Independencia individual
Parece que hemos entrado en una nueva y m¨¢s esot¨¦rica fase del proceso soberanista. La independencia ya no se proclama desde la plaza de Sant Jaume sino desde el sal¨®n de casa
En la v¨ªspera de la reciente conferencia de presidentes auton¨®micos uno de los dos ausentes, el catal¨¢n Carles Puigdemont, que hab¨ªa desde?ado la invitaci¨®n de Mariano Rajoy tildando de ¡°inservible¡± la reuni¨®n, se fue al prestigioso Teatro Romea de Barcelona a hacer sus pinitos en el arte del soliloquio. La utilidad es siempre relativa, pero no parece que una conferencia en un teatro ante un pu?ado de incondicionales pueda considerarse el acto m¨¢s ¨²til desde el punto de vista de un presidente de la Generalitat, precisamente porque lo es ¡ªo deber¨ªa serlo¡ª de la generalidad de los catalanes y no de una de sus particularidades, tampoco de la independentista. En solo dos d¨ªas Puigdemont ha dejado claro cu¨¢l es su criterio de utilidad.
La principal novedad de la conferencia de Puigdemont, empero, fue el asombroso anuncio de que la independencia ya es un hecho: ¡°ya estamos siendo independientes¡±. A este tenor, el presidente se sac¨® un nuevo conejo de la inagotable chistera del proceso: la declaraci¨®n individual de independencia" (DII), un nuevo concepto que engrosa la ya de antes fecunda y abstrusa neolengua procesal soberanista. De la DUI (Declaraci¨®n Unilateral de Independencia) retrocedimos al RUI (Refer¨¦ndum Unilateral de Independencia) y ahora saltamos a la DII. El concepto tiene su miga. Se refiere Puigdemont a una serie de decisiones individuales tomadas por ciudadanos de Catalu?a que, agregadas, estar¨ªan dando como resultado en la pr¨¢ctica la secesi¨®n de Catalu?a.
Pedag¨®gico, el propio Puigdemont explic¨® que ¨¦l, por ejemplo, ya hab¨ªa hecho su propia DII ¡°no yendo a la conferencia de presidentes¡±. El problema es que Puigdemont parece olvidar que ¨¦l no es un ciudadano cualquiera, por lo que sus declaraciones individuales de independencia no ser¨¢n nunca en relaci¨®n con el resto de Espa?a, sino con el conjunto de los catalanes, o al menos con m¨¢s de la mitad de nosotros, y por tanto con la instituci¨®n que ¨¦l encarna: la Generalitat.
En cualquier caso, hemos entrado en una nueva fase del proceso soberanista, m¨¢s esot¨¦rica por as¨ª decirlo. Ahora, el proceso se hace ¡°en la intimidad¡± (Puigdemont dixit). La cosa se va sofisticando. La independencia ya no se proclama desde el balc¨®n de la Plaza Sant Jaume, sino desde el sal¨®n de casa; la ley m¨¢s importante de la legislatura para Junts pel S¨ª y la CUP est¨¢ hecha, pero no se debate en el Parlamento sino que permanece en un caj¨®n ¡°cerrado a cal y canto¡± (Jordi Turull dixit); y al presidente de la Generalitat no le parece ¨²til defender los intereses del conjunto de los catalanes ante el resto de los presidentes auton¨®micos, pero s¨ª foguearse como actor de teatro ante sus fieles.
Partiendo del principio kantiano de la autonom¨ªa de la voluntad, cabr¨ªa suponer que cada ciudadano catal¨¢n puede hacer tantas DII como quiera o pueda a lo largo del d¨ªa, pero de las palabras de Puigdemont se desprende que solo son v¨¢lidas las declaraciones que favorezcan la causa separatista. Adem¨¢s de explicar su propia DII, Puigdemont puso como ejemplo la actitud del ciudadano que ¡°dice basta y decide revisar su idea de la relaci¨®n entre Catalu?a y Espa?a¡±, y ah¨ª se acaba la independencia individual de los catalanes seg¨²n Puigdemont. Si por lo que sea un ciudadano de Catalu?a est¨¢ harto y dice basta a otras muchas cosas que a su juicio no funcionan en Catalu?a pero que nada tienen que ver con la relaci¨®n entre Catalu?a y el resto de Espa?a, parece que eso no es una DII sino la declaraci¨®n de ¡°uno de los corifeos que tiene el Estado en Catalu?a¡±, por decirlo tambi¨¦n en palabras del Molt Honorable en su cameo en el Romea. Ese es su restrictivo concepto de la autodeterminaci¨®n individual, que en definitiva coincide con su interpretaci¨®n de la autodeterminaci¨®n colectiva, que tiende a expulsar de la catalanidad a los no independentistas.
En momentos de agitaci¨®n como los que vivimos en Catalu?a las palabras suelen ser las primeras v¨ªctimas, y prueba de ello es la utilizaci¨®n que hacen los partidos soberanistas del concepto de autodeterminaci¨®n, cuya aplicaci¨®n a los pueblos promulgada por el presidente Wilson en sus c¨¦lebres Catorce Puntos (1918) s¨®lo es plausible en contextos coloniales o de ocupaci¨®n extranjera.
Los nacionalistas retuercen hasta reducir al absurdo un concepto, el del derecho a la autodeterminaci¨®n, que en el fondo s¨®lo es aplicable a la unidad humana b¨¢sica, el individuo, que puede leg¨ªtimamente reclamar para s¨ª mismo libertad de acci¨®n y conducta con la ¨²nica salvedad de respetar los derechos de sus iguales y estar dispuesto a limitar su derecho a la libertad en virtud del igual derecho de su semejante.
Ignacio Mart¨ªn Blanco es periodista y polit¨®logo.
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