Un real progreso
Los rumores sobre la vida privada de los reyes estaba severamente castigada. Ahora se publican sin problema noticias sobre las relaciones del rey em¨¦rito
A lo largo de la historia y hasta en los siglos XIX y XX, los palacios reales fueron siempre unos espacios casi sagrados, herm¨¦ticos y opacos para los simples s¨²bditos. En su interior transcurr¨ªan las vidas de personas y familias de sangre real, pero de carne y hueso, con sus virtudes y m¨¦ritos, con sus defectos y pasiones. Naturalmente, tambi¨¦n con su vida p¨²blica y pol¨ªtica, su vida privada oficial, y su vida ¨ªntima no siempre confesable. Esta no era objeto de informaci¨®n p¨²blica, carec¨ªa de lo que ahora se llama transparencia, pero acababa llegando a los s¨²bditos en forma de rumores o murmuraciones m¨¢s o menos veraces, m¨¢s o menos cre¨ªbles, publicados solamente en pasquines y libelos clandestinos.
Estas revelaciones nunca pod¨ªan ser expl¨ªcitas en la prensa ordinaria porque el C¨®digo Penal de 1850 y luego el de 1870, vigente hasta bien entrado el siglo XX, castigaban las injurias contra el rey, o sea, las expresiones proferidas en su deshonra, descr¨¦dito o menosprecio, con pena de seis a doce a?os de prisi¨®n, que entonces se cumpl¨ªan rigurosamente sin descuentos y en penales muy distintos a los de hoy. Cualquier cr¨ªtica que ofendiera al rey pod¨ªa considerarse injuriosa.
En su tiempo era un rumor clamoroso que Isabel II hab¨ªa heredado de su abuela y de su madre la afici¨®n desmedida por los apuestos militares de su entorno, y hab¨ªa aprendido de ellas la indiferencia ante las murmuraciones y los esc¨¢ndalos. La casaron sin su voluntad con Francisco de As¨ªs de Borb¨®n, al que ella llamaba ¡°Paquita¡±, por las puntillas de su camis¨®n y su desinter¨¦s por las relaciones conyugales. Isabel aloj¨® en su alcoba a innumerables amantes. El capit¨¢n de Ingenieros Enrique Puigmolt¨® fue, seg¨²n habladur¨ªas generalizadas, el padre de Alfonso XII. Con la influencia del piadoso padre Claret y de la farsante milagrera sor Patrocinio, Isabel, promiscua y supersticiosa, era calificada por el Papa P¨ªo IX como ¡°puttana, ma p¨ªa¡±.
Alfonso XII tampoco reparaba en murmuraciones. Tuvo dos hijos con Elena Sanz, famos¨ªsima contralto de prestigio mundial, cuyos amores compatibilizaba desahogadamente con su segundo matrimonio con Cristina de Habsburgo, del que naci¨® Alfonso XIII. Este parece que hered¨® de su padre una infidelidad conyugal incontinente. Casado con Victoria Eugenia de Battenberg, era un secreto a voces su predilecci¨®n por la vida nocturna y el incipiente cine porno del barrio chino barcelon¨¦s. Su descendencia extraconyugal dio lugar a conflictos y murmuraciones. Tambi¨¦n hered¨® su afici¨®n por las artistas. Tuvo dos hijos con Carmen Ruiz Moragas, actriz teatral culta, pero las presiones de la reina acabaron alej¨¢ndola del rey.
Esta corte corrompida, hip¨®crita, hier¨¢tica y castiza perdur¨® impasible a las desgracias del pueblo espa?ol hasta el 14 de Abril de 1931. Carmen Ruiz se hizo feminista y republicana. El matrimonio real se fue al exilio y Victoria Eugenia, harta de las infidelidades, se fue a Londres.
Las dur¨ªsimas penas con que se reprim¨ªa cualquier cr¨ªtica a la vida privada del rey se mantuvieron en el C¨®digo Penal franquista para las cr¨ªticas al jefe del Estado, y as¨ª sigui¨® hasta el C¨®digo Penal de la democracia, de 1995, de modo que durante 17 a?os de legalidad democr¨¢tica las cr¨ªticas al rey que se consideraran injuriosas estaban tan sever¨ªsimamente penadas como en el siglo XIX. Esta es la raz¨®n por la que hasta hace poco permanec¨ªa en la cultura medi¨¢tica una tradici¨®n de silencio, de aparente respeto reverencial en cuanto se refiriera a la vida del monarca, su patrimonio o sus relaciones extraconyugales.
El C¨®digo de 1995 cambi¨® radicalmente el panorama. Aquellas dur¨ªsimas penas quedaron reducidas a una simple pena de multa, irrelevante para un negocio medi¨¢tico. Y, poco a poco, se fue levantando el velo de un silencio at¨¢vico. Al pen¨²ltimo Borb¨®n le empiezan a brotar cr¨ªticas irreverentes y noticias preocupantes, desenterradas por oscuros personajes chantajistas o recuperadas por h¨¢biles investigadores de historias o noticias. Y finalmente, como a su abuelo y su bisabuelo, tambi¨¦n le reaparece una artista de trasnochada belleza y desenfadada desenvoltura pero sin la grandeza de una diva del bel canto, ni calidad humana para llegar a ser culta, feminista y republicana. Eso s¨ª, como las leyes de hoy, a diferencia de las que hab¨ªa en tiempos de sus abuelos, equiparan en derechos a los hijos nacidos del matrimonio o fuera de ¨¦l, esta vez el monarca, al parecer, supo evitar los problemas de una descendencia extraconyugal. Un real progreso.
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