En defensa de Meryl Streep
La pr¨®xima vez que una mujer os disguste, incordie o suscite opini¨®n, os reto a callar

Hace unos d¨ªas Meryl Streep recibi¨® un premio de reconocimiento a su carrera en la ceremonia de los Golden Globes, y realiz¨® un discurso de 5 minutos que ha sido tan loado como vilipendiado. El discurso recordaba el compromiso de Hollywood con la diversidad, la libertad de expresi¨®n y la compasi¨®n y lo reivindicaba en un momento en que la victoria de Trump puede poner esos valores en riesgo.
Comparto parte de las alabanzas y las cr¨ªticas: fue un discurso conmovedor y con mensaje (en un mundo en el que no posicionarse siempre sale a cuenta), pero fue a la vez un poderoso recordatorio de la caricatura en la que se ha convertido buena parte del discurso ¡®progre¡¯, reproducido ad nauseam por personajes que hace tiempo que dejaron de reconocer la sociedad que les rodea o de tener noci¨®n alguna de lo que significa una estrategia pol¨ªtica para las mayor¨ªas.
Al final, el discurso de Streep reforz¨® a Trump, que le respondi¨® en las redes sociales record¨¢ndole que ella, como Hilary, era una perdedora. Pero a las cr¨ªticas de Trump se le fueron sumando miles de voces que, desde la oposici¨®n a Trump, le recordaban que su discurso ca¨ªa en la trampa de la guerra cultural, que tanto sabe rentabilizar el pr¨®ximo presidente de Estados Unidos.
Pero esta columna no quiere contribuir a ese trillado ¡®flame¡¯. Lo relevante no es lo que dijera Meryl Streep. Lo relevante es que les reto a intentar recordar la ¨²ltima vez que aplaudieron el discurso de una mujer.
[Silencio inc¨®modo]
Si la respuesta es que no recuerda ninguno, no se apure, es (terror¨ªficamente) normal. A las mujeres no se nos aplaude. Hace poco un periodista me contaba que es relativamente f¨¢cil encontrar mujeres que quieran participar en programas de opini¨®n pol¨ªtica, que lo dif¨ªcil es retenerlas, porque a veces salen llorando al ver la agresividad con la que las redes reciben su atrevimiento. Las opiniones de las mujeres, como nuestros cuerpos, son campo de recreo de todo el que pasaba por ah¨ª y cree tener algo que decir. Al final, el mensaje es siempre el mismo: ¡®No te atrevas¡¯. Qu¨¦date en la cocina.
Y, curiosamente, ninguno de los que critican la atalaya moral de Streep parece haberse planteado jam¨¢s c¨®mo empezar a desmontar esta realidad. Como siempre, os rasg¨¢is las vestiduras por la violencia machista pero os sent¨ªs c¨®modamente ajenos a los micromachismos en los que particip¨¢is. ?Qu¨¦ f¨¢cil es criticar a Meryl Streep desde la atalaya del privilegio de g¨¦nero!
Quiz¨¢s un primer ejercicio para dejar de formar parte del problema pueda ser empezar a facilitar que las mujeres ocupen la esfera p¨²blica, y dejar de sumarse a la jaur¨ªa cada vez que alguna abre la boca. Seguro que hay muchas formas de hacerlo, y yo puedo compartir, por si sirve, la m¨ªa: dejar de criticar a las mujeres. A todas.
Yo empec¨¦ a hacerlo hace unos a?os, consciente del privilegio y responsabilidad que supone participar en espacios de creaci¨®n de opini¨®n. Evidentemente, hay mujeres que me parecen un atentado a todo en lo que creo, mujeres machistas, malas pol¨ªticas, malas periodistas y malas personas. Pero cuando dejas de criticarlas y te limitas a escuchar descubres que todos sus actos y opiniones ya ser¨¢n, por defecto, vilipendiados en todos los rincones, tertulias, columnas y corrillos. Tu voz, cr¨¦eme, no es necesaria.
Tal es el tama?o de la burbuja intimidatoria que nos acompa?a all¨¢ d¨®nde vamos que todo lo malo que teng¨¢is que decirnos, ya nos lo ha dicho alguien. ¡®Puta¡¯. ¡®Ignorante¡¯. ¡®As¨ª no, esc¨²chame a m¨ª¡¯. ¡®Como yo ya advert¨ª¡¯. ¡®Lo has hecho mal¡¯.
As¨ª que la pr¨®xima vez que una mujer os disguste, incordie o suscite opini¨®n, os reto a callaros. No para que las mujeres lo tengamos m¨¢s f¨¢cil, sino para ayudarnos a abrir un peque?o t¨²nel en el techo de acero que intenta convencernos, cada d¨ªa, de que no pertenecemos a la esfera p¨²blica.
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