visceral Miguel Pardo habr¨ªa necesitado m¨¢s decibelios para que no la arrollase la jaur¨ªa, pero Two sisters o esa ocurrente intersecci¨®n entre Beastie Boys Deep Purple (Smoke on the party) sonaron rutilantes. Puede parecer f¨¢cil. No lo es: muchos cayeron intentando aquello en que los Museum siguen sin desfallecer. Y con Unidos, de Par¨¢lisis Permanente, en la euf¨®rica propina.
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