Primero Espa?a y luego el partido
La brecha entre cultura y sociedad est¨¢ como siempre; lo que ha crecido de veras es la indiferencia pol¨ªtica hacia los problemas culturales en el sentido m¨¢s amplio
Hace mucho tiempo que la cultura no es noticia en los programas pol¨ªticos. Tampoco es parte de la munici¨®n de los partidos en su pelea parlamentaria ni electoral. Quiz¨¢ sea buena noticia, o quiz¨¢ es s¨ªntoma de un descr¨¦dito cultural interiorizado y masivo que empieza por los propios profesionales. El vengativo 21% del IVA est¨¢ asumido como desprop¨®sito (y un d¨ªa u otro se rebajar¨¢ en algunos puntos) y la multitud de chistes sobre el Marca y Rajoy parecen haber agotado la inventiva program¨¢tica de los partidos en estas ¨¢reas.
Es verdad que nadie sabe ya exactamente de qu¨¦ ¨¢reas hablamos y qu¨¦ designa eso de cultura. Nada tienen que ver las dificultades de financiaci¨®n de las industrias culturales con la supervivencia de las librer¨ªas tradicionales o la pirater¨ªa a destajo; nada tiene que ver la suicida reducci¨®n de presupuestos para investigaci¨®n con la ausencia flagrante de novedades en las bibliotecas p¨²blicas por falta de dinero para comprarlas. Pero sean o no culturales, los cuatro o cinco s¨ªntomas reclaman un debate p¨²blico y hasta un discurso trabado para explicar por qu¨¦ est¨¢ bien que sigan as¨ª las cosas o por qu¨¦ es nefasta esa precarizaci¨®n objetiva de algunos motores culturales.
Algunos piensan que se trata solo de problemas sectoriales poco relevantes y nada acuciantes para las elevadas carencias de la sociedad de hoy. Que los chavales apenas traten de filosof¨ªa y literatura hoy en los institutos tampoco ha de ser tan, tan alarmante: puede ser una grand¨ªsima noticia esa omisi¨®n porque as¨ª las descubrir¨¢n a las dos por s¨ª solos. Pero tambi¨¦n puede ser otro s¨ªntoma m¨¢s, y ya van muchos, de una pasividad pol¨ªtica que ha abandonado esos temas por escaso impacto medi¨¢tico o por su nula rentabilidad electoral. El no demasiado imaginativo despliegue de actividades en relaci¨®n con Cervantes podr¨ªa ser el s¨¦ptimo u octavo s¨ªntoma (en Catalu?a no hay ni s¨ªntoma porque no se ha hecho nada).
La brecha entre cultura y sociedad quiz¨¢ est¨¢ como siempre; lo que parece haber crecido de veras es la indiferencia pol¨ªtica hacia los problemas culturales en el sentido m¨¢s amplio. Los m¨¢s aprensivos lo dicen con un deje c¨ªnico fuerte y convincente: la cultura no da votos sino problemas, la universidad a menudo es d¨ªscola y poco agradecida, los usuarios de las bibliotecas no molestan porque no protestan (o no se les oye protestar) y los estudiantes no suelen pedir m¨¢s madera curricular y, adem¨¢s, suelen ignorar las condiciones de trabajo de muchos de sus profesores.
Horror: otro s¨ªntoma. Sigue siendo com¨²n hoy en las universidades p¨²blicas catalanas la contrataci¨®n de profesores asociados para impartir tres cuartos de la docencia que imparte un profesor titular, a cambio de cobrar justamente apenas un cuarto del sueldo del profesor funcionario: menos de quinientos euros al mes, por debajo de la mitad de los becarios de investigaci¨®n. El abuso es descarnado y envilecedor para la instituci¨®n, incluidos quienes mejor o peor hacemos nuestros trabajos como funcionarios, en lugar de plantar las clases, o quemarlas o dinamitarlas, porque eso es lo que merece la explotaci¨®n rutinaria de profesores asociados con trayectorias ya relevantes e incluso importantes.
Iniciativas hay, sin duda, aunque a veces resultan involuntariamente dolorosas. Hace tres o cuatro d¨ªas recib¨ª una convocatoria bien intencionada para aprender a desarrollar una ¡°carrera acad¨¦mica¡±. Para desconsuelo de todos, la persona invitada para orientar a los profesores m¨¢s j¨®venes trabaja ahora en Harvard, con una beca Marie Curie del European Research Council, en torno a la literatura inglesa en conexi¨®n con la sociedad ¡ªconflicto racial, narrativa, ideolog¨ªa¡ª. Pero no es inglesa. Se llama Marta Puxan Oliva, y es ella misma quien explica que opt¨® a esa beca porque ¡°las condiciones anteriores como profesora asociada en la universidad catalana eran, simplemente, imposibles¡±.
No digo que haya que convertir en titular de portada la explotaci¨®n industrial de los profesores asociados, pero con ese mont¨®n de s¨ªntomas sale un cuadro muy descriptivo de la indiferencia pol¨ªtica hacia los laboratorios del futuro: universidad, bibliotecas, investigaci¨®n, producci¨®n cultural penalizada con el IVA. Cuando en el partido socialista repiten que primero es Espa?a y luego el partido, me vienen ganas de contestar que mejor har¨ªan poniendo por delante el respeto del partido por la alta y media cultura para ganarse despu¨¦s el respeto que el pa¨ªs le ha perdido.
Jordi Gracia es profesor y ensayista.
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