Umbrales de ¡®meubl¨¦s¡¯ como piezas de exposici¨®n
Un restaurante expone los m¨¢rmoles desgastados por el taconeo de la prostituci¨®n de la Rambla
¡°?Qu¨¦ son esos m¨¢rmoles agujereados?, ?Era una antigua cocina? ?Son las piedras d¨®nde cortabais la carne?...¡±, los empleados del restaurante Amaya de la Rambla llevan meses acostumbrados a este tipo de preguntas. Normalmente juegan un poco con los clientes. Son pacientes, dejan que los interrogantes vuelen por la imaginaci¨®n sabiendo que ni el m¨¢s aplicado de los comensales dar¨¢ con la respuesta correcta. El pasado mes de marzo una de las propietarias del restaurante, Mireia Torralba, coloc¨® en la entrada del negocio dos placas de m¨¢rmol alargadas. Dos l¨¢pidas taladradas por dos agujeros, del tama?o de un pu?o, cada una de ellas. Nadie adivina qui¨¦n fue el escultor que agujere¨® de forma tan desigual las piedras.
Los camareros, tras poner a prueba a los clientes, cada vez m¨¢s intrigados, dan una respuesta transformada en un verdadero pu?etazo de picard¨ªa. La misma Torralba la ha respondido en varias ocasiones. La Rambla preol¨ªmpica era un verdadero referente de la ¡°fauna, no precisamente animal¡± de la ciudad. ¡°En esta parte del paseo, en los n¨²meros 22 y 24 hab¨ªa dos meubl¨¦s. Los dos m¨¢rmoles eran los umbrales de ambos inmuebles. All¨ª las prostitutas se insinuaban a los clientes durante horas¡±, recuerda Torralba. Fueron d¨¦cadas de taconeo que esculpieron unos m¨¢rmoles testigos de lo que fue esta parte de la ciudad. En 2005 el due?o del Amaya, Ignasi Torralba, junto con el propietario del estanco vecino, Imanol Elguezabal, fueron comprando poco a poco los pisos de ambos meubl¨¦s. Reformaron los edificios y construyeron un hotel. La reforma era considerable pero Mireia ten¨ªa muy claro que quer¨ªa conservar aquellos m¨¢rmoles que, quiz¨¢s de forma involuntaria, se han convertido en una especie de homenaje aquella Rambla de la que poco o nada queda.
Cuando adquirieron los meubl¨¦s, ¡°los pisos estaban divididos en mil cub¨ªculos y cada uno de ellos ten¨ªa un lavabo con conexiones de agua muy rudimentarias por lo que tuvimos que derribar toda la estructura¡±, recuerda Mireia Torralba. Los umbrales desgastados a golpe de tac¨®n segu¨ªan all¨ª. ¡°Mi padre y yo desde el primer momento decidimos conservarlos, hab¨ªa mucha gente que nos preguntaba qu¨¦ ¨ªbamos a hacer con ellos. Comenzamos a notar que hab¨ªa much¨ªsimo inter¨¦s en las losas, as¨ª que les dije a los operarios que los arrancaran con mucho cuidado. Al d¨ªa siguiente, cuando fueron a retirarlos, alguien los hab¨ªa manchado con pintura de spray¡±, recuerda.Todo un misterio que jam¨¢s se resolvi¨®.
La due?a de las reliquias envi¨® los umbrales a un marmolista para que intentara restaurarlos y as¨ª fue como despu¨¦s de un tiempo coloc¨® las piezas en un comedor escondido. Hace unos meses son estas piedras las que reciben a la clientela en un lugar de honor: la puerta principal del Amaya. Junto a los dos umbrales de m¨¢rmol, un cartel que reza: Habitaciones Mar¨ªa. Tambi¨¦n fue recuperado de aquellos meubl¨¦s. ¡°Las piedras viajaron al negocio del marmolista y volvieron. Hace poco volvieron a irse, s¨®lo seis meses, nada m¨¢s y nada menos, que a M¨®stoles¡±, cuenta Mireia. En la localidad madrile?a, las esculturas dise?adas a golpe de tac¨®n formaron parte de la exposici¨®n M¨¢s all¨¢. Monuments and Other Coincidences en el Centro de Arte Dos de Mayo. Tras el viaje volvieron y ahora las huellas del taconeo est¨¢n expuestas ¡°no como defensa a una profesi¨®n sino como pura arqueolog¨ªa urbana, un homenaje a lo que fue esta parte de Barcelona¡±.
La Rambla de Santa M¨®nica era un lugar donde antes de los Juegos Ol¨ªmpicos se concentraba mayor n¨²mero de prostitutas. En la actualidad, cuando cae la noche, varias j¨®venes ofrecen servicios sexuales en el paseo, pero d¨¦cadas atr¨¢s esta zona era una de las m¨¢s canallas de la ciudad, repleta de meubl¨¦s. ¡°Aqu¨ª, hab¨ªa veces que un cliente invitaba a comer a una prostituta y su mujer entraba con unas amigas por lo que hab¨ªa que esconderle para que no le pillara¡±, sonr¨ªe Mireia. La clientela actual ha cambiado. Entra, inspecciona las l¨¢pidas intentando adivinar si eran parte de una ¡°antigua cocina o, quiz¨¢s los m¨¢rmoles donde cortaban la carne¡±.
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